RETABLO DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE CABEZUELA DEL VALLE. Una obra excepcional de los discípulos del maestro Gregorio Fernández[1]
A Juan Carlos López Duque
En el año 2015 comenzamos un largo tratamiento de restauración del retablo dedicado a la Inmaculada en Cabezuela del Valle. El retablo al ser desmontado provocó una investigación que nos condujo a algo sorprendente, a la huella directa que el foco artístico barroco vallisoletano dejó las tierras de Plasencia entre 1590 y 1630, estudiado y desarrollado por el restaurador Francisco José Boldo Pascua, a quien se debe todo el trabajo y a quien se lo agradezco[2]. una obra adscrita al estilo contrarreformista próximo al gusto del maestro Gregorio Fernández. y dentro de la corriente clasicista que imperó en etapa histórica.
Retablo placentino en la catedral de Málaga
Este bien
patrimonial excepcional ha llegado a nosotros con burdos añadidos laterales que
se incorporaron en siglo XX. A ello se suman los repintes que ocultaban y
deformaban las policromías originales. En su día albergó la imagen de la Virgen del Vaho , del «Vao» o del Higo.
Virgen del Vaho o del Higo
El retablo de Cabezuela del Valle fue una obra ejecutada en Valladolid por el ensamblador Juan Velázquez y el escultor Manuel de Rincón entre 1626 y 1628. En 1631 fue policromado en Plasencia por el dorador y estofador salmantino, vecino de la ciudad, Juan González de Castro. Su importancia viene dada por la escasez de obras escultóricas procedentes del círculo vallisoletano en esos años y aclara, en cierta medida, la actividad de este foco a través del maestro Manuel de Rincón, a quien se encargaron las esculturas.
Malpartida de Plasencia
La estructura y sus relieves tuvieron su asiento original en Plasencia, en el convento de San Ildefonso de Plasencia, y se han dado por perdidos hasta el año 2017. En 2015 iniciamos la restauración de la obra y al realizarse las primeras catas se vio que era una obra de gran calidad bajo varios repintes. Entre 1808 y 1809, las tropas francesas ocuparon el convento placentino. Este fue el momento en el que se desmontó la reja y el retablo que encargó el Regidor de Plasencia, Pedro Gómez de Carvajal, para su capilla. Con la finalidad de que no fuese pasto de la destrucción, el retablo, con toda probabilidad se trasladó lejos de los franceses, y su destino fue Cabezuela del Valle, puesto que, tras la llamada Batalla de El Torno en 1809, el Jerte quedó libre de invasores y, por lo tanto, del expolio. Pensemos que Plasencia se convirtió en un lugar de estacionamiento y tránsito de tropas francesas. Así se sucedieron múltiples invasiones por parte de su ejército, narradas por el oficial de pluma Félix Vega y Carvajal[3]. Estas estancias supusieron no solo una merma económica sino también causó daños morales y un saqueo sin precedentes. De este modo, en los 4 años que duró la guerra, la ciudad fue invadida y ocupada por los franceses doce veces, damnificando seriamente muchos edificios públicos civiles y eclesiásticos con sus bienes asociados.
Antes y después
Sea como fuere, lo que está claro es que este armazón se haya emparentado con los grandes retablos de Guijo de Coria, ejecutado hacia 1614, primera obra vallisoletana en tierras del norte extremeño; con el de Malpartida de Plasencia, asentado hacia 1620; y con el del convento de las clarisas de Plasencia realizado entre 1617 y 1619, y en la actualidad ubicado en la Catedral de Málaga al ser localizado por Jesús Urrea Fernández[4]. Por otra parte, los relieves tienen un tratamiento muy similar a los drapeados de las vestiduras angulosas, una característica flamenca empleada por Gregorio Fernández. Ello puede verse en san Ignacio de Loyola y en el relieve de santa Teresa de Jesús: dos claros ejemplos del estilo fernandino. Quien ejecutó los relieves conservados estuvo muy próximo al maestro Gregorio Fernández, sobre todo a los modelos que realizó a partir de 1620. Por ello, tuvo que ser alguien que trabajo en su taller y se independizó a mediados de la década de los años 20 del siglo XVII.
Banco y santoral tridentino
El retablo tiene una estructura sencilla con un banco compartimentado en casetones esculpidos, un cuerpo principal con una sola hornacina central con arco de medio punto, rematada con un entablamento y flanqueada con dos pilastras y dos columnas de fuste estriado de estilo corintio con sus respectivas retropilastras. Sobre este primer cuerpo se coloca un ático con relieve central, coronando con un frontón con relieve.
Hornacina, ático y frontón
En cuanto a la iconografía, la imagen titular ha desaparecido, pero debió ser una Inmaculada. Se trata de un retablo mariano puesto así se le conoce hoy por a la advocación a la Inmaculada Concepción y a la Virgen del Vaho. Pero, además, en el ático se escenifica La presentación de la Virgen María en el templo; un tema asociado siempre a obras marianas. Toda la iconografía, que no nos ha llegado completa, obedece a una renovación eclesiástica con la incorporación de los santos españoles, Teresa e Ignacio, canonizados en 1622,, que se compagina con la tradición de la ejemplaridad y moralidad: san Juan Bautista y san Juan Evangelista, el principio con el bautismo y el fin con el Apocalipsis, la esencia de la doctrina cristiana que, simboliza el solsticio de verano e invierno; la importancia conventual medieval con Santo Domingo de Guzmán y San Francisco de Asís; los diáconos, con vidas casi paralelas y edificantes que representan a la Iglesia primitiva y sus primeros mártires, San Esteban, San Lorenzo (perdido). Y, en la puerta la puerta del sagrario, Santa Isabel de Hungría o Santa Clara con el hábito franciscano. Por lo tanto, de los extremos a centro, nos encontramos con la Iglesia primitiva, la medieval y la coetánea en esa época. Todo en armonía con la doctrina de Trento.
Un retablo excepcional de nuestro patrimonio.
Santa Teresa y San Ignacio
[1] ADGPC, Junta de Extremadura, Memoria de intervención, rfª., Contrat. Expte.CR152CR01391.
[2] BOLDO PASCUA, F. J., «Hallazgo de un retablo
de la escuela vallisoletana, obra de Juan Velázquez, Manuel de Rincón
y Juan González de Castro», en NORBA,
Revista de Arte, vol. XXXVII, 2017.
[3] VEGA Y CARVAJAL, F., «Razón individual de las invasiones que hicieron en esta ciudad las tropas francesas durante la Guerra de la Independencia», Archivo Histórico Provincial de Cáceres, legajo 88, Cáceres, 20 de agosto de 1812.
[4] Capilla de San Francisco de Asís: el retablo que preside la capilla procede del convento de las Clarisas en Plasencia ya que el anterior fue destruido durante la Guerra Civil. El retablo se remata con dos escudos de armas: los del marquesado de Siete Iglesias de Trabancos y los del condado de la Oliva de Plasencia que fue la familia que sufragó el retablo. El marquesado de Siete Iglesias es un título concedido por Felipe III en 1614 a Rodrigo Calderón de Aranda, señor de Siete Iglesias de Trabancos, I conde de la Oliva de Plasencia, secretario de cámara del rey y favorito del duque de Lerma.
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