OBRA ABIERTA U OBRA CERRADA
(historia de un despropósito)
(VIII)

Efectivamente, Gonzalo Sánchez-Rodrigo en su columna Desde la Torre Lucía quiso concienciarnos sobre un patrimonio que no tenía visos de volver a la ciudad que vio nacer este premio. Aquella voluntad casi pueril de tener la colección en Plasencia nunca fue realista, fue una simulación que se ha sostenido en el tiempo para no llegar a ningún lugar. De esta forma, el anhelo de Trazos de Salón y su lucha por la creación de un centro de arte contemporáneo con los fondos Obra Abierta se ha ido posponiendo. No es más que la materialización de decisiones en la que Plasencia ya no tuvo apenas peso alguno a la hora de reivindicar la colección y, a su vez, supuso la difuminación de la idea de crear un eje articulador de la cultura en la ciudad a la que aspira todavía la Asociación Cultural Trazos del Salón junto a otros colectivos. Se ha quebrantado aquel acuerdo del Consejo de Administración de la Caja de Extremadura de 2007 en el que firmó que la obras se expondrían en Plasencia.
Ante esta situación, la colección ha dejado de tener una de sus funciones: la de interpretar y comprender el arte de nuestro tiempo por no estar ordenada y expuesta. Y, además, ha quebrado aquel propósito de trabajar para conseguir un espacio definido y consensuado que albergara a un número significativo de artistas que han ido configurando las tendencias del arte en las últimas cuatro décadas. Así, si hacemos un breve recorrido nos encontramos, en primer lugar, con diferentes lenguajes a la hora de musealizar la colección teniendo en cuenta la transversalidad con la que cuenta; un cruce que va desde la pintura a la fotografía o al video arte. En segundo lugar, estamos ante un testimonio de la Historia que no sólo abarca a artistas, sino también a galeristas, críticos, marchantes o ferias. En tercer lugar, la colección nos muestra el cambio de mentalidad y de rumbo que el arte ha ido tomando a lo largo de sus ediciones. Y, por último, nos ofrece datos relevantes que ayudan a comprender más adecuadamente una realidad artística, la española, que nunca ha de verse de forma aislada ni desconectada de los circuitos por los que ha discurrido la plática de entresiglos. Hay, pues, que ver esta colección como una línea continua que da sentido a nuestra contemporaneidad.
Antonio Cañamero, Paisaje extremeño, 1979.
Desde la perspectiva de un historiador del arte, el Salón de Otoño/Obra Abierta, en este sentido, posee dos alicientes: el de unir sensibilidad con identidad y el de formar un patrimonio contemporáneo de comportamientos individuales que al sumarse nos dibujan un panorama de la evolución de la plástica en el contexto, sobre todo, español, dejando de ser un coleccionismo «silencioso» o «silenciado». Pensemos que la colección parte de una época transcendental como fue la Transición y fue una de las consecuencias de crear una imagen publicitaria, como requería aquel momento, para agilizar el mercado aprovechando el nuevo clima social y político que se presentaba. Y, a partir de ahí, veremos todo un desarrollo, a veces acertado y otras no, a través de la sucesión de tendencias que se han ido solapando desde las nuevas reglas y los debates que trajo la década de los años setenta hasta la reivindicación del arte como un caleidoscopio de ideas, como un campo expandido que no tiene que ajustarse exclusivamente a al lienzo puesto que lo que interesa es lo urgente, lo híbrido, lo maldito, las anecdóticas producciones de obras, el arte relacional de moda, la fugacidad[1] y la pintura sin pintura[2]. Y todo un lenguaje que se renovando y que, en mayor o menor medida, está presente en la colección como iremos desglosando mediante artistas y obras.
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