EL ORIGEN DE LAS COLACIONES Y PARROQUIAS PLACENTINAS
Plasencia fue la organizadora de las llamadas nuevas tierras, de aquellos territorios que debían organizarse bajo el dominio señorial con la finalidad de compactar un sistema defensivo, difundir y expandir, como apunta Julio González, la población y un sistema urbano hacia esas tierras; territorio cuyos límites meridionales fueron buscando el nacimiento del río Almonte y el Tamuja en dirección a Montánchez y Trujillo, tierras que ya no eran comunes a Ávila.
Pero esta situación apenas duró, ya que la ofensiva almohade de Abu Yacub Yusuf I (1163-1184) con la recuperación de Cáceres puso de nuevo la frontera en el mismo Tajo. Ello determinó el refuerzo de la línea ribereña al mismo tiempo que se imponían las Órdenes Militares de Alcántara, de San Julián del Pereiro, del Temple y de Santiago. La etapa final musulmana en Extremadura, dominada por los almorávides y almohades, coincidió con el periodo de expansión de los reinos cristianos. La toma de Coria en 1142 por Alfonso VII permitió el avance de la frontera hasta el valle del Tajo. Con posterioridad la conquista de Plasencia en 1186 por Alfonso VIII; la de Alcántara en 1213, Cáceres en 1229 y Mérida y Badajoz en 1230 por Alfonso IX marcaran el inicio de la hegemonía cristiana.
La conquista de Plasencia por Alfonso VIII se observa perfectamente en el Rincón de la Magdalena. Cuando la ciudad fue fundada por el monarca castellano en 1186, el edificio debía estar en ruina o en proceso de ello. Poco después, quizás a la par que se concede el primer fuero a la ciudad en 1189, se inició un programa constructivo que integraba el antiguo templo y lo ampliaba significativamente, se trata de la segunda iglesia construida en la Magdalena. En 1197 es tomada por segunda y definitiva vez la ciudad por Alfonso VIII, acometiéndose la construcción de la muralla con un perímetro superior al del primitivo asentamiento, albergando en esta ocasión el entorno de la Magdalena, antes periurbano. La muralla fue terminada a principios del s. XIII y supuso la amputación de los pies de la Magdalena al pasar la traza del recinto por su mitad debido a los problemas que planteaba el talud del terreno con caída al río Jerte.
Plasencia nació, así, con una estructura bien organizada y un Fuero que aseguraba la vida que allí se debía desarrollar, jugó un papel decisivo en el proceso repoblador del territorio. La monarquía estableció allí mercados, ferias, peajes y un sinfín de quehaceres como si de una república se tratase para controlar un amplio territorio. Indudablemente, ello permitió grandes esfuerzos por conseguir cierto decoro urbano. Un decoro que vino impulsado por una organización municipal a partir de un concejo abierto caracterizado por la participación de los vecinos en los órganos de gobierno, perfectamente estructurados en el Fuero por colaciones y sexmerías.
Una vez que se estabilizó la frontera, Plasencia, ciudad realenga, quedó encargada en este nuevo panorama de adscribir a su alfoz esas nuevas tierras: el modelo repoblador duriense, con concejos y tierras del rey, con población duradera y una retaguardia que controlara los anhelos expansionistas de León y Portugal, generó el avance hacia el sur. Se estableció de este modo un punto intermedio e importante en la ciudad del Jerte, entre la distancia que separan las ciudades de Ávila y Trujillo-Medellín.
La creación de una nueva diócesis entre 1180 y 1188, marcada por un carácter militar y repoblador, determinó la aparición de unas estructuras urbanas con un carácter especialmente defensivo, que se manifestó incluso en la propia catedral. Y, a este tenor, se ajustó la concepción del concejo y sus colaciones.
Al dotar a Plasencia desde su fundación de obispado, la Iglesia ocupó posiciones de privilegio en la ciudad y en todo territorio episcopal, dejando sobre la ciudad la huella de la importancia del momento. Los edificios religiosos, como iglesias, ermitas o la catedral, se convirtieron en focos de atracción de la población, surgiendo entorno a ellas pequeñas e irregulares plazas como la de Santa Ana, San Esteban, el Salvador, San Pedro, San Martín, San Nicolás y la de la Catedral.
1925
Todas ellas conformaron las llamadas colaciones (parte del vecindario que pertenece a cada parroquia en particular) en las que el Cabildo organizaba representaciones de autos sacramentales, comedias religiosas, procesiones del Corpus y de Semana Santa acompañadas de una amplia parafernalia y boato y a las que acudían los vecinos para abastecerse de agua en sus fuentes o para honrar a sus difuntos enterrados en los atrios al hacer estos las funciones de cementerio. A estas plazas habría que sumar otras de menor entidad que tuvieron su origen en ensanchamientos de calles o zona de cruce.
Parroquias e iglesias: La Magdalena, El Salvador, San Nicolás, Santa María, Santa Ana (primera catedral cerca del alcázar), San Martín, San Pedro, San Esteban...
Colaciones de San Martín, San Esteban,Santa María, El Salvador...
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