TRES CONSIDERACIONES SOBRE LA OBRA DE DIEGO MORCILLO
I
EL ESPACIO
La pintura para Diego Morcillo no es más que un campo de batalla, un espacio tenso en el que el gesto determina la representación. Su pintura crea y, a la par, imita. Y lo hace con tan pocos recursos que nos conduce a la idea de vacío. Con ello centra su atención en lo que le interesa, en la imagen, en su lenguaje, posibilitando de una manera más exacta un mundo de apariencias. Esto que a simple vista parece complejo no persigue nada más que, paradójicamente, escapar de un mundo estático al introducir es sus cuadros varios momentos en una imagen. Recurre a variantes, a secuencias que se enlazan unas con otras, a mecanismos espaciales que funden la bidimensionalidad del lienzo y la profundidad que le permite el uso de la geometría para conseguir los volúmenes.
II
EL COLOR
Los cuadros de Diego Morcillo están poco destallados sobre sus fondos, pero la información visual que nos ofrece tiene la suficiente claridad como para centrar el tema que nos que nos muestra. Sus superficies coloreadas esta proporcionadas para que identifiquemos y reconozcamos aquello que nos muestra, el reducido número de elementos que se revelan en los lienzos. De hecho, el color parece que se «esquematiza» con la única finalidad de organizar y componer las escenas, de recrear atmósferas que algo tienen de psicológicas. El color es el eje del guion, la esencia de sus relatos, de sus descripciones; y lo es porque potencian sus sensaciones o, quizá, sus emociones. Influye en la percepción del espacio al modificarlo y al dominar, de algún modo, las escenas propuestas.
III
EL LENGUAJE
A partir de los espacios esbozados y de las cualidades del color (que juega con el pigmento, con su simbología y su poder psicológico), Diego Morcillo dota su pintura de un lenguaje personal: el color como arquitectura de las superficies pintadas, como coordenadas vehiculares que van dividiendo el espacio; y ese mismo espacio nos da la posibilidad de visualizar el tiempo como una constante de su obra. Y los dos conjuntamente, color y espacio, nos presentan unos personajes o unos motivos que hace que nos adentrarnos en propuestas más conceptuales que realistas. Los protagonistas, sean personas o no, surgen en medio de colores y espacios que no son sino la esencia que cataliza el ánimo del pintor.
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