TIERRAS LABRANTÍAS/ TIERRAS PAVIMENTADAS 

 


La pintura de Miguel Calderón Paredes hemos de entenderla como un ejercicio de identificación personal,como un ajuste al territorio, como una aproximación a los paisajes de secano, las huertas, a los poblados de colonización. Y ahora debemos sumar los urbanos. Su pintura también hemos de interpretarla como un mundo en calma y en plenitud. En sus cuadros se construye un universo que se debate entre la presencia ineludible de la tierra -o el asfalto- y la ausencia de personajes. 

Ello hace de su obra verdaderas reflexiones metafísicas, sin olvidar por supuesto, la herencia de los viejos postulados románticos; aquellos en los que cobra suma importancia la soledad del artista a la hora de recrear. Y, como Antonio Machado en Campos de Castilla, nos nuestras nuestras tierras de labrantías. 

De esta forma, siente la necesidad de construir un universo que se debata entre la presencia ineludible de la tierra y su apariencia, con el objetivo de dar formas concretas a una Serena o a un Vera: Paisajes humanizados que cada vez que los miramos nos identifiquemos con ellos,  con su espacio y su tiempo.



Así, de esta manera y desde una perspectiva esencialmente plástica, sus óleos hemos de sentirlos como algo fenomenológico, como una observación empírica del entorno; una mirada que él estructura con maestría plástica; un universo propio que viene dado por los cambios constantes en sus paisajes que, en cierto sentido, se vuelven casi abstractos en alguna de sus series. A veces son sugerencias que sólo buscan sentido en el color y sus variaciones, en la luz y su intensidad, en las sombras y su opacidad o traslucidez. Y, a veces, son realidades más contundentes cuando se trata de vistas urbanas o construcciones dentro de un paisaje agrario. 

 

Todo un juego visual de superficies amarillas, plateadas, ocres, verdosas que genera  un verdadero tratado del conocimiento. Una explicación plástica humano, dejando a nuestro entender la construcción o la deconstrucción de la tierra, del agua, del edificio urbano, algo tan esencial para la existencia del propio paisaje pintado.

 

 


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