NEGRO HUMO

María Jesús Manzanares

 


 

Los artistas hacen trabajar a las imágenes con la finalidad de establecer ciertas lógicas que expliquen sus hallazgos. En ese relato que nos muestran, el tiempo le da forma puesto que las obras tienen una naturaleza esencialmente temporal al ser interpretadas, construidas con materiales, representadas con distintas variables y no relegadas a un tiempo congelado. El arte no es un concepto abstracto, no es algo exclusivamente estético, es algo más[1].  El arte no es algo fijo, sino que está dotado de una narración que se explica dentro de un orden y una unidad. Narrar, practicar el arte o pintar es algo abierto y rectificable. Por ello, la obra de María Jesús Manzanares está sujeta a la temporalidad. A una transitoriedad que hace del presente una «fisura» entre el pasado y el futuro; dos límites que indican un trascurso que, a su vez, se desdobla en dos partes, la que retiene y la que recorre. Y aquí radica la historicidad de la que dota a sus creaciones.

 


La obra presentada en la exposición Negro Humo no es más que una reflexión sobre la realidad filtrada por las emociones; una cavilación donde creación y existencia se cruzan para reflejar en esta gran alegoría la idea del tiempo: Jano, dios de los umbrales, de los inicios y de los finales, Francisco Brines con sus recuerdos y esa insistencia en recuperar lo pasado y perdido a través de la memoria para no caer en la nada, los libros de cuentas como inventario que anualmente debe rendirse… configuran su imaginario. O, más allá, al esgrimir la noción de serendipia cuando recurre a los textiles y los considera hallazgo preciados que buscan un significado distinto al reinterpretarlos. Son recursos estéticos que, como decía Baltasar Gracián, no deben exponerse totalmente cuando sólo se desea comunicar una parte[2]. El contenido de la obra  atrae al espectador y él tiene que imaginar aquello que se escenifica a medias, aun sabiendo que existe una representación en lo más profundo de las obras. 

 


María Jesús Manzanares en esta exposición nos da determinados títulos y acumula piezas para encauzar nuestra imaginación.  E, incluso, hace incursiones en la materia –como es el carbón- para objetivar lo que pretende transmitirnos cruzando lo que es una creación mental con otra sensual. Esto es, hace de mediadora entre dos extremos, el de «la razón asociada a la abstracción… y, otro, el de la pasión adicta a la vida de la materia»[3] Ambas partes hacen que la realidad, quizá, sea más aguda.



 



[1]          SHUSTERMAN, R., Estética pragmática. Viviendo la belleza, repensando el arte., Idea Books, Barcelona, 2002, pp. 27 y ss.

[2]          https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/oraculo-manual-y-arte-de-prudencia--0/html/fedb3724-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html [consulta, junio de 2023]

[3]          Esta idea es hegeliana, cuyo origen se encuentra en Schiller, SALABERT, P., El pensamiento visible, Akal, Madrid, 2017, p. 42.

 

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