VOLVEREMOS

 

 A todos aquellos que luchan sin descanso contra un fuego

arrollador. Gracias a todos por defender 

nuestros paisajes y nuestras vidas.  

 

 


                         El Valle del Ambroz desde Baños de Montemayor

 

El Ambroz es un espacio geográfico en el que se instalan hombres y sociedades, donde se ha establecido desde tiempo inmemorial unas relaciones prácticas de ocupación y de aprovechamiento que las distintas comunidades han mantenido con ese espacio bien definido. Esto configura un territorio que pasa de un espacio físico sin más al concepto de territorialidad. Y lo es porque se originó mediante itinerarios y rutas, conformando un paisaje cultural en el «Corredor de Béjar», la ruta más fácil para atravesar el Sistema Central en el oeste de la Península Ibérica. Porque ahí confluyeron numerosos caminos trazados a lo largo de la historia: la Vía de la Plata, las Cañadas Reales Soriana-Occidental y Vizana, aún utilizadas por los pocos pastores trashumantes, la antigua carretera nacional la línea ferroviaria, la autovía…  En la actualidad por un capricho político inexplicable pero intencionado, se ha privado a determinados municipios de la pertenencia a este paisaje común: Oliva de Plasencia, Zarza, Cabezabellosa, Jarilla, Villar de Plasencia…, lugares con un pasado secular que alguien ha tratado de borrar por intereses estrictamente habilidosos. Pero ahora hay que verlo como un todo que no puede dividirse.

 

                                        La dehesa en el Valle del Ambroz

         Hemos de tener presente que la situación actual del Ambroz (el paso de la Meseta al Llano) es una situación heredada y condicionada por el papel de control que siempre ha ejercido la zona. Por consiguiente, tanto el río -que busca su alineamiento con el Tajo- como el ganado que ha transitado estas tierras definen perfectamente la organización regia y, por ende, la articulación social que se dará partir del siglo XIII, y cuyo eje vertebral (un lindón en toda regla usando la palabra medieval que todavía pervive en el habla Ambroz) discurre por la antigua calzada romana, con sus derivaciones en los caminos y en la cañada, y termina en Plasencia. Desde Plasencia se ejerció el control administrativo, sirviendo, a la par, de referencia capital para jerarquizar un valle de repoblación concejil, que con toda probabilidad tuvo que asumir los precedentes bereberes; una hipótesis que sólo se puede constatar en el Fuero de Plasencia al hablar de los aspectos institucionales de la vecindad, en el topónimo que aún pervive en su propio nombre y en el rico legado de arquitectura popular.

 


 Ciudad Romana de Cáparra


Ninfeo de Piedras Labradas, Jarilla 

 

                                      Cañada Real Soriana Occidental a su paso por Abadía 

 

Camino Real a la entrada de Villar de Plasencia

         El territorio del Ambroz, entendido como soporte espacial de la vida humana, como comunicación, encuentro y fuente de riqueza, ha evolucionado a tenor de su humanización y a tenor de poder asegurar el desarrollo material de los pueblos, villas o concejos. Desde esta perspectiva histórica, e indagando las razones pasadas de su configuración actual, se puede formular un breve diagnóstico sobre el patrimonio cultural y natural de todos aquellos vestigios que perviven hoy en el Ambroz. Un sistema patrimonial y territorial que se conservó casi intacto hasta la década de los años sesenta. A partir de esta fecha comienza el ligero retroceso de todos los municipios: al ser una zona agrícola y ganadera, la mano de obra sobrante y el deseo de aumentar el nivel de vida condujeron a la población a emigrar a Madrid, a Cataluña y al País Vasco. La repercusión de este boom demográfico y del llamado desarrollismo han hecho que los cascos urbanos se fueran abandonando paulatinamente con el consiguiente deterioro de todo una riqueza histórico-artística y medioambiental que ha sido difícil de recuperar en muchos casos. Las innovaciones y legislaciones que se han introducido durante los últimos decenios han perjudicado sobremanera todo este legado a favor de una modernidad mal entendida.

 

Sotofermoso, Jardín de Abadía

 

SL-CC 95 Convento de la Bien Parada - Turismo Ambroz-Cáparra

        Convento de la Bien Parada

Al enfrentarnos con la propia memoria del Ambroz, siempre hemos de tener presente que su importancia se debe enjuiciar en torno a dos realidades históricas - al margen de la religiosa-, como son la comunicación y la trashumancia: la vía romana que unía Mérida con Astorga  (asentada en este tramo que une las provincias de Cáceres y de Salamanca  sobre viejos caminos celtas, lusitanos y vetones) y la Cañada Real de la Vizana que enlazaba las tierras de Badajoz con los lagos asturianos de Salienza. Dos caminos complementarios que comenzarán a perder atracción con la desaparición de la Mesta en 1863, la llegada del ferrocarril y con el trazado, a mediados del siglo pasado, de la Nacional 630. Hoy prácticamente olvidada con la A-66.

           Trazado de la Vía de la Plata y en paralelo la antigua Nacional 630

 

 


 




 

 Autovía A 66

Ni la calzada, ni el Camino Real, ni la cañada tienen actualmente a penas uso, entrándose en un proceso de deterioro alarmante, que culminó en 1974 con la Ley de Vías Pecuarias que intentó desmembrar toda una estructura secular. En algo más de un siglo y medio han ido desapareciendo hitos importantes en la configuración del Valle del Ambroz. Y apenas nadie ha vuelto tomarse en serio uno de los lugares más felices del Reino, al menos en la época de Fernando VII, cuando se dictó el Real Privilegio de Exención y Villazgo de Hervás. 


 

 Hervás

 

Más allá de la resistencia vetona; más allá de negar la existencia de Cáparra en 1791 por parte de la Real Audiencia de Extremadura; más allá del ninfeo de Piedras Labradas de Jarilla; más allá las ruinas del Palacio de Abadía, primer jardín renacentista de la Península Ibérica novedosos al incorporar a toda la Vega de Sotofermoso como parte de  jardín más allá de los muros que rodean la residencia palaciega; más allá de los vestigios del convento franciscano de la Bien Parada; más allá del declive trashumante, de la sangría poblacional y el abandono de casas y campos o más allá de abrir un boquete en las comunicaciones ferroviarias entre Plasencia y Astorga; más allá de su arquitectura vernácula de raíz albercana, más allá de todos estos ejemplos, hoy el fuego, el humo y las cenizas han hecho el resto para seguir desdibujando ese paisaje que forma parte de nuestras vidas, ese hogar feliz que relataba a el real privilegio.

Si algo debemos aprender, al margen de la prevención y el poder limpiar los montes sin tantas restricciones, es lo nos enseñó Ícano cuando asimiló que la cera de sus alas se derriten con los rayos del sol  cuando creyó  alcanzar la felicidad. Sin embargo, esa dicha  no se encuentra al final de camino, es el camino. Pensemos mejor como Publio Ovidio, quien nos dice que hay «un pájaro que se rehace y reengendra a sí mismo: los asirios lo llaman Fénix; no vive de granos ni de hierbas, sino de lágrimas de incienso y de jugo de amomo. Cuando este animal ha cumplido cinco siglos de edad, en lo alto de las ramas de una encina o de la copa de una palmera temblorosa se construye un nido con las uñas y con el limpio pico, y cuando lo ha pavimentado con casia y con espigas de suave nardo, así como con trozos de cínamo y amarilla mirra, se coloca encima y acaba su vida entre perfumes. A continuación dicen que del cuerpo de su padre renace un pequeño Fénix que está destinado a vivir otros tantos años» [1]. El Ave Fénix en su nuevo ciclo hereda todos los conocimientos obtenidos  desde sus orígenes para servirle de inspiración. Pues eso es el Ambroz, un amplio valle fiel a su etimología, ‘AMRŪS, palabra abreviada de 'AMR que significa VIDA.

 

 





_______________________



_________________

[1] OVIDIO NASÓN, Publio, Metamorfosis (Libros XV), Alma Mater / Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1964.

 

 

 


Comentarios

Entradas populares de este blog