Hacia una nueva configuración urbana: Plasencia en los siglos XIX y XX. 

                     (Primera parte, el siglo XIX)


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Las carencias y deficiencias del siglo XVIII, lejos de atenuarse, aumentaron. La Guerra de Independencia, los procesos desamortizadores de manos muertas y de propios municipales acentuaron una situación crítica de la que se salió a finales del siglo XIX, coincidiendo con la fase de expansión demográfica y urbana, cuando el Concejo pudo financiar obras públicas de gran interés merced a la posibilidad que le brindó, paradójicamente, la legislación desamortizadora.

La primera mitad del siglo XIX fue un periodo de estancamiento para Plasencia, con escasas reformas, un exiguo crecimiento demográfico, una nula industrialización y un ambiente cada vez más provinciano y cerrado. La centuria vino marcada por la Guerra de Independencia puesto que la ciudad fue punto estratégico de las comunicaciones entre Castilla y Extremadura y, por ello, se convirtió en un lugar de estacionamiento y tránsito de tropas francesas. Así se sucedieron múltiples invasiones, narradas por el oficial de pluma Félix Vega y Carvajal[1], que supusieron no solo una merma económica sino que también causaron daños morales y un expolio sin precedentes De este modo, en los cuatro años que duró la guerra, la ciudad fue invadida y ocupada por los franceses doce veces, damnificando seriamente muchos edificios públicos civiles y eclesiásticos[2].

También se notó considerablemente el proceso desamortizador de Mendizábal. Las propiedades pasaron a manos de los grandes propietarios urbanos, los únicos con capacidad económica para adquirirlas. Entre 1846 y 1902 se vendieron la mayor parte de las propiedades urbanas pertenecientes a la beneficencia placentina: hospitales, hospicios, escuelas, órdenes religiosas o la misma la Catedral...

El obispado de Plasencia presentaba una jurisdicción sobre el norte y este de Extremadura, donde incluían términos tan distantes como Piedrahita, Barco de Ávila, o Béjar. El propio Obispado de Plasencia poseía varios señoríos, como era el de Jaraicejo…. Sergio Riesco ha estudiado este asunto referido al Sexmo de Plasencia, donde el arbitrio tendría una duración de seis años, desde 1827 hasta 1832, y que fue objeto de numerosas quejas por parte de los vecinos que las venían disfrutando de forma comunal…[3]

 

1.     Grabado de 1837 de un dibujo de David Roberts (procede de un boceto de Richard Ford) y grabado por R. Brandard con el nombre de "Placencia". De la obra The Tourist in Spain and Morocco, Thomas Roscoe, British Museum.

 
 


                         
Vista del canal La Isla en la segunda década del siglo XX.

De hecho, el plano de Francisco Coello y la descripción de Pascual Madoz muestran una ciudad que apenas había cambiado en relación a los dos siglos anteriores. Dentro de la muralla seguían los edificios más importantes; extramuros los ya conocidos barrios de San Juan, San Miguel y Santa Elena; el reciente Barrio Nuevo y el paseo de Ronda alrededor de la muralla. Al otro lado del río, atravesando los puentes de Trujillo y San Lázaro apenas quedaban viviendas y permanecían en pie las ermitas de San Miguel, demolida en 1836 después de ser fábrica de hilaturas al ser enajenada, y San Lázaro. Richard Ford en su viaje por Extremadura entre 1831 y 1832 describía a Plasencia del siguiente tenor y corroborado, al mediar el siglo, por Pascual Madoz, quien hizo una breve descripción del estado ruinoso en el que se hallaban edificios como el de San Vicente Ferrer o las ermitas de San Cristóbal o San Marcos[4].

 

A estos hechos se añadió el mayor revés que sufrió la ciudad y cuyas consecuencias hipotecaron su futuro: «Plasencia intentó ser capital provincial, pero fue Cáceres en 1833 quién consiguió serlo. Progresivamente Plasencia fue despojada de muchos servicios públicos, que se trasladaron a la capital, contribuyendo al decaimiento del nivel social y económico de la ciudad»[5]. Solo le quedó el consuelo de ser la sede de su partido judicial desde 1834. Miguel de Unamuno se refirió a Plasencia en sus Andanzas y visiones españolas, publicadas en 1922, como «la capital sin provincia», como «una mitad de la que debió haber sido». A partir de este momento, hizo el esfuerzo de sobreponerse a la monotonía que le invadió y la modernización fue el gran reto al que se enfrentó:

Plasencia tenía un casco histórico con un tortuoso trazado medieval, incapaz de acoger las nuevas funciones de una ciudad contemporánea. Aquí destaca el higienismo como movimiento de amplio arraigo, que supo aportar vías de solución a la gran preocupación del momento, que era el saneamiento de la ciudad, porque la población vivía hacinada en viviendas insalubres y pequeñas, compartiendo espacios con los animales domésticos. Las calles eran verdaderas cloacas, donde se acumulaba la basura. En esas condiciones, la población fue fácil presa de enfermedades y epidemias.[6]

 

 

1.                                                                                   Venta de la piedra de la  Torre de Lucía en 1847.

 

En 1849, sin embargo, Francisco de Paula Mellado hablaba ya de sus paseos, «la alameda, con una bonita glorieta, fuente y asientos de piedra, la isla y el de la muralla»[7]. Una transformación que se inició en 1841 junto al paseo de la Isla y continuó con  la paulatina desaparición de la muralla debido a las medidas higienistas de la época, lo que supuso la apertura de nuevas puertas y el germen de los primeros «ensanches». Además, como señala José Antonio Sánchez de la Calle, la venta de bienes nacionales ejerció un cambio de propietarios puesto que algunas familias adineradas adquirieron numerosas fincas urbanas y ampliaron lo límites de la ciudad en dirección a la Vera al ser promotores de las nuevas construcciones. Se trataba de una clase social con una ideología liberal enfrentada a la aristocracia y al clero por ser los beneficiarios de las desamortizaciones, influyendo de esta forma en el posterior desarrollo de la ciudad. Pero este espíritu emprendedor vino acompañado de pequeños empresarios que fueron tejiendo un entorno industrial a base de instalar molinos, fábricas de hilados y pimentón. Aunque, el soporte tradicional de la economía placentina siguió centrado en el sector agrario y ganadero y en un pequeño sector dedicado al comercio que abastecía a las comarcas del norte extremeño, visible en las ferias de ganado mensuales. Pero, no bastó con estos «lances»[8]  y la ciudad no terminó de arrancar.

 

 

1.                                                     Estado de conservación de la Torre Lucía en los años cincuenta.

 

 

Y no acabó de cuajar a pesar de las nuevas ideas higienistas que impusieron aperturas en el encorsetamiento de la muralla en diferentes momentos del siglo XIX, permitiendo la expansión de esos barrios extramuros que la burguesía hizo posible. Hubo sus defensores y detractores para tal acción. Este hecho, se constata en el estado de abandono de la muralla, vendiéndose algunas de sus partes, entre ellas la plaza de Llanos o parte de la Torre Lucía. El recinto fue parcialmente derribado  por el Ayuntamiento incrementándose las construcciones adosadas a la cerca y perdiendo su carácter[9]. Una clara muestra lo tenemos en la subasta de la piedra de los lienzos y cubos del recinto primitivo que se inició en el siglo XVIII:

Hay noticias de que en el siglo XVIII se destruyó gran parte de la fortaleza durante el obispado del Obispo Laso para realizar el primer ensanche extramuros por orden de este prelado, con el objeto de sacar piedra para las obras de la ronda de la ciudad, que terminaba justamente unos metros más abajo.[10]

 


1.     Plano de la distribución de agua potable dibujado por el arquitecto municipal Vicente Paredes, c. 1880.

Calle del Rey, próxima a la plaza Mayor, y lugar preferido por la burguesía placentina



Para entender esta situación un tanto contradictoria hemos de fijarnos en el estudio de Antonio Campesino, quien evidencia que durante la primera mitad del XIX la ciudad consiguió incrementar sus efectivos humanos en un cuarenta y uno por ciento y, en cuanto al parque inmobiliario, Madoz catastra 1.100 casas[11]. Fue a partir del último tercio del siglo XIX cuando se dieron en Plasencia una serie de transformaciones en todos los ámbitos. Desde la propia sociedad, economía y pensamiento hasta las infraestructuras y vida cotidiana se vieron desbordados por un intento de modernización que, en muchos casos, obtuvieron resultados y en otros no lo que se esperaba. El cambio social que se produjo, con un destacado protagonismo de la burguesía, implicó cambios ideológicos y culturales de gran importancia. A partir de ahora hay una idea de crear una ciudad a imagen de las grandes urbes del momento. Nace una nueva idea de la cultura en la que la educación, la salud, el entretenimiento, la información, el trabajo, el desarrollo y las comunicaciones fuero aspectos que tomaron especial relevancia.

Se creó, así, una ciudad que buscó la renovación, intentando que existieran una higiene y nuevos espacios habitables con la creación del Plan de Ensanche extramuros. Plasencia se convirtió de nuevo en un centro neurálgico que contó con una estación de ferrocarril a finales del siglo XIX y el consiguiente desarrollo urbanístico con la creación de nuevos barrios industriales basados en pequeños pero eficientes negocios que empezaron a surgir; unos centros educativos destinados en la enseñanza básica de la población hasta ahora mayoritariamente analfabeta; unos centros hospitalarios cada vez más especializados que pasaron a ser de titularidad estatal; unos servicios dignos (sucursales bancarias, periódico local, teatros, cines, plaza de toros, cafés...) y unas personalidades que protagonizaron la historia de la ciudad.


 


1.     El Cerro de San Miguel a comienzo de los años treinta.

2.     Arcos de San Antón y antigua carretera de Salamanca en los años sesenta.

 

Y, sin embargo, «al absorber el casco intramuros el crecimiento poblacional y no precisar de ensanche, únicamente razones higienistas explican las escasas aportaciones de producción de nuevo suelo extramuros. A partir de aperturas en el rígido corsé amurallado realizadas [entre 1840 y 1862], como atestiguan los Libros de Acuerdos Municipales… se expandirán los barrios extramuros de Alfares, San Miguel…, así como la construcción de una serie de edificios en la margen izquierda del Jerte, en el camino de la Estación… Talleres y almacenes propios del tinglado se asociaron a las viviendas confiriendo a este sector urbano un cierto carácter industrial. Terminadas las obras del ferrocarril en 1900, se produjo el clásico retroceso poblacional de estos barrios nuevos por abandono de sus ocupantes coyunturales»[12].

 



1.    En 1889 en el molino del Ángel (la harinera de San Francisco) se llevó a cabo la primera prueba de producción de electricidad del alumbrado público en Plasencia.

2.     La plaza de Toros vista desde los Arcos de San Antón antes de ajardinar la zona.

 

Con todo ello, la ciudad redactó en el siglo XIX Ordenanzas Municipales para el restablecimiento de la policía urbana, se procedió, de acuerdo con esa corriente higienista, al enlosado de soportales, acerado en las calles y construcción del alcantarillado, dentro de las mejoras de infraestructuras básicas. Siendo destacable el año de 1889, en el que en el molino del Ángel (la harinera de San Francisco) se llevó a cabo la primera prueba de producción de electricidad del alumbrado público que se inauguró en 1904 y se completó con la figura de Gastón Bertier Descaves al proyectar la central de Berrocalillo, empresa Eletrohidraúlica del Jerte, que abastecía de luz a la ciudad, cuyo servicio de alumbrado público fue adjudicado ya en 1906. Pero la personalidad que sobresalió entre todas por implantar mejoras en la morfología placentina fue Vicente Paredes, quien desde 1870 ocupó los cargos de arquitecto municipal y diocesano. En 1879 cesó como arquitecto diocesano y continuó trabajando para el Ayuntamiento, realizando obras como el proyecto de alcantarillado de la Puerta del Sol y Talavera o la Plaza de Toros, construida en 1882 y rehecha dos años después tras un incendio. Sin olvidar a  Joaquín de la Concha Alcalde quien proyecto el edificio neomudéjar de San Calixto en el paseo de San Antón, Emilio María Rodríguez, que continuó esta obra al finalizar el siglo, Eduardo Merino Lacroix, que realizó el primer proyecto de la Plaza de Abastos en1895, José Romero y Julián Serrano que compraron el teatro de madera Maravillas de Madrid y lo trasladaron a Plasencia en 1893 para ser el primer salón moderno placentino que sustituyó el viejo Corral de Comedias del Hospital de la Merced, y a los que continuaron esta estela ya en el siglo XX, José María Pellón y el maestro de obras Francisco Mirón. 

 

1.     Noticia aparecida en la revista Blanco y Negro, 1896.

2.     Postal coloreada de Plasencia realizada por la Papelería Hontiveros en 1925.



Pero, si algo fue decisivo para Plasencia, fue la llegada del ferrocarril con la construcción de la línea Madrid-Cáceres-Portugal, cuyo tendido se tiró en 1871, poniéndose la línea en explotación en 1881. Años después, en 1896 se inauguró la línea de Plasencia-Astorga, cuya desviación se realizó en la estación de Empalme a través de un by pass. La consecuencia más directa de ello fue el final del aislamiento histórico de la región aumentando el número de viajeros e intensificando el intercambio comercial y el transporte de mercancías y ganado hasta 1985 al suprimirse esta línea:

Los primeros proyectos de construcción datan de 1856, cuando el gobierno progresista dispuso una línea de fe­rrocarril hacia el Oeste, pero la llegada de los moderados ese mismo año los paralizaron debido a los impedimentos que puso la Diputación de Toledo para que atravesara la provincia. Sin embargo, en 1869 se redactó un informe de la rentabilidad de la línea y en 1871 dieron comienzo las primeras obras entre Madrid y Malpartida de Plasencia… Como consecuencia de la ejecución de las obras y de la creación del nudo ferroviario entre las líneas férreas Madrid-Portugal y Plasencia Empalme-Astorga se originó la necesidad de crear un punto de enlace y de descanso. La Compañía del Ferrocarril Madrid-Cáceres-Portugal inauguró el tramo de línea donde se ubicaría esta estación en 1881.[13]



[1]              VEGA Y CARVAJAL, F., «Razón individual de las invasiones que hicieron en esta ciudad las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia», Archivo Histórico Provincial de Cáceres, legajo 88, Cáceres, 20 de agosto de 1812.

[2]              SÁNCHEZ ALZÁS, C. J.,  «La presencia francesa en Plasencia durante la Guerra de la Independencia (1808-1812)», Alcántara, núms. 59-60, Diputación Provincial de Cáceres, 2004. Véase STAMPA PIÑEIRO, L., Pólvora, plata y boleros. Memorias de embajadas, saqueos y pasatiempos relatados por testigos y combatientes de la Guerra de la Independencia, Marcial Pons, Madrid, 2011.

[3]               NARANJO SANGUINO, M. A., et al.,  «La propiedad de la tierra en la Extremadura del siglo XIX: Estado de la cuestión», Revista de Estudios Extremeños, T.  LXIX, núm. I, 2013.

[4]              FORD, R., Manual para viajeros por España y lectores en casa, v. V, Turner, Madrid, 2008: La pintoresca ciudad está defendida por derrumbadas murallas y torres semicirculares. Tiene un alcázar en ruinas al norte que conecta con una línea de acueducto… No se ha recuperado aún de saqueo de agosto de 1809, cuando cuesta, negligente de obedecer la repetida petición, omitió asegurar los pasos de Baños y Perales y permitió a Soult bajas sobre Talavera, y neutralizar aquel día de dura lucha. Plasencia fue arrasada por Soult a su paso, sin ninguna merced… 

[5]              https://eblancooliva.com/2017/10/23/plasencia/ [consulta, 10 de diciembre, 2021].

[6]              Ibidem

[7]         MELLADO, F. de P., Recuerdos de un viage por España, Establecimiento tipográfico de Mellado, Madrid, 1851, p. 33.

[8]              VALVERDE, A., «Una ciudad», en Plasencia contemporánea. Hombres y mujeres que han hecho ciudad. 1810-1935, Consejería de Cultura-Ayuntamiento de Plasencia, Cáceres,  2007, p. 16. 

[9]              AGUILAR YUSTE, M., La ruta de los viajeros extranjeros a su paso por Extremadura. 500 años de aventuras, Badajoz, Lecturas de Antropología, Junta de Extremadura, 2018.

[10]            TIRADO GARCÍA, L., «El Alcázar de Plasencia: historia y destrucción», Norba, núm. XXVI, Cáceres, 2006.

[11]         CAMPESINO FERNÁNDEZ, A. Memoria candidatura a patrimonio mundial de Plasencia-Monfragüe-Trujillo, A.D.G.P.C., Junta de Extremadura, 2010.

[12]            CAMPESINO FERNÁNDEZ, A. Memoria candidatura a patrimonio mundial de Plasencia-Monfragüe-Trujillo, opus cit.

[13]            CANO RAMOS, J., «El poblado ferroviario de Monfragüe: la modernización de un paisaje», en LOZANO BARTOLOZZI, M. M. y MÉNDEZ HERNÁN, V. (coords), Paisajes modelados por el agua: entre el arte y la ingeniería, ERE-Uex-Ministerio de Investigación, Transferencia e Innovación, Cáceres, 2012.

 

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