LA BULA TUNC DEI BENEPLACITUM Y LAS CONSECUENCIAS DETERMINANTES PARA LA CONFIGURACIÓN DE LA CIUDAD DE PLASENCIA.

 

La refundación de Plasencia en junio de 1186, denominada en un principio Ambroz o Ambracia, determinó un cambio en su denominación, pasando al término latino de placeat. El resurgir de un núcleo urbano con una extensión importante, llevó aparejado el que el papa Clemente III, en virtud de la bula Tunc Dei beneplacitum, desligase a la ciudad del obispado de Ávila, erigiéndose como un obispado adjunto al Metropolitano de Santiago de Compostela.

La creación de esta diócesis junto al carácter militar y repoblador que Alfonso VIII le dio, determinaron una manera de establecer una trama urbana a tenor del programa político del Concejo y a tenor de la sede catedralicia y las colaciones o barrios sufragáneas de las parroquias. 

 


 


 


 

Si nos remontamos al año 1197, una vez conquistada la Mota por segunda vez, Alfonso VIII acometió una primera cerca que se reedificó con piedra ampliándose el perímetro inicial. Ello llevó consigo toda la remodelación del entorno de la Magdalena, primera iglesia placentina, sacándola de la zona periurbana que la cerca inicial había trazado. La muralla de piedra fue terminada a principios del s. XIII y, con ello, la iglesia tuvo que sacrificase al no poder cimentarse la nueva fortificación en tierras poco firmes por estar en una ribera, la del Jerte en el tramo del puente de San Lázaro.



 

 


A partir de este momento, Plasencia, se concibió como una estructura perfectamente organizada ya que fue clave en el proceso repoblador entre los ríos Tajo y Guadiana. La monarquía castellana le otorgó privilegios con el fin de   controlar un extenso territorio. Ello introdujo en el entramo urbano una serie de mejoras que redundaron en un decoro auspiciado, principalmente, por la Iglesia. De ahí surgieron las parroquias en pequeñas plazas, algunas de las cuales las podemos hoy ver, como la vemos hoy en el Salvador, San Pedro, San Martín, San Nicolás o la de la propia Catedral.

 


Por otro lado, estas parroquias, así, con sus plazas, dieron lugar a los primeros barrios o colaciones: Santa María, San Nicolás, San Martín, San Pedro, San Esteban y El Salvador. Colaciones con una población sujeta a una estratificación social, económica, étnica y de actividad: los clérigos en las zonas más cercanas a la catedral, iglesias y conventos; la nobleza en la zona norte y en los aledaños de la plaza (calle de los Quesos y del Rey); los hortelanos en las salidas hacia el Jerte y Santa Bárbara, la población judía en las cercanías de la sinagoga (hoy Santo Domingo) o la población musulmana en el postigo de Clavero. Así se estableció una clara separación entre privilegiados y poderosos y el de los pecheros y artesanos.

 



 

 

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