Hacia una nueva configuración urbana: Plasencia en los siglos XIX y XX.
(y cuarta parte)
E indudablemente, la arquitectura contemporánea se incorporó al tejido urbano de la mano de grandes arquitectos: el edificio construido para los servicios centrales de Caja de Ahorros de Extremadura, frente al Hotel Alfonso VIII, del arquitecto Manuel Sainz de Vicuña, el polideportivo de Sáenz de Oiza, los nuevos Juzgados de Milla Mira y Navarro Arquitectos o el palacio de congresos de José Selgas y Lucía Cano[1]. Estos dos últimos se sitúan en el borde urbano para fijar un límite en una zona periurbana que se funde con el entorno natural definiendo un nuevo lugar, un testimonio de los tiempos que corren para intentar no perder el impulso creador, político o económico que Plasencia, como casi toda Extremadura, va perdiendo. Pero esta pretensión de modernizar la ciudad sí ha determinado una nueva ordenación con otra dimensión histórica, ambiental y económica de la que se carecía antes de la guerra civil española, suponiendo, a la par, un tránsito entre distintos mundos y culturas que han posibilitado la permanencia y la continuidad de algunos preceptos antiguos de la propia ciudad.
No olvidemos que el casco histórico placentino ha sufrido, desde el siglo pasado, un grado avanzado de transformaciones en su patrimonio, consecuencias directas de las alteraciones ocurridas en nuestra historia reciente. Problemas que se materializaron en los años noventa al crearse una discontinuidad del tejido urbano derivado del crecimiento a saltos. De la pérdida patrimonial de Plasencia se dio cuenta ya en el artículo «Tejido y personalidad urbana de Plasencia», publicado en 1986: «la creación de una nueva identidad que anula el pasado… con problemas de relación, de falta de espacios… congestión de tráfico… falta de gusto, de iniciativas públicas… [que hacen de ella] una ciudad cerrada»[2]. Pérdidas que han continuado en el tiempo por falta de sensibilidad en favor de crear falsos espacios abiertos. El antiguo hospital de la Merced y su sustitución por un parking de dudoso gusto sirvan de testimonio. Sin embargo, esta deconstrucción ha dado paso en los últimos años a una mayor concienciación sobre la ciudad y su historia que nos sugiere un futuro optimista. Una labor llevada a cabo por los técnicos municipales y aquellos que formaron parte de la desparecida Área de Rehabilitación Integral.
Por otro lado, a caballo entre los siglos XX y XXI, la ciudad ha continuado extendiéndose en dirección hacia el Valle del Jerte con la urbanización Valle del Jerte, ubicada junto a la carretera N-110 y al embalse de Plasencia, la sierra de Santa Bárbara en la que predominan las pequeñas propiedades, no exentas de controversia, cuya finalidad es la de autoabastecimiento, con huertas, viñedos, olivos y casas de campo. Y por el suroeste el polígono industrial hasta llegar a la encrucijada de caminos conocida como glorieta de Fuentidueñas, donde confluyen las autovías A-66 y la autonómica Ex-A1, además de la proyectada línea férrea de Alta Velocidad y el parque eólico de la Sierra del Merengue.
2. A modo de conclusión.
El paisaje de Plasencia no es más que el
fruto de nuestra mirada. Es una construcción compleja que suscita reflexiones
sobre su polisemia al combinar una naturaleza objetiva, aquella que percibimos
con nuestros sentidos, y la acción humana que se ha ejercido sobre ella a lo
largo de su historia. Esta pluralidad ha configurado un territorio donde se
yuxtaponen la geografía, la historia, la estética o, incluso, la antropología,
determinando un paisaje tremendamente humanizado, un resultado lógico de todos
los procesos de organización que se han solapado, se han desarrollado
secularmente y han definido un modelo, una tipología concreta y una ocupación,
y dan como resultado diferentes patrones que varían sobre todo desde 1975 con las
alcaldías de Juan Francisco Serrano Pino, José Luis Mariño, Cándido Cabrera,
José Luis Díaz, Elia María Blanco y Fernando Pizarro, pero siempre dan como
resultado una ciudad, Plasencia. A todos ellos, con sus luces, más luces que sombra debemos nuestra gratitud por cuidar de este legado.
[1] LOZANO BARTOLOZZI, M. M., «Extremadura, un territorio de relevantes paisajes urbanos, en Paisajes Culturales de Extremadura IV, DGBAPC, Badajoz, 2020, pp. 33 y ss.
[2] CANO RAMOS, J.; SERRANO SAMPEDRO, F. y LÓPEZ HERREO, I., «Tejido y personalidad urbana de Plasencia», en Xerte, núm. 2, AVAJE, 1986.
Comentarios
Publicar un comentario