CUANDO LA HISTORIA SE VA DESDIBUJANDO:  LA MALTRATADA PUERTA DE TALAVERA

(V)

 

LA PLAZA DE LA CRUZ DORADA Y LA ISLA

 

 

 

 

 

 Teatro Sequeira, 1924. Homenaje al maestro D. Andrés López Canalejo

 

 

Los dos nuevos cometidos dados al complejo de San Francisco, el de centro cultural y el de residencia de mayores, trajeron como consecuencia la reorganización de todo el contexto histórico para definir, desde un punto de vista urbanístico, la plaza de la Cruz Dorada. Como la mayor parte de los elementos que se abrían a la Puerta Talavera, también el espacio urbano se ha ido modificándose a lo largo de los últimos años. 

Desaparecieron la bajada a la Isla, el motocarro de Pablito, el surtidor de gasolina bajo los árboles pegados al pretil que salvaba el desnivel y la otra bajada por el Hospital de la Merced para construir un muro insalvable con un aparcamiento de dudoso gusto que ha desvirtuado por completo toda un área de vital importancia para la ciudad.

 

 

 

 

 

Con la remodelación del espacio para dignificarlo, se dejó la cota del convento más baja, tal como era en su origen, con respecto a la calle San Marcos y se despejó toda la zona para dejar lo que fueron las dependencias anejas a la Fábrica de Harina, como el taller de carpintería donde se ubicó la serrería y las distintas estancias para la maquinaria, una cuadra, un pajar y un cuarto para los criados. En la actualidad alberga la Escuela Superior de Cocina  y la Universidad Popular.

 

Por un lado, el Molino del Ángel o de San Francisco, documentado ya en 1221 e incluido en el plano de Luis de Toro en 1573, formó pare de las tareas del convento y, como él, se desamortizó en 1873, pasando de molino a fábrica; una fábrica de harina, fruto de los procesos de industrialización del siglo XIX, en manos de empresarios catalanes quienes activaron la economía placentina al introducir como motor el vapor y la leña que fue sustituida después por la potencia hidráulica dejando la caldera y la chimenea fuera de servicio.

 

Tras el abandono de edificio, en 2008 el Ayuntamiento adquirió tres de las cinco partes (cuatro edificable y una para zona verde y viario) en las que se dividió su superficie. La operación se llevó a cabo mediante una permuta, iniciándose con ello la recuperación de este importante patrimonio industrial de Plasencia y la rehabilitación los pavimentos, el solado, los muros, los techos y parte de la decoración. Sin embargo, queda aún parte por recuperar, pendiente hasta el verano de 2026.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Esta importante adquisición estuvo incluida como cierre y puente con La Isla en el anuncio, en 2004, del proyecto que ganó el concurso de ideas de la mano de los arquitectos Guridi-Tartás-Jubete. Pero hasta 2015 no se remodeló completamente la plaza de la Cruz Dorada con la finalidad, según la concejala Raquel Puertas, de crear con acierto un «punto de llegada de los turistas y que desde aquí emprendieran diversas rutas para conocer a fondo la ciudad… como una puerta a la ciudad»[1] dentro del Plan de Excelencia Turística. Con ello se creó nuevo espacio más amplio al incorporar un mirador y unificar los diferentes niveles que tenía, manteniendo el arbolado y diferenciando el pavimento de toda la superficie, aunque sin la pasarela proyectada para comunicar la plaza con La Isla. 

 

 

La Plaza de la Cruz Dorada daba y da paso a un bien de propios, La Isla. Una propiedad municipal que proporcionaba una renta al concejo medieval y no era de uso público en su origen. Y en las condiciones de arriendo dadas se prohibía la entrada de ganado entre los meses de marzo y septiembre. Su descripción nos la ofrece Luis de Toro en 1573: «Dividido a modo [el río Jerte] de horca, abre luego los brazos a ambos lados casi doscientos pasos se deslizan rápidamente regando los riberos, junto al Cenobio de los Franciscanos de nuevo dejando en medio una planicie de forma oval (los habitantes la llaman Isla) cuya elegancia, amenidad, verdor y hermosura no superan ni igualan como es conocido, ninguna de las Españas ni aun de todo el orbe» [2]. Ya entrado el siglo XVIII las Ordenanzas municipales mantuvieron la prohibición del ganado y alentaron la repoblación de arboledas, siguiendo el ejemplo señalado por Luis de Toro, con álamos, chopos, fresnos y sauces. De esta manera en el día 2 de diciembre de 1734 se menciona explícitamente como «paseo público» para todos los placentinos y visitantes. Se prohibió la entrada de carruajes por los pontones por se una zona de «diversión», siguiendo la idea que Felipe V le dio en las vistas que realizó en 1704 y 1710, donde solía cazar oropéndolas.

 

 

 

 

 

 
 

 

 


 

 

 

La Isla pasó pues de ser un bien común para el arrendamiento de sus pastos a ser utilizada como plaza de toros en 1767; como campo de instrucción de la milicia en 1777 (para lo que se tuvo que arrancar parte del arbolado), arbolado que volvió a sufrir una merma en 1794 al cortar más de cien árboles, mediante una orden real, para fortificar la ciudad de Badajoz contra los franceses; como lugar de trabajo de las lavanderas hasta los sesenta del pasado siglo; como hípica, como centro de entrenamiento y competición de los piragüistas y como lugar de baño y esparcimiento. En definitiva, La Isla desde su creación ha servido y sigue el papel asignado por la Historia, según ya señalaba Luis de Toro, como ese «teatro donde deleitarnos», ese «lugar de cortejo… y espectáculo de las cosas placenteras»[3]. Sigamos viéndola así, sigamos respetándola.

 

 

 

 




[1] HERNÁNDEZ, A. B.  «Las deficiencias marcan la Cruz Dorada casi dos años después de su recuperación», en Hoy, 18-IV-2008.

[2] TORO, L. de, Placentiae urbis et eiusdem episcopatus descriptio, Universidad de Salamanca, Biblioteca General Histórica, Ms. 2650, p. 27.

[3] Ibidem, p. 28

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