EL TRÁNSITO DE LA VIRGEN EN PLASENCIA
15 de agosto
El retablo de la
Virgen de la Asunción, llamado también del Tránsito, está situado en el testero
en la nave lateral de la Epístola de la catedral nueva de Plasencia. Está
dedicado a la dormición de la Virgen, patrona de la sede catedralicia, y en un
sepulcro funerario de estructura rectangular está la virgen sobre un lecho. Se
trata de una imagen del siglo XVI procedente de Salamanca dentro una urna
ejecutada dos siglos después. Antes de esta ubicación, la imagen de la Virgen estuvo en un lado de la sacristía, en el llamado retablo de Sana Inés o de las Reliquias. Posteriormente, se trasladó a la catedral vieja para colocarla en la mesa de altar en una urna que no se correspondía con la calidad de la talla. Por ello el Cabildo, con el apoyo de Bartolomé Ocampo y Mata, propuso 1703 dignificarla con un retablo en la catedral nueva, devolviendo la talla a su lugar de origen en la capilla contigua a la sacristía.
Para albergar la urna y la talla se ideó un gran retablo barroco, único documentado completamente en Extremadura, encargado a los hermanos Churriguera, a José, a Joaquín y a Alberto, finalizándose la obra en 1726, aunque el Cabildo lo encargó en 1724. En 1741 se terminó de dorar.
La tipología retablística sigue el patrón de un retablo-sepulcro donde el banco hace receptáculo de la urna, tapada por un tablero que se sube o se baja través de un mecanismo de poleas. Se concibe como un gran túmulo, como un mausoleo que sigue los patrones de la escultura funeraria hispana del siglo XVI y la costumbre medieval de guardas las piezas mayor relevancia a los ojos de los fieles al colocarla una tramoya con un sistema de elementos rotatorios a modo de escenografía teatral. Originalmente, el retablo era de mayor porte con un cuerpo más. Perdió el cuerpo central en mayo de 1795, cuando se desplomó. Esta es la razón por la que hoy, si lo relacionamos con otros bienes muebles de la catedral, parece desproporcionado y desencajado del muro que lo alberga en la capilla. También se aprecia este desequilibrio si lo medimos con las tallas de San Joaquín y Santa Ana ubicadas en el único cuerpo que queda, donde también se situó la urna.
Este único cuerpo está flanqueado por dos columnas. En el intercolumnio se sitúan las imágenes de Santa Ana y san Joaquín y en centro una pequeña hornacina de planta curva y bóveda de horno con dosel a modo de cortinaje y de sección cónica, tal como primó en el gusto del siglo XVIII. Este pabellón o concavidad estuvo destinado en un principio a albergar las reliquias de un retablo anterior, aunque también estuvo dedicado a una imagen de San José (ajeno al relato que quiere transmitir la iconografía de la Asunción), pero el Deán acordó en el 15 de marzo de 1732 un nuevo diseño que contempló un pequeño nicho con movilidad giratoria. En ese nicho, con toda probabilidad se puso una pequeña talla de María de pie con el fin de representar su subida a los cielos. En el segundo cuerpo iba inserta una representación de la Santísima Trinidad y un ático de cascarón en el que se incorpora al Espíritu Santo como intercesor ante Dios.
Hornacina de las reliquias
El coronamiento se desplomó en 1795 debido al mal asentamiento del armazón y nunca se reconstruyó, incluso cuando lo hemos restaurado se ha preferido dejar el testigo histórico de su amputación. De esta manera, el copete del ático funcionó y funciona como coronamiento. En esta parte del retablo se sitúa numerosos ángeles con los atributos marianos (la torre de marfil, el espejo, el pozo, la fuente…). Culmina la obra el escudo del Obispo Manuel Dávila y Cárdenas, obra del trujillano Bartolomé Jerez.
La iconografía se centra en una representación poco usual en tradición cristiana por no estar ratificada por los textos oficiales de la Iglesia y formar parte de los pasajes apócrifos asuncionistas y, con posterioridad por La Leyenda Dorada, aunque existió esta tradición ya desde el siglo XI. Sin embargo, hay que decir que primera referencia oficial se encuentra en Oriente, en el siglo IV, con la fiesta de El Recuerdo de María o la Entrada al Cielo. Dos siglos después se denominó Dormitio (κοίμησις) y en el siglo VII tomó la designación actual de «Dormición» o «Asunción».
Alberto Durero, 1500-1504; Albrecht Altdorfer,1513;Federico Zuccari, 1527.
En la imagen placentina se muestra a la Virgen amortajada con un vestido de terciopelo rosa, regalo de la reina Isabel II, siguiendo con ello el relato del milagro de sacerdote judío Jefonías, cuando se el traslado del cuerpo de María desde el monte de Sion hasta el valle de Josafat y fue éste depositado en Getsemaní. Esta talla está guardada en un arca barroca de madera con incrustaciones de carey, oro y plata, con la parte superior también cubierta de plata repujada. Y sobre ella se sobreponen seis ángeles que acompañan a la Virgen en su transito. En centro de los ángeles se coloca un séptimo sobre una peana y vestido. Los seis ángeles fueron trazados por Albert Churriguera, pero el central hay que situarlo en el círculo de Juan Martínez Montañés por sus características estilísticas, propias de la escuela sevillana y, quizá, por ser una imagen del retablo anterior al de los churrigueras y, además, el nombre de Juan Martínez Montañés fue barajado por el Cabildo en 1624 para realizar las esculturas del retablo mayor de la catedral y este ángel fuese una muestra de su maestría.
Siguiendo los patrones barrocos, por lo tanto, se concibe el retablo churrigueresco como un nicho, una cellae o una cubicula memoriae, como una escenografía teatral, siguiendo la tradición medieval que oculta lo de mayor relevancia a los ojos del creyente.
Esta no es la única particularidad de esta imagen ya que apenas se tiene información de su procedencia. Sabemos que proviene de Navacarros, en Salamanca, y que fue realizada en el siglo XV, varios siglos antes que el retablo que ahora la contiene, cuestiones que rodean de misterio la naturaleza de esta magnifica obra.
La imagen se encuentra en una capilla situada a la izquierda del retablo mayor y durante nueve días del mes de agosto es tradición el que pasen devotos y curiosos,para ver a la Virgen yacente en su urna de cristal. Desde el siglo XVIII se tuvo la costumbre de sacar la Virgen y colocarla en el altar mayor de la catedral en dos ocasiones al año. Una el primero de noviembre, hoy una tradición perdida, y otra en el novenario del día de la Asunción en agosto.No hay que olvidar que la catedral está dedicada a su advocación. De ahí su relevancia.
Dormición de la Virgen el día de Todos los Santos, también festividad de la Domición, en la catedral a finales del siglo XIX o principios del XX.
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