LAS SIRENAS DEL GUADIANA

(VI)

 

 


Lourdes Murillo, por último, nacida y crecida a orillas de del río Guadiana, completa el vacío dejado por el cristianismo volviendo a los registros de lo femenino que la Antigüedad otorgó a las sirenas y alejándose de las interpretaciones sobre el mito que tras el paganismo se difundieron. No busca con su obra un final feliz, sino perpetuar su presencia en nuestro imaginario como figuras que, siguiendo el análisis del helenista Carlos García Gual, se embellecieron, se acoplaron a los fondos marinos, fueron seductoras que ofrecieron su amor y se enamoraron.

Por ello, Lourdes Murillo realiza un díptico en la que la naturaleza femenina de estos seres casi eternos se nos presenta bajo una faceta diferente: por una parte, el aspecto carnal de las sirenas, su perfil femenino y, por otra parte, su aspecto fluido correspondiente a la fisonomía del pez.  En este sentido,  el papel de la mujer lo asume como propio y por lo tanto recurre al color rojo.Y el río, su río, lo presenta  en  una tonalidad fría, el verde, sobre  cuya superficie traza  formas caprichosas  con gesso velando el óleo para dar la impresión de aguas traslúcidas.

 

 

Su pintura pretende con ello dar entidad, como lo hizo Empédocles, a la génesis de estos seres cuando todos los organismos de la tierra estaban sin emparejar y donde sólo pervivieron dos híbridos, las sirenas y el minotauro, quienes alcanzaron una constitución viable. Lourdes Murillo las ve como mujeres marinas que, armoniosamente, se transforman en un ritmo ondulante, como el del agua del Guadiana, y con el color rojo, un color sólido que representa la pasión y la vitalidad. Y junto al rojo el color verde, cuya superficie es mayor, quebrada con las formas caprichosas de la tiza y el yeso, escenificando la frialdad de las aguas fluviales donde se sumergen las sirenas. En un medio falto de cualquier fuerza emocional, pero siendo un nexo necesario con el mundo porque las dos parte, el rojo y el verde, la energía y la impasibilidad, se complementan desde la prehistoria al formar parte de nuestra existencia.Y qué mejor manera de representarlas que contraponiendo dos colores: el que nunca es neutral, el rojo que aporta intensidad y acción, y  el que nos conduce a la calma y restablece la armonía, el verde. Los dos relatan una historia que pretenden representar la urgencia y la tranquilidad, el movimiento y la renovación. En definitiva la memoria.

 

 

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