WOLF VOSTELL: UN ALEGATO DEL ARTE CONTRA LA BARBARIE


 

                El interés por un hecho histórico como la entrega de Jesús a la justicia del procurador romano Pilatos, ha comportado a lo largo de todos estos siglos pasiones humanas que sólo se han visto atenuadas por un mezcla de intereses de tipo dogmático, apologético o cúltico, según señaló en 1937 Kendrick Grobel en su ensayo Fromgeschichte und  synoptische Quellenanalyse. Este análisis, indudablemente, ha preservado parte de la esencia cristiana, ha satisfecho la curiosidad histórica que ha despertado siempre un acontecimiento que nunca se reflejó en las actas senatoriales romanas y ha velado porque los veredictos descansen sobre reflexiones subjetivas.

                Tomando la tradición del francés Joseph Salvador (recogida en su libro Histoire des institucions de Moïse et du peuple Hébreu que se publicó en 1828), Wolf Vostell reanuda el debate que   abrieron durante los siglos I y II Flavio Josefo, Tácito y el estoico Mara bar Sarapion, cuestionándose de nuevo la brevedad de un doble juicio, político y religioso, cuya determinación administrativa llevó implícito la sentencia de muerte de Jesús. Con el título ¿Por qué el juicio entre Pilatos y Jesús duró sólo dos minutos?, Vostell vuelve a plantear la gran duda antropológica que el teólogo protestante Gustav Volkmar defendió en Die Evangelien, hacia 1870, al sobredimensionar el brevísimo interrogatorio a un rebelde. La condena y la culpabilidad que la cultura judeocristiana ha ido entretejiendo en torno a este asunto han determinado el que se mezclen el mesianismo político, la alta traición y el cumplimiento de una profecía, materializándose en el pensamiento contemporáneo en una convivencia del hombre y su propia alienación.

                El juicio de Pilatos sirve a Wolf Vostell como pretexto para presentarnos al espectador la dialéctica que existe entre la historia y el discurso. El avión, los automóviles, los pianos y los monitores de ordenador (que hoy son patrimonio de Extremadura gracias a su cesión) son una metáfora sobre el siglo XX y sobre el arte, sobre su supervivencia (dentro de términos tan desgatados por la crítica, como el de estética de la multiplicación o el del mestizaje) para asumir que existen pocas respuestas en este cruce entre la velocidad (que introdujeron los medios de locomoción) y el audiovisual  que hoy nos invade. Un cambio que, en definitiva, ha hecho variar nuestra percepción y nuestra posición ante la realidad. Sin embargo, Wolf Vostell advierte en esta obra que este progreso histórico del hombre occidental ha trastocado, como concluyó en 1905 Einstein con su teoría de la relatividad restringida, los conceptos de espacio y tiempo para saltar de un nomadismo sin frenos (en nombre de la velocidad) a un sedentarismo protagonizado por la revolución de la información, de la imagen y del sonido.

                Wolf Vostell presenta (y no es más que un juicio) plásticamente aquella idea de moralidad que Jean Olivier atribuyó a la caja de Pandora, recogida posteriormente por Pedro Calderón de la Barca en La Estauta de Prometeo, por Johann Wolfrang Goethe en el segundo acto (que jamás llego a terminarse) de Pandora  y por John Flaxman en los seis dibujos realizados en 1816.Todos los males inefables encuentran respuestas  en  el arte : en  el juicio de Pilatos y la caja se funden la verdad de nuestra existencia, la responsabilidad que tenemos con nosotros y con la Historia, la culpa de nuestro desgarro y la esperanza.

                El juicio dentro este enfrentamiento producido entre la historia y el discurso lleva consigo un juego de claroscuros encarnados en la guerra, la violencia, las agresiones, el fanatismo o las catástrofes que pertenecen a la sombra de la vida. El arte, en el otro anverso de la moneda, expresa la esencia de esa misma vida y actúa como los mitos: nos distancia (lo suficiente) de los espantos para enjuiciarlos y nos insta a crear la necesidad de intentar liberarnos de ellos. Bajo ese título reflexivo que nos brinda Wolf Vostell cabe todo lo que sucede ante nuestros ojos.: tanto el arte como el proceso de Cristo no se realizan sólo en el plano de las ideologías, sino también en el de la práctica.  Para Wolf Vostell todas las barbaries (desde la violación o la guerra hasta los medios de comunicación y la técnica mal usados) son consustanciales al ser humano y configuran una sobrecogedora unidad que, a veces, nos hace abandonar los sentimientos, la comprensión y el compromiso.

                                                                                                                             

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