LA OTRA HISTORIA DEL RETABLO MAYOR DE LA CATEDRAL NUEVA DE PLASENCIA
Muchas veces nos hemos preguntado cuánto costaban las grandes obras obras de arte, cómo se negociaban y cuál era el resultado final. Generalmente, estos datos sólo aparecen en las tesis doctorales o en los artículos científicos. Pues veamos un ejemplo.
El retablo mayor de la catedral de Plasencia, dedicado a la Asunción de la Virgen, fue trazado por Alonso de Balbás, maestro de Ciudad Rodrigo, para asentarlo en un presbiterio de doble altura ( si tenemos en cuenta que su ancho es de 19,50 metros) rematado por balaustradas diferentes, con tres contrafuertes muy labrados y al sur una caja de escalera de caracol que da acceso al primer nivel de cubiertas (con tres ventanas apuntadas y con pequeños altares laterales, aunque la central está cegada por ocupar el lugar del cuerpo superior del retablo). Por la traza, según los libros de fábrica consultados, se le pagaron 500 reales, ocupando el artefacto 375 m2 de superficie. El ensamblaje lo debía realizar, juntamente con Alonso de Balbás, Andrés Crespo en 1624, pero el día 8 de noviembre de ese mismo año, el Cabildo por razones presupuestarias adjudicó el proyecto a los hermanos Cristóbal y Juan Velázquez, de Valladolid, ajustándose el coste en 4.000 ducados.
En 1625 miembros del Cabildo se pusieron en contacto con el escultor Gregorio Fernández, pidiendo asimismo parecer a Juan Martínez Montañés, Juan González de Toledo y Pedro de Sobremonte para contrastar los proyectos. El 7 de mayo se firmaron los protocolos y los honorarios se estipularon en 7.000 ducados, y el plazo de ejecución se estimó en tres años y medio. Sin embargo, en lugar de estar terminado hacia 1628, las obras se retrasaron. La preocupación del Cabildo, como se desprende de los legajos del Archivo Catedralicio (Leg. 91.11), fue en aumento. De esta manera, en 1629 se envió a Valladolid al licenciado Juan M. Cabeza Leal para entablar conversaciones, rogándole encarecidamente que cumpliese al menos parte del proyecto, especificándole que debía esculpir el relieve central de la Asunción, puesto que, por una parte, la Iglesia Catedral está bajo su advocación y, por otra parte, se temía por su vida. En 1632 se instaló todo el conjunto y dos años después moría Gregorio Fernández.
Entre 1654 y 1655 se realizaron las pinturas al óleo de La Anunciación y de La Adoración de los Pastores, encargadas por esas mismas fechas al pintor Francisco Rizzi, discípulo de Vicente Carducho y pintor de cámara de Felipe IV, para ubicarlas en el primer cuerpo del retablo. Con anterioridad, en 1653 se ejecutaron los dos grandes lienzos de la parte superior, La Epifanía y La Circuncisión, realizados por los pintores Luis Fernández y Mateo Gallardo, pertenecientes también como Francisco Rizzi a la nueva escuela de Madrid, según consta en los archivos (Lg. 91, 11), y cuya calidad es inferior. De la misma forma y en esos años, el retablo fue dorado por el maestro Simón López, quien cobró 138.300 reales por utilizar oro de 23 quilates del total destinado, 1.421 ducados, a la pintura y el dorado. Por último, el retablo se remata con un gran tabernáculo bajo cupulino que alberga la Virgen del Sagrario y los escudos de dos obispos, Pedro González Acebedo que había dado unas suma considerable de escudos (también pagó la reja del coro a Juan Bautista Celma) y Diego Arce y Reinoso quien sufragó el importe del dorado y de la pintura del primer cuerpo. El basamento (de 1,20 ms.) y la escalinata se hicieron en jaspe y la labor se estimó en 27.500 reales.
En el contrato, siguiendo del legajo, se especificó que las tallas fueran de madera de pino seca, limpia y sin nudos, además las esculturas deberían estar bien movidas. Asimismo, la obra está constituida por una predela, dos cuerpos, ático y siete calles, siendo simétrico desde el centro a los laterales. La planta es poligonal, adaptada a la forma del altar mayor y las calles se separan mediante intercolumnios dobles de orden corintio. En su concepción, muy vallisoletana, es semejante al realizado para la iglesia de San Miguel de Vitoria, aunque el de Plasencia se amplió por los laterales. Curiosamente cada cuerpo es independiente (siendo tres) y el peso no recae uno sobre otro con la finalidad de dar estabilidad y seguridad a un armazón de siete calles más el tabernáculo o templete de dos cuerpos.
Se trata de una de las mejores piezas del barroco español que se costeó con fondos capitulares y aportaciones individuales de obispos. Una obra que cabe encuadrar en el estilo naturalista de la primera mitad del siglo XVII y destila el estilo personal de la última etapa del maestro Gregorio Fernández (en la que contrasta el naturalismo de las carnaciones, alejado de los postulados afables aprendidos en el taller de Francisco Rincón, con el recorte y dureza de los ropajes para hacer creíble la imaginería y el carácter escenográfico de las telas de Rizzi). En el primer cuerpo se colocaron las esculturas de San Pedro, San Pablo, San Juan Bautista y Santiago; en el segundo cuerpo aparecen las figuras de San Joaquín, Santa Ana, San Fulgencio y Santa Florentina (patronos los dos últimos de la ciudad de Plasencia) en torno al motivo principal del retablo, la Asunción de la Virgen rodeada de los apóstoles que se ven desbordados por razones de perspectiva. El remate se corona con el Calvario (con San Juan, la Virgen y la inclusión de la Magdalena por parte de Gregorio Fernández), San José y Santa Teresa de Jesús (canonizada siete años antes) acompañados, por una parte, de los arcángeles San Miguel, San Gabriel, San Rafael y, posiblemente, San Uriel y, por otra parte, de las virtudes, la Fe y la Esperanza. Arriba, enmarcado en frontón el Padre Eterno y, sobre él, las tres virtudes teologales, Fortaleza, Justicia y Templanza. Toda una lección de los postulados nacidos del Concilio de Trento contra la Reforma protestante, y donde se proclamaron las reglas del dogma, de la liturgia y la ética de la Iglesia católica.
En los relieves del zócalo, magníficos como idea y como ejecución bien llevada a cabo, Gregorio Fernández relató la Pasión y la contrapuso a todo un desarrollo iconográfico en torno a la vida de la Virgen que desplegó en el segundo cuerpo, haciéndole coincidir con el motivo central de la Asunción.
Los trabajos de conservación y restauración del Retablo Mayor se llevaron a cabo en tres fases: las dos primeras, entre mayo y agosto de 1999, para realizar estudios preliminares bajo la dirección técnica de la Junta de Extremadura, y la tercera fase entre febrero y agosto de 2000 para ajustar los ensayos y las pautas dadas.
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El ducado del siglo XVI y de comienzos del siglo XVII tendría una equivalencia actual de unos 196 € (según el precio del oro en peso en 2023 de 54.54 € por gramo de 22 K).
El real español es una moneda de plata de 3,35gramos que circuló en el Reino de Castilla en el siglo XIV y fue la base del sistema monetario español hasta mediados del siglo XIX. En 1480, durante el reinado de los Reyes Católicos, su valor fue de 31maravedíes. A partir del año 1497 pasó a valer 34 maravedíes.
El maravedí fue una moneda, de origen musulmán, de cobre de curso legal desde1474 con los Reyes Católicos en los reinos peninsulares, y tuvo vigencia hasta la primera reforma en el sistema monetario de Isabel II en 1854.
1 € = 166,386 pts. = 665,65 reales nuevos = 266,22 reales antiguos = 9.051 maravedíes.
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