EL ARTE EN LA RED, UNA NUEVA FORMA DE ENFRENTARNOS A SU CONSERVACIÓN Y RESTAURACIÓN
El arte digital no es compatible con lo que hasta hoy entendemos como conservación puesto que es algo intangible, efímero, obsolescente, pero activo. Su estética y su tecnología no son familiares en el ámbito de la restauración, sobre todo si existe una dependencia de programas y equipos que quedan obsoletos con frecuencia o términos como migración, emulación, recreación… Esta contradicción pone tela de juicio aquello que son los cimientos clásicos de la restauración, pero el futuro de parte de la conservación ha de tener muy presente la estrecha relación entre cultura y tecnología en su sentido más amplio y cambiante. Internet se ha convertido en un espacio público donde el arte se debate y donde los artistas y el público pueden intervenir, alejándose definitivamente del binomio hasta ahora imperante de museo-galería.
Por esta razón hemos de entender que el abordar una intervención en el arte digital es una práctica que engloba varias disciplinas e interactúan en el arte, como es la ciencia, la tecnología o la comunicación. No estamos pues ante un mundo analógico y no existe una Carta del Restauro que soporte al arte digital. Aquí radica la exclusividad de esta restauración ya que apenas existen especialistas versados en este ámbito: existe una relación entre el riesgo de perder patrimonio y su obsolescencia, ya sea planificada, percibida o meramente especulativa. Además, por su naturaleza procesual, este tipo de arte es «alográfico»: la autenticidad está en la corrección de la transcripción en determinada notación lo que conduce al desarrollo de una estrategia basada en un sistema de notación para la restauración. Ello lo hace aún Más exclusivo a la hora de trabajar en su conservación, requiriéndose una serie de estrategias de conservación muy específicas que reclaman el uso de la tecnología más como medio que como herramienta.
El fruto de todas estas relaciones, además de la transición de lo analógico a lo digital, determina que una obra de estas características esté dentro del llamado arte de los «nuevos medios», y se sitúe en una búsqueda descendente en las distintas prácticas intermediales; unas prácticas que tienen como mínimo común denominador al ordenador y al que hay que sumar la «información», dando como resultado unas relaciones computación-procesado, comunicación-transmisión, contenido-almacenamiento.
En la tarea de preservar obras que han sido concebidas para la red nos enfrentamos a un problema muy diferente, a la de la tarea de resguardo de obras físicas propias de un museo. El carácter efímero de muchas de ellas, y la arquitectura en constante desarrollo de Internet, requiere de una estrategia dinámica de catalogación y documentación. Por otra parte, se ha de tener presente el punto de vista expositivo, una vez restauradas las obras, a través de muestras, tanto online como físicas, y dentro de los espacios de un museo. Por ello, los formatos museísticos se caracterizan por la combinación distintos registros –vídeos, gráficas digitales, desarrollos web, realidad aumentada-, para espaciar y hacer más accesible un arte puramente inmaterial. Con ello se cumple la labor difusora del patrimonio digital.
Y todo ello lo tenemos muy cerca: más de doscientos artistas conforman. Turbulence y NETescopio en el archivo digital del MEIAC.
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