ENTRE LA CEGUERA Y EL RETO
Denis Diderot en Lettres sur les aveugles intentó descubrir el mundo interior de los ciegos, la estructura de todo un universo hasta ese momento vetado, y criticó duramente la superstición secular que pesaba sobre los invidentes. El fin que persiguió con ello no fue otro que entender la naturaleza en su totalidad. Los sentidos, esas idées des figures, esas imágenes mentales tan traídas y llevadas en estos dos últimos siglos, han conformado y nos han revelado cómo el conocimiento hace al hombre realmente humano[1]. Pues así, como Diderot se enfrentó a toda una sociedad y a sus creencias mediante un reto, esta idea sigue siendo muy valiosa a la hora de analizar las tensiones, los conflictos y las fracturas por los que atraviesa el arte.
Si echamos un vistazo a nuestro alrededor, el concepto sobre la creación ha tomado forma de cripta[2]; un recinto cerrado donde se custodian las obras de arte, y cuyos guardianes son los guías que, con astucia y diplomacia, conducen a los elegidos por los caminos laberínticos de un lugar tan selecto. Pero lo que no saben es que las tendencias envejecen con gran rapidez y su semblante cambia constantemente.
Pero entre la ceguera y el reto, también existe otra vía por la que transcurrir: el arte se abre a otros ámbitos en medio de esta deriva, en mitad de territorios inciertos, donde las obras se vacían de contenidos, se vuelven poco comunicativas y, paulatinamente, se desintegran en sí mismas. Esto es, como afirmaba Arthur Coleman Danto al finalizar los años setenta y sin entrar en polémicas a cerca de la teoría del arte, estas obras pierden hoy una de sus dos ciudadanías con las que cuenta la creación. Bien aquella que les otorga su condición de objetos al uso bien aquella que las reconoce como únicas. Y ante esta diatriba aparece el desafío, la reflexión y la unión de todas las artes en forma de caja, como la de Pandora, como una metáfora sobre los espejismos, los excesos y las novedades (que no son tales), como una ilustración que nos muestra con todo detalle el orden sin concierto[3] en el que nos hallamos, la reinvención del arte y la puesta en tela de juicio de todo un sistema, a cuya sombra se acogen ya demasiados, ¿demasiados? ¡Demasiados!
[1]Véase DIDEROT, D., Cartas sobre los ciegos para uso de los que ven, Ediciones de la Piqueta, Madrid, 1978.
[2] ABRAHAM, N. y TOROK, M., Cryptonymie: le verbier de l'Homme aux loups., Flammarion, País, 1987.
[3] UBERQUOI, M-C., ¿El arte a la deriva?, Debolsillo, Barcelona, 2004. Véase la introducción.
Comentarios
Publicar un comentario