CUANDO LA HISTORIA SE VA DESDIBUJANDO:  LA MALTRATADA PUERTA DE TALAVERA

(III)

1. LA PUERTA TALAVERA 

 

La Puerta de Talavera debe su nombre al acto de hermandad que hubo entre Plasencia y Talavera de la Reina en 1272. En él se acordaba un amparo mutuo no sólo defensivo, sino también jurisdiccional en cuanto las demarcaciones de los concejos.  Era la puerta que estaba orientada hacia ciudad talabricense. Tanto Luis de Toro como Fray Alonso la mencionan: el primero como la del medio día y el segundo la describe como la que «cae entre oriente y mediodía». Fue tal la importancia de esta entrada que en ella, con esmero e intencionalidad, se colocó la Piedra de la Libertad para decir a toda Castilla que el periodo de señorialización, bajo el mandato de los Zúñiga, había terminado. Y se dio por finalizada merced a los Carvajal, cuyo escudo de armas se incorporó centrado en la parte inferior de la lápida. Fue el emblema de Plasencia, un elemento propagandístico al servicio de los Reyes Católicos, cuya providencia sobre la ciudad fue inmediata.

 

 

 

                                                                                                    

                                                                                             


Era una de las puertas principales con dos torres semicirculares a los lados, diferenciándose de los postigos que la flanqueaban, el de Santa María y el de Clavero. Contaba, en un principio, con dos arcos de acceso sin ninguna decoración. Su altura, como se ve en la propia muralla fue proporcional a la del muro.

 

Tras la caída de los Zúñiga, se produjeron unos hechos que dieron lugar a la colocación de esta lápida:  las huestes de los Reyes Católicos, reagrupadas y organizadas en la ermita de Fuentidueñas, entraron en la ciudad y arrebataron el poder al Duque Álvaro de Zúñiga[1]. Con ello estableció de nuevo el carácter de realengo que tenía Plasencia antes de estar bajo el dominio de una estirpe nobiliaria. Así, el 20 de octubre de 1488 Fernando el Católico, ayudado por algunos linajes placentinos, entró en la ciudad e hizo jurar a los llamados caballeros-patricios en la catedral que nunca el concejo volvería a manos de ningún señorío.


La puerta se ubicó ahí por tener un acceso condicionado por la topografía, por su fácil entrada en un terreno llano de reducidas medidas que daba a una pequeña vaguada. Se aprovechó el desnivel para dar consistencia a la muralla ganando altura con el fin de defender mejor la ciudad, pero limitando el crecimiento de Plasencia. Una cuestión esta que será la causa de su transformación permanente. 

 

 

La función principal de la Puerta Talavera fue la de unir dos ejes viarios de la ciudad, la de comunicar el exterior con la Plaza Mayor a través de una calle de corto recorrido. Pero, al mismo tiempo, marcaba el nexo entre dos mundos, el urbano y el rural. Y por esta razón su frontal se decoró con el escudo de Carlos V, los de la ciudad y la lápida con la leyenda que ponía de manifiesto que estabas en una ciudad libre. Estos símbolos no eran más una clara manifestación de aquella idea que el mundo antiguo otorgaba a algunas estructuras considerándolas sagradas y consagradas a los seres protectores. De ahí que fuese el blasón placentino por excelencia.

 

Como puede verse en el plano de Luis de Toro, la puerta estaba enmarcada por dos torres con una doble finalidad, la de tener mayor movimiento a la hora de defender el recinto amurallado y la de poder flanquear todo su entorno. La disposición, pues, se corresponde con el modelo medieval con mejoras posteriores, lo que añadió un mayor coste en su ejecución. Quizá, ello se deba a esa función que tuvo de protectora de todo el concejo que, tras el final de la señorialización, se la quiso distinguir como enseña de un territorio de realengo y, por lo tanto, propiedad del rey y no de los propietarios alodiales[2]. Una cuestión que supuso su construcción con Alfonso VIII y su derribo con Felipe V.

 

Tuvo tal importancia esta entrada que allí se celebraban los mercados de ganados, teniendo en cuenta que estamos hablando de un sector muy importante para los territorios circundantes y que los oficios relacionados con la ganadería se ubicaban en torno a la iglesia de San Juan. Además, sirvió para controlar no sólo el vino que entraba en Plasencia, sino también el de la prostitución, prohibida practicarla intramuros, puesto que en el barrio Toledillo, San Juan hoy, se asentaba el prostíbulo placentino.

 


A estas actividades se le fueron sumando otras de índole muy diferente, como las institucionales. Allí tenía lugar el recibimiento de la ciudad a las autoridades, allí tomaban contacto por primera vez los obispos nombrados para la diócesis y allí la Hermandad Franciscana y Venerable de la Vera Cruz iniciaba el recorrido procesional del Santísimo Vía Crucis en las madrugadas del Viernes Santo hasta la Isla. Dentro de este itinerario, el convento de San Francisco era la parada más esperada y significativa puesto que desde la segunda década del siglo XIII ya se tienen noticias de la existencia de este monasterio y de la presencia de Orden Tercera o penitentes franciscanos seglares[3], fundadores de la Cofradía de la Cruz en Plasencia, cuya presencia en Castilla data de 1233. Se distinguieron por el hábito azul, como el de los jacintos y, tras años de disputas jurídicas, morales y religiosas, esta Orden fue aceptada por los franciscanos bajo su dirección espiritual mediante la bula de Nicolás IV[4] Unigenitus Dei Filius en 1290. 

 

La imagen de la puerta se mantuvo, prácticamente, igual  hasta el 19 de marzo de 1704. Con la llegada de los Borbones se siguió la norma, muy socorrida en el Renacimiento, de la entrada triunfal de los monarcas en las ciudades. Una fiesta en la que los concejos se volcaban y hacían partícipes a todos los estamentos sociales. Para tal fin se idearon estructuras efímeras, que simulaban una portada de cartón recubierta de una profusa ornamentación. Se sustituyó, pues, de manera simbólica la Puerta de Talavera. Su significado no fue otro que la toma jurisdiccional borbónica de un territorio cuya ciudad acataba su obediencia.

 

 

Arco de triunfo para la entrada de Felipe V en Madrid.

Teodoro  Ardemans (1664-1726). 

 

Como consecuencia, el entorno no varió, pero sí  la entrada más representativa de Plasencia. La perspectiva de ver enmarcado un paisaje urbano se distorsionó al faltar el límite que separa la parte de intramuros del exterior; un panorama conformado por el paseo de Caño Soso, el inicio de la Corredera el Hospital de la Merced, el Convento de San Francisco, las ermitas de San Miguel y Santa Catalina del Arenal y, al fondo, el parque público de La Isla y la Domus de Don Fabián de Monroy o Colegio del Río. 

 

 

 

 

 

Imagen en blanco y negro de un edificio

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[1]              LÓPEZ DE ZUAZO Y ALGAR J. M., «Plasencia año 1488: La incorporación de la ciudad a la corona real», Revista de Estudios Extremeños, Tomo LXXIV, N.º III, 2018.

[2]              MONSALVO, J.M., «Frontera pionera, monarquía en expansión y formación de los concejos de villa y tierra. Relaciones de poder en el realengo concejil entre el Duero y el Tajo (c.1072-c.1222)», en Arqueología y territorio medieval, núm. 10-2), 45-126, 2003. 

 http://www.ujaen.es/revista/arqytm/PDF/R10_2/R102_2_Monsalvo.pdf

[3]              ESPIRA, J. de, «La tercera, de no menor perfección, se llama Orden de Penitentes, la cual comprende saludablemente gente de ambos sexos, clérigos y laicos, vírgenes, continentes y casados», en Vita S. Francisci, núm. 23, en Annalecta Franciscana X, Bonaventurae, 1926. pp. 345 y ss.

[4]              Cfr., MEERSSEMAN, G.G., Dossier de l'ordre de la pénitence au XIIIe siècl, Editions universitaires, Friburgo, 1961, en MANDONETT, P., «Les origines de l’Ordo de poenitentia», en Compte-rendu du 4e Congres scientifique international des catholiques, 5e section. Friburgo, 1885.

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