Humanismo y señorialización en Plasencia

 (I)

                                   Casas fuertes placentinas

Conviene distinguir dos conceptos diferentes para poder explicar los procesos denominados humanismo y señorialización. El humanismo, históricamente, debe entenderse como un studium humanitatis que nos remite de un modo determinado a la Antigüedad y, a su vez, se convierte también de esta manera en una revivificación de lo griego. Y la señorialización es, en gran medida, la historia de una modificación de las relaciones de poder; un mecanismo que pone en marcha una maquinaria señorial dotada de una eficacia resolutiva equiparable a la del poder regio. Es una estrategia de la nobleza, que pretende crear y consolidar grandes estados señoriales. Además, Por último, involucra necesariamente a los concejos, a las ciudades y villas y, por ende, a las oligarquías que los controlan.

         Palacio de los Monroy, conocido como la Casa de las dos Torres, antes del  derribo

                                                     de una de las torres en 1913

En el libro sobre la Historia de Extremadura, publicado en 1985, se nos da un perfil exacto de la realidad social y política de los tiempos modernos en la región y, por consiguiente, afecta en algunos puntos a la ciudad de Plasencia. Y entre ellos la desigualdad estamental que provocó tremendas diferencias entre las oligarquías (nobleza y obispado) y los pecheros, obligados a pagar algún tipo de impuesto.

                               Palacio de lo Carvajales, residencia que fue de los Comuneros, fotografía de

                                                                        Jean  Laurent, 1875.

En el terreno estético, durante el último decenio del siglo XV se introdujeron en Extremadura una serie de cambios formales que afectaron al arte que se estaba generando en España. Un incipiente trasvase de criterios y de modelos italianos comenzaron a fluir y a adoptarse como soluciones, atendiendo en sus inicios a meras trasposiciones.  Esta entrega fragmentada y sin apenas conexión, se fue corrigiendo con el tiempo para dar una visión casi completa de la arquitectura y el urbanismo o la pintura y las artes aplicadas. Estas ideas propiciaron un desarrollo urbano que coincidió con el proceso de señorialización en el que se vio imbuido Plasencia. No fue hasta finales del siglo XV y los primeros años del siglo XVI cuando se produjo una verdadera eclosión de la ciudad extramuros. A lo largo el siglo XVI el Renacimiento irrumpió con fuerza en la ciudad, levantándose arquitecturas singulares civiles y religiosas que transformaron notablemente su paisaje. Se promovieron importantes obras públicas, como puentes, alineaciones y pavimentación de calles o abastecimiento de agua. A la par, se vigiló el ornato y la labor de policía urbanos con las ordenanzas municipales de 1533. La Iglesia y la nobleza se repartieron estamentalmente el espacio intramuros, mientras que la población pechera y las minorías se vieron segregadas a los barrios próximos al río.

 

                                               Palacio de los Zúñiga

 De este modo, los años finales del siglo XV fueron una época clave de la historia de la ciudad para entender lo que sobrevino en la siguientecenturia. Plasencia fue cedida por Juan II a la familia de los Zúñiga y pasó de una jurisdicción de realengo, dependiente exclusivamente del rey, a otra de señorío con privilegios para un señor , entre los años 1442 y 1488, tal como se desprende de la crónica del secretario de los Reyes Católicos, Fernando del Pulgar. Un cambio, por otra parte, que fue aceptado pacíficamente por gran parte de la población, al parecer nada contraria ni al señorío ni a la nobleza.:  

fue constreñido en tiempo de algunas disensiones acaescidas en el tiempo que reynó, de dar la cibdad de Plasencia al Conde Don Pedro de Stúñiga, que era su justicia mayor,[1]


                                                    La  crónica de 
Fernando del Pulgar.

Durante esta etapa señorial se estableció en Plasencia la capitalidad de los dominios feudales de los Zúñiga y la ciudad se convirtió en la gran defensora de Juana La Beltraneja. En este periodo, tanto los linajes de los Monroy como los Carvajal también formaron parte de la oligarquía urbana placentina. A finales del siglo XV la ciudad se convertía en la plaza de lo más escogido de la nobleza extremeña, entrando de lleno en un periodo señorial, como indica Jesús Manuel López Martín, con un cambio de mentalidad que se materializó en «una evolución urbana ejecutada por personas singulares, laicas y religiosas, algunas de ellas participantes en las Cámaras y Consejos reales, a través de fundaciones de tipo religioso, asistencial y cultural»[2]. Todas estas familias[3] dejaron constancia de su condición, poder y privilegios en la arquitectura urbana. Los titulares dispusieron de casas y pequeños ejércitos para defender su integridad y la de sus bienes, luchando a la par por el control de la ciudad. Se dejó con ello atrás la idea medieval concejil de Plasencia.

                                        Nuevas infraestructuras hacia 1500: el Puente Nuevo

Se aprecia en el plano de Luis de Toro cómo al finalizar el siglo XVI la actividad se centró en la configuración de una nueva visión urbana, dándose prioridad a hospitales, viviendas cómodas y obras públicas, como se desprende de la Historia de los anales de la ciudad y obispado de Plasencia de Fray Alonso Fernández, escrita en 1627 y testigo coetáneo de estos cambios.

                                                                    Luis de Toro
 

En la segunda parte se verán los cambios a los que fue sometida la ciudad en el periodo de señorialización  y los años posteriores.



[1]              Crónicas de los Reyes de Castilla, Biblioteca de Autores Españoles, v.  LXX, Madrid, 1953, p. 480.

[2]              LÓPEZ MARTÍN, José. Manuel., Paisaje Urbano de Plasencia en los Siglos XV y XVI, Asamblea de Extremadura, Badajoz, 1993. Para el urbanismo de la ciudad este ensayo es vital para comprender su evolución.

[3] Allí vivieron, además de los Zúñiga (con el título del Marquesado de Mirabel y Condes de Nieva), los Condes de Oropesa y Señores de Jarandilla y Garganta la Olla, descendientes de García Álvarez de Toledo, que llegaron a ser Duques de Alba, Marqueses de Coria y a los que se sumaron propietarios de extensos señoríos por toda Extremadura. También tuvieron su residencia los Señores de Monroy y Almaraz, los Condes de Deleitosa, los Señores de Belvís, los de Valverde de la Vera, Torrejón o Grimaldo.

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