Memoria y Naturaleza
Juan Ramón Fernández Molina
No es fácil encontrar a artistas que acudan a los tratados sobre arte y se impregnen de las reflexiones y deducciones que puedan extraerse de ellos. Pero Juan Ramón Fernández Molina es uno de ellos. Y me viene a la cabeza la obra Rerum Natura de Tito Lucrecio, y me surge al hilo de las formulaciones que enuncian sus versos, que «nada nace de la nada» y «nada vuelve a la nada». Esto es, en gran parte de las series Juan Ramón Fernández Molina juega constantemente con la materia y su infinitud, con las partículas y el vacío. A partir de aquí desarrolla todo un proceso pictórico que va desde el uso la memoria hasta la impronta de una naturaleza a veces real y a veces es imaginada.
I
De la memoria
Y la memoria
para él no son más reflejos de emociones. Los trazos que dibuja sobre el papel
o el lienzo vienen a ser como un palimpsesto donde reescribir de manera
abstracta todo un proceso vital. Lo ocurrido es necesario para permanecer a
través del tiempo, como puede verse en Los restos del naufragio (2022). Así
donde algunos ven «temporalidad» o «finitud», a mi juicio se nos propone con
esos horizontes que delinea la idea de permanencia, una vuelta a su hogar
inveterado, un viaje para ver, para encontrar la calma, una sensación de
sosiego. Y, al contrario, en De los pasos (2006-2008) subyace lo
pasajero, la ligereza a simple vista, donde unos dedos rasgan el papel para
mostrarnos sólo un fragmento de algo que nosotros tenemos que terminar de ver:
lo infinito dibujado en una superficie finita o el establecer un recorrido sin fin a
través de las marcas en un espacio, el del papel, aprisionado. Sea como fuere, acudiendo
a la permanencia o a la transitoriedad, lo que no pretende, en ningún caso, es
lo que el pintor François Boucher no sabía, el distinguir entre la
luz de la sombra, como nos muestra en Breece (2011), para no
sumergirnos en un magma donde solo cabe el naufragio. Y lejos de ello está.
II
De la Naturaleza
Los signos que surgen en su pintura parecen liberarse de la caligrafía impuesta para transformarse en una realidad que describe con exactitud un paisaje. Si seguimos la teoría del profesor suizo Raphaël Brunner, Juan Ramón Fernández Molina se concentra en buscar un origen, un lugar, una tierra. Y lo plasma en un espacio plástico para que cobre vida, para que podamos actuar en él al concebirlo como un campo abierto, inacabado e incompleto, en los que se entrecruzan fenómenos reconocidos. El paisaje para Juan Ramón Fernández Molina es una hipótesis, un punto de partida desde donde se plantea soluciones pictóricas. Por ello nos avisa de la posibilidad de captar los continuos cambios de la luz hasta llegar a los detalles más menudos, los más fugaces. Un ejemplo lo tenemos en Tierras-Límites (2004), O, yendo un poco más lejos, entiende el paisaje como esa la relación sensible que el ser humano tiene con el entorno percibido, cotidiano o visitado que se materializa en una representación con visos antropológicos. Véase su exposición Entornos (2023) para comprender su postura ante la Naturaleza.
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