CUANDO LA HISTORIA SE VA DESDIBUJANDO:  LA MALTRATADA PUERTA DE TALAVERA

(IV)

2. EL CONVENTO DE SAN FRANCISCO

(PRIMERA PARTE) 

 

 

 

 

San Francisco es uno de los edificios más emblemáticos de Plasencia, salvado de su ruina al recuperar de la mano del arquitecto José Miguel Rueda entre 1994 y 2004, por un lado, la iglesia y el entresuelo del antiguo cine gracias a la iniciativa de Elia Blanco a través de fondos Interreg y el apoyo de Francisco Muñoz y, por otro lado, al remodelar el convento a una residencia de ancianos por parte de la Junta de Extremadura bajo la dirección de los arquitectos Fernando Serrano y José María Mazo. Es uno de los conventos franciscanos más antiguos de la Península Ibérica, del año 1233, poco después de haber sido fundada la ciudad. El convento llegó a tener tres cátedras, de Teología, Escolástica y Filosofía Del pequeño cenobio junto a la ermita de Santa Catalina del Arenal, el inmueble fue pasando diferentes etapas en las que se reedificó la fábrica y se hicieron reformas en los siglos XIV, XV, XVI, XVII y XVIII, llegando a la guerra de Independencia cuando fue saqueado y fue languideciendo con la desamortización de Mendizábal.  

 

 

 

 

Según la tradición, fue fundado, sin datos que lo afirmen.  La historia de tal hecho nos lo ofrece José de Santa Cruz, cronista de la Provincia de San Miguel, que afirmó en 1671 que San Francisco se hospedó al visitar a Alfonso VIII en la ermita de Santa Catalina del Arenal fundándolo el propio San Francisco de Asís[1]. También, cuenta la leyenda que al regresar a Italia envió a varios frailes para fundar el convento junto a la ermita de Santa Catalina del Arenal.

 

 

 

 

De lo que sí se tiene constancia es de la bula papal de Gregorio IX, de 26 de mayo de 1233. Los franciscanos se opusieron a la creación de un convento de monjas cistercienses en las proximidades de su monasterio, recurriendo al obispo de Coria para elevar su queja ante el Papa. La bula papal no fue respetada hasta  el siglo XIV, cuando se registra la presencia del Císter en Fuentidueñas al trasladar a las monjas desde el convento de San Marcos, fundado en 1233 como convento de San Leonardo por Diego González de Carvajal, miembro del Císter y caballero del rey Fernando III. El traslado vino dado por los conflictos y tentaciones generados con la comunidad de frailes al estar su edificio al lado del convento actual de San Francisco. Hoy el inmueble de San Marcos no existe al ser absorbido por los franciscanos, aunque si la calle donde se edificó. Ello nos lleva pensar que la fundación del convento de San Francisco fue anterior a 1233.

 

En el siglo XIV, a finales de 1338, un incendio arrasó gran parte del cenobio y en el segundo tercio del siglo XV se levantó un nuevo templo con las aportaciones que hizo Gracia de Monroy en su testamento dentro de las trazas góticas a cargo de los notables canteros Pedro Ximénez y Bartolomé de Solórzano, quienes trabajaban en ese momento en la catedral. Con esta segunda actuación el edificio primitivo desapareció prácticamente, dejando sólo algunos testimonios de la época medieval en los muros  perimetrales del claustro.

 

En 1567, por mandato del Pontífice Pío V, todos los conventos claustrales españoles se incorporaron a la Observancia[2], y en el caso de San Francisco se adscribió a la provincia de San Miguel, creada en 1548 como parte de la escisión que tuvo la de Santiago. Hacia 1616 se iniciaron las obras de la nueva iglesia, siendo costeadas en parte por los servicios religiosos que prestaron, entre ellos los entierros de la nobleza placentina en el templo, finalizándose la construcción en torno a 1680 dentro ya del estilo barroco.

 

Durante el siglo XVIII hubo una serie de reformas menores que no afectaron a la estructura del convento. Pero, la Guerra de Independencia supuso el inicio del abandono progresivo del edificio. Las tropas francesas en 1811 saquearon e incendiaron imágenes y retablos durante las distintas tomas de la ciudad.  En los cuatro años que duró la guerra, la ciudad fue invadida y ocupada doce veces, damnificando seriamente muchos edificios públicos civiles y eclesiásticos con sus bienes asociados.  Así, las tropas francesas en 1811 saquearon e incendiaron imágenes y retablos del convento.   El edificio sufrió grandes daños lo que supuso una agonía que obligó a cerrar sus puertas definitivamente en 1835 tras implantarse la exclaustración decretada por Mendizábal. Dos años después y como consecuencia de la desamortización los frailes fueron expulsados del cenobio.

 

 

 

 



[1]         SANTA CRUZ, J. de, Chronica de la Santa Provincia de San Miguel de la Orden de n. Seráfico Padre Francisco, Capítulo XIV, Libro II, Viuda de Melchor Alegre, Madrid 1671, pp.136-138: «Eligió el Santo para su hospedaje, y recogimiento la Ermita de Santa Catalina del Arenal a orillas del Xerte río de abundantes, y frescas aguas, y de vistosas arboledas, particularmente en el paraje de S. Catalina. Porque en medio de la más copiosa tabla del río hace punta una isla solitaria; a donde el foso de las aguas, y la muralla de diversos árboles guardan un retiro amenísimo, y secreto, y muy acomodado a la contemplación. Sólo se oye el murmurio de las aguas, el silbo de las hojas, y el canto de las aves, música natural que no estorba el silencio…Junta esta comodidad con el espíritu pronto del Seráfico Padre, ya se ve que sería un paraíso. Aquí la oración  al Cielo desprendían los sentimientos de caridad, que salía a comunicar los Ciudadanos: y los dejó tan devotos, y agradecidos, que, en el mismo sitio de Santa Catalina del Arenal, que es a orillas del rio, y enfrente de la isla distante de los muros de la Ciudad cosa de sesenta pasos, entre Oriente y Mediodía, edificaron después el Convento de esta Orden».

[2]           Cf.  FLICHE, A. y MARTIN, V., Histoire de l'Eglise, 14, Paris 1964, 1031-1106.- ODOARDI, G., Conventuale. Conventualesimo, en Dizionario degli Istituti di perfezione, V. II, Edizioni Paoline, Roma 1980, p. 1703: «Los "Observantes" son en la época del primer Renacimiento los partidarios del retorno a los primeros fervores del instituto, amantes del retiro, de la oración mental, de la austeridad y de la pobreza, de la sencillez en los edificios y en la celebración litúrgica; "conventuales" son los moradores de los edificios espaciosos, en que el ritmo solemne y ordenado de la vida común -el conventus- es un valor primario; bien avenidos con las mitigaciones legítimas, con arreglo a las cuales hicieron su profesión, enemigos de innovaciones y de fervores extemporáneos, confían a la seriedad de la disciplina monástica la fidelidad fundamental al ideal y la eficacia del servicio a la iglesia».

 

 

 

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