El retablo de Talavera la Vieja

Emprender un estudio  sobre la figura de El Greco dando una nueva visión sobre su aportación a la cultura española es una tarea complicada, pero más aún si se hace desde una sola obra, desde el retablo de Talavera la Vieja.  A través de una serie de notas tomadas de mi propia investigación, y a través de las aportaciones de Paul Guinard, Manuel Bartolomé, Cossio, José Ramón Mélida,  Fernando Marías,   Rosario Gutiérrez Marcos, Myrna Soto, Inmaculada Pérez Martín, Juan Carlos Galende Díaz, Joaquín Bérchez, Fernando Jiménez de Gregorio, Carlos Jesús Morán Sánchez, Paula Casado, Luis Almodóvar, Miguel Pérez García, Carlos Zeda, José María parra, Alfredo Orte Sánchez, Antonio Illán y Óscar González Palencia,  Blanca  Aguilar-Tablada Marcos, Dolores Sánchez de Prado, Almudena Mestre, José Álvarez Lopera, José Antonio Ramos Rubio, José Redondo, entre otros muchos, he perfilado la figura del pintor cretense en un contexto, como artista innovador y completo y como autor de una obra que tiene suficiente calado para ser estudiada. Asimismo, he rehecho toda la tramitación administrativa existente en la Dirección General de Patrimonio Cultural y he rastreado la prensa desde la posguerra.  Con todo ello trataré de desentrañar su figura y la importancia de una obra apenas conocida entre nosotros. En este sentido dividiré el artículo en cuatro grandes apartados para su fácil comprensión, tomando los puntos de vista de los investigadores arriba señalados.


 

1.      Augustobriga/Talavera la Vieja.

La primera breve descripción de los restos conservados en Talavera la Vieja fue realizada por el humanista toledano Alvar Gómez de Castro, quien en 1572 visitó esta población aprovechando un viaje a Plasencia. Pero el primer estudio y catalogación de las construcciones monumentales romanas le fue encargado al erudito Ambrosio de Morales por Felipe II en 1577, para la redacción de las Relaciones Topográficas de dicho monarca. Posteriormente, en el siglo XVIII, tras una breve reseña publicada por Antonio Ponz en 1784, en 1796, se publicaron dos trabajos monográficos dedicados a la ciudad a cargo de Ignacio Hermosilla y Josef Cornide para las Memorias de la Real Academia de la Historia, con un análisis más riguroso de este conjunto arquitectónico, poniendo especial atención a la estructura urbanística romana, la planta de los templos y edificios públicos, murallas, etc. Años más tarde, en 1916, José Ramón Mélida también presentó una relación de estas antigüedades romanas, así como una breve descripción de las mismas, en su Catálogo Monumental de España, provincia de Cáceres. Pero la única excavación arqueológica efectuada en Talavera la Vieja, se realizó bajo la dirección de Antonio García y Bellido, que llevó a cabo un proyecto de urgencia entre 1956 y 1961, con motivo de la construcción del Pantano de Valdecañas, emitiendo un breve informe de la misma en 1962, en el Noticiario Arqueológico Hispánico


 


 

El origen de Talavera la Vieja es prerromano como lo indica el sufijo briga, fortaleza. Sabemos que hacia el año 74,   con el Derecho Latino de Vespasiano, Augustobriga alcanzó la condición de municipium. Accediendo con los habitantes de Augustobriga al desempeño de labores del gobierno municipal como estaba reglado por el derecho de ser  ciudadanos romanos. En los siglos III y IV, la desintegración del sistema político imperial debilitó la estructura urbana con la crisis de Imperio, mostrándose toda la estructura administrativa  de la ciudad inoperante y ésta se disgregó en pequeños núcleos autosuficientes, las villae, de las que se conservan restos en el entorno a la ciudad, en las Villas de Montecillo en Millanes de la Mata, o en El Pino en Casas de Belvís.


 



El paso  de Augustobriga a Talavera la Vieja es bastante difuso. Aunque la Historia ofrece testimonios certeros y puntuales de esta transformación, como fue el redescubrimiento de Talavera la Vieja como la Augustobriga romana en los siglos XVIII y XIX. El siglo XVIII coincide en España con la llegada de la monarquía borbónica, que acentúa la presencia del gusto francés. Fue el periodo neoclásico que se caracterizó por el afán de saber, lo didáctico y lo perceptivo, la llegada de las primeras ideas racionalistas. Se dio una etapa de enciclopedismo y erudición inmersa plenamente dentro de los valores del movimiento ilustrado. Así se desprende, consecuentemente,  de los grabados del siglo XIX  que fueron los que dieron a conocer Talavera la Vieja. Y la pintura, idealizada, el hombre soñador y romántico del siglo XIX que buscaba paisajes idílicos y exóticos, mezclaron su idea de  la ruina con lo ideal para ofrecer estos paisajes inexistentes. 







Sin embargo, hemos de retroceder en la Historia para saber la razón que ligó al pueblo cacereño con la ciudad de Toledo.  Así, los treinta y un  pueblos extremeños actuales que pertenecen a la Archidiócesis de Toledo, lo son  desde que arzobispo Rodrigo Ximénez de Rada adquirió en 1222 los derechos sobre ellos, tras haber sido reconquistada la Siberia extremeña en 1218 por Alonso Téllez de Meneses, afincado en Toledo, aunque otros fueron donados, entregados a los templarios, y algunos recomprados. Entre  los siglos  XVI  y XVIII, la jurisdicción diocesana de Toledo incluía no solo el territorio actual, sino también el de las que después serían diócesis de Madrid, Ciudad Real Guadalajara, Albacete, Jaén, Badajoz, Cáceres, Granada... Pero, tras el Concordato con la Santa Sede de 1851, se fueron segregaron de Toledo, con la sola excepción de Guadalupe y los 31 pueblos extremeños.

Se desconoce la fecha de construcción de la parroquia de Talavera la Vieja, aunque se estima que  se inició con la repoblación  del conde de Plasencia,  en siglo XIII y se  terminó en el XIV. Estuvo bajo la advocación de San Andrés (el patrón era San Agustín). De ella dependían Bohonal de Ibor, la ermita de la Poveda y Alía.  En 1951 se restauró la iglesia y en 1963 se destruyó, dejando las llamadas  «piedras peregrinas» (arcos, tribuna, sillares exteriores y pila bautismal) para ser trasladadas a Talavera de la Reina con el fin de construir un nuevo templo, el de los Santos Mártires. La torre fue volada por Hidroeléctrica Española para que no se viese. Esta iglesia de los Santos Mártires fue inaugurada en 1976.


 

Por último cabe reseñar que los dos edificios romanos más emblemáticos de Talavera la Vieja fueron declarados el 3 de junio de 1931 Monumentos Histórico-Artísticos, pero la construcción en 1963 del embalse de Valdecañas, anegó  la ciudad romana y anegó también su historia.

 




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