LAS SIRENAS DEL GUADIANA

(III)

Dos mujeres formadas fuera de Extremadura que emprendieron su trayectoria lejos de aquí, pero en las obras que trabajan sus raíces están muy presentes. En este sentido, cada uno de ellas interpreta la figura de la sirena de forma bien distinta: como ángeles, como seres ambiguos asociados al más allá con capacidad para conducir las almas  y como un imaginario femenino que se funde con el agua.

 


Mariajosé Gallardo, formada en los círculos sevillanos y con un lenguaje propio, nos presenta mediante una serie de códigos el valor de la imagen y su poder de transmisión incidiendo en su carácter ritualizado. Establece, a primera vista, un símil entre las virtudes de aquellas sirenas de la Antigüedad con la sabiduría y virtuosidad de quien ostenta el poder.  Y lo hace como si ella fuese una de las scriptoria alfonsíes al ilustrar aquellos saberes que son fundamentales para el conocimiento de la vida, recurriendo a la función mágica, misteriosa e inexplicable de las imágenes que crea en su obra. Sortea la damnatio memoriae para que ni condenemos ni olvidemos las historias y leyendas que nos han transmitido la literatura y la tradición oral que, en su caso, nos remiten a los cuentos, a las canciones y a la religiosidad en torno a la Virgen de la Coronada de Villafranca de los Barros, su lugar de nacimiento.

Y la manera que tiene de representar esta idea es a través de una alegoría que compara las virtudes del buen gobernante, las de Alfonso X, que trascienden más allá de su muerte, con la concepción medieval del bestiario; una visión animalística introducida por el Domokóyog griego en el cristianismo medieval. Así, frente a la idea que se tenía en la época de Alfonso X de las sirenas, consideradas un «uomo indeciso, incostante in tutti i suoi disegni», como la encarnación de la hipocresía y la falsedad, de la apariencia y la falta de piedad, propio de las bestias, Mariajosé Gallardo alude con el tríptico a toda una interpretación didáctica y moralizante. Un tríptico que representa la perfecta armonía al reflejar en sus tres partes un comienzo, un intermedio y un final, y donde despliega metáforas sobre lo humano al relatar, como si fuese un tratado, de qué manera las sendas del pecado, lo humano, lo natural, lo visible y la perdición de las almas contrastan con lo divino, lo extraordinario y lo invisible.

 

 


 

 


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