Arte y espiritualidad en la era contemporánea: un cambio de modelo.

 (II)


                             
Iglesia del Sacre-Cœur de Audincourt,

Francia fue el primer país que, tras aplicar en 1947 la Encíclica Mediator Dei en el pontificado de Pío XII, fijó  las nuevas directrices litúrgicas[1]. De esta manera, la Iglesia gala adaptó con prontitud «las imágenes y formas modernas, efecto de la adaptación a los materiales de su confección, no despreciándose ni prohibiéndose en general por meros prejuicios, sino adoptando un equilibrado término medio entre un servil realismo y un exagerado simbolismo, con la mira puesta más en el provecho de la comunidad cristiana … [La Iglesia da libertad al artista y al] arte moderno para que también él sirva dentro de la reverencia y decoro debidos a los sitios y actos litúrgicos, y así pueda unir su voz…». Desde entonces, se sobrepuso la utilidad formal del lenguaje contemporáneo y se ejecutaron ambiciosos programas de arte sacro liderados por  relevantes artistas contemporáneos; creadores que contribuyeron a dar forma a esa nueva espiritualidad: la iglesia del Sacré-Cœur de Audincourt, en Doubs es el ejemplo de una nueva época. Construida entre 1949 y 1951 como parroquia, financiada con donaciones y llevada a cabo por trabajadores voluntarios, en ella vemos cómo Jean Bazaine diseñó el mosaico abstracto en la entrada y en la vidriera del baptisterio, Jean Barillet se ocupó de las vidrieras de la nave y del coro, realizadas con losas de vidrio diseñadas por Fernand Léger y cómo Joan Miró no quiso intervenir en la portada.

Iglesia Ecuménica, Langendrof, 1971, arquitecto,  Manuel Pauli, campanarios de Ángel Duarte.

Este cambio de rumbo rompió, en cierta medida, con la tradición ilustrada del siglo XVIII. Una nueva visión de la fe que entró en contradicción con una civilización occidental estrechamente vinculada a la tradición cristiana y, a la par, se unió a la esencia del humanismo al considerarlo como primera forma del laicismo actual[2]. Un acervo espiritual que no ha variado apenas desde la iconoclasia del año 730, a pesar de haber pasado por el apostolado contrarreformista del siglo XVII, por el proceso de secularización sostenido desde la Ilustración contra un modelo devocional o por el pensamiento de los siglos XIX y XX que contrapusieron la religión al progreso y la fe a la libertad[3].

 

 Iglesia Ecuménica, Langendrof, 1971, Chemin de Croix de Ángel  Duarte

Hoy, en el siglo XXI, todo ello constituye un legado comunicativo de enorme dimensión donde la imagen tiene un papel esencial, sobre todo si pensamos que estamos ante un «humanismo vacuo y aguado» inmerso en una era tecnológica[4]; un humanismo que tiene como contrapeso a la denominada «religión laica», a un laicismo en nada anticlerical puesto que el conocimiento de la historia de las religiones nos ayuda a comprender nuestra historia y nuestro presente[5]. Quizá, esta necesidad de creer en la capacidad de trascendencia del hombre, de ir más allá del mundo sensible, influencia clara de la filosofía oriental, es el eje que modela la creatividad de los artistas contemporáneos.

 

                                        

   Guillermo Silveira, Virgen y Niño, 1971.

Dentro de todos estos conceptos e imbuidos por ese espíritu y este cambio posconciliar, los artistas, siguiendo a Vassily Kandinsky, crean piezas muy personales que poseen dos lecturas, una que es material y otra mística, y ambas actúan en favor de cierta espiritualidad. Estamos ante un renacimiento del pensamiento moral donde muchos artistas (no todos) se involucran en la cultura, en sus símbolos, con el fin de cambiar esa cultura atacando incluso esos mismos símbolos. Intentan reencontrase con la religión, de «religar hombre y cosmos»[6], pero sin aquella tutela religiosa que vivieron los hombres antes de la Ilustración, sino con la clara intención de ampliar los horizontes al observar y describir cualquier creencia[7].  Pintura, arquitectura, escultura, fotografía, collages, cuadros-objeto, instalaciones, performances, arte textil o grabados sirven para plasmar el cambio de modelo estético, para mostrar cómo se entendía el arte religioso antes de mediar la década de los años cincuenta del pasado siglo y aquel que se dio a partir de los años sesenta.

 

Hilario Bravo, Bodegón, 1998



[1    https://www.vatican.va/content/piusxii/es/encyclicals/documents hf_pxii_enc_20111947_mediator-dei.pdf, Directrices para la construcción de iglesias según el espíritu de la liturgia romana, redactadas en 1947 por la Comisión litúrgica de la Conferencia Episcopal Alemana, reunida en Fulda.

[2]              GUÉNON, R., La crisis del mundo moderno, Paidós Orientalia, Barcelona, 2001, p. 27.

[3]              LÓPEZ RASO, P., «Vicisitudes de lo sagrado en el arte contemporáneo: del silencio al neomisticismo», Relectiones, núm. 4, 2017.

[4]              DUQUE, F., Residuos de lo sagrado, Abada Editores, Madrid, 2010, p. 11.

[5]              TOURAINE, A., Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy, Paidós, Barcelona, 2005, p. 221.

[6]              RACIONERO, L., El Mediterráneo y los bárbaros del Norte, Círculo Lectores, Barcelona, 1986, pp. 220-221.

[7]              TODOROV, T., El espíritu de la Ilustración, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2008, p. 11.

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