LA PINTURA COMO RESONANCIA

Juan Carlos Lázaro

 




La pintura de Juan Carlos Lázaro (Fregenal de la Sierra, 1962) se ha ido haciendo sugerencia poco a poco desde 1998. Formas desvaídas conforman las imágenes que pretenden captar la esencia de los elementos representados; o construir una narración sobre un entorno casi vacío y al que debe dotarse de sentido. No existe un afán de representar, sino una voluntad de insinuar, de evocar poéticamente la realidad cotidiana. Una visión sintética que va tomando cuerpo en sus últimas creaciones, pasando de una existencia aérea a una materialidad palpable al dar corporeidad a los objetos pintados. Hace de su pintura una resonancia, una oscilación, un péndulo que va de lo material a lo inmaterial para volver de las apariencias a las formas, de la evocación al reconocimiento. 


 

Si algo caracteriza su pintura, es su interés por aunar una realidad (de la que parte), una mirada (cuando interpreta) y una apariencia (como resultado final), aunar para mostrarnos su punto de vista. Estos tres conceptos hace que pasemos de la indefinición a la objetivación, de la sugerencia a la materialidad y viceversa. Y siempre lo hace jugando con la noción de intensidad. De ahí que desde 2005 las formas extremadamente traslúcidas, próximas a la abstracción lírica,  han ido ganando cuerpo, matices y visibilidad a través de un proceso de desocultación para desembocar,  en 2017, en cuadros sosegados; en cuadros donde existe un equilibrio  entre la esencia y el peso de la realidad, como si se tratara de presentarnos un poemario, el suyo.

Todo un camino  de búsquedas y hallazgos.

 


 

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