LA ERMITA DE FUENTIDUEÑAS

(Aproximación a la historia de un lugar olvidado y transformado)

A todos a aquellos que sienten

la ciudad de Plasencia como «segunda piel»,

especialmente, a Raquel Puertas

por sus aportaciones.

 

 

 

                            Virgen de Fuentidueñas en la iglesia de San Nicolás (foto Refersan)

La ermita de Fuentidueñas o convento de Fuentidueñas, hoy en un estado ruinoso, fue concebida en su origen como un templo romano, como se observa en los sillares almohadillados del basamento, aunque hacia el año 1300 se remodeló con la finalidad de establecer un convento de la Orden del Temple y, con posterioridad, del Císter. A partir del siglo XVI pasó a ser definitivamente una ermita.


                                                               Situación de la ermita

Si analizásemos su etimología, la palabra fuentidueñas proviene del latín:  fontis y domina o señora de la fuente. Ello nos lleva pensar que en un principio fue un ninfeo o pequeño templo dedicado a las aguas; una edificación ligada a la presencia del agua y relacionada con las ninfas griegas (νύμφαι /novias) de las aguas dulces, de los ríos y manantiales que apagan la sed y fructifican la tierra νύμφαιον) y los santuarios dedicados a ellas, a aquellas deidades menores que habitaban los bosques y los cursos fluviales. De hecho, la edificación se alzó cerca de un manantial que hoy está cegado. 

 

 

                                                                                                                      Ermita en 1924, según José Ramón Mélida


Hay que apuntar, para poder entender el significado de este lugar, que las creencias autóctonas de los vetones, pobladores prerromanos de cultura celta asentados en los entornos que rodean Plasencia, materializaron sus divinidades en seres concretos que habitaban las aguas; deidades que con la romanización se volvieron abstractos. Así los dioses sanadores moraban en lugares inaccesibles dentro del culto romano, como es el caso de las ninfas. Ellas son representaciones de los manantiales y, por lo tanto, están asociadas a algo tangible, siendo más fácil de asimilar en el proceso de aculturación al cambiar el credo vetón por el romano entre la de población autóctona. 

 

 

                                                                                                                                                    Vetonia y los cultos paganos

Este ninfeo se sitúa en la Nacional 630 a la salida de Plasencia y en dirección a Cáceres, en el kilómetro 135. Se ubica en el valle de Fuendidueñas, en la falda de las Sierra del Merengue y de Santa Bárbara, atraviesa el arroyo de la Umbría cuyo afluente es el arroyo Fuentidueñas. Se trata de una estructura de sillares rectangulares ––sin pronaos o pórtico– edificada sobre un podio. En el edifico se ha hallado epigrafía de carácter votivo, apuntándose con ello un fin funerario, aunque en la Edad Media se menciona el lugar como un templo que fue dedicado a la diosa Cibeles, nacida de la roca desnuda junto a un manantial de agua pura; una diosa relacionada con la ceremonia de la Lavatio, celebrada el 27 de marzo en Roma para dar entrada el equinoccio de primavera. También se ha lanzado la hipótesis de concebir esta estructura como un edículo (aedicula) o espacio sagrado próximo a un hontanar medicinal. Ejemplos de estas aguas pueden aún verse en el ninfeo de Piedras Labradas, en Jarilla, en el pozo de aguas sulfurosas cerca de Villar de Plasencia o en Hervás y Baños de Montemayor, siguiendo la senda del valle del Ambroz o lugar de paso hacia la Meseta desde los tiempos prerromanos. De esta manera, existe un conjunto de fuentes y manantiales que se distribuyen a lo largo de la falla Plasencia-Alentejo, de noroeste-suroeste y aprovechando las fracturas geológicas que determinan diferentes gradientes geotérmicos; esto es, aguas frías o termales, como las de Baños de Montemayor o Valdelazura (en Plasencia), o de composiciones físico-químicas, como el Caño Soso (también en Plasencia). 

                                 Caño Soso (httpswww.instagram.compBn8Y8tfAyQGhl=es)
 

                                                                                                                                                          Valdelazura en Plasencia y Cabezaolit

No hay que olvidar que la ciudad romana de Cáparra y su área de influencia fueron muy conocidas y no faltan testimonios del culto imperial y a estas aguas (El Salugral entre Hervás y Aldeanueva del Camino, Cabezaolit en Villar de Plasencia, Piedras Labradas en Jarilla, Valdelazura en Plasencia, Las Corchera en Ahigal, Fuentidueñas en Plasencia, Fuente Santa en Galisteo o Cabezón ya en Cañaveral). Veneraciones ambas bien acogidas por los extranjeros -sobre todo en Baños de Montemayor- y, consecuentemente, sujetas al sincretismo religioso donde el sustrato vetón se yuxtapuso a las creencias romanas y orientales, como el culto a Mitra; creencia esta última que se someterá a un profundo proceso de cristianización. 


                                                      Pozo del  Villar de Plasencia

 

 


                                                                                                                                                                                     Situación de los pozos

 

Dentro de este conjunto se encuentra Nuestra Señora de Fuentidueñas. José Ramón Mélida aportó un dato relevante a dar cuenta de la existencia de una construcción de sillería, hoy cegada, de 2,11 x 0,45, a 2,20 metros de la actual ermita que se asemeja a un brocal que daba, según la dirección, a un manantial con una gran carga de minerales. Para este arqueólogo se trata de un edificio funerario al citar la inscripción de las gradas que Juan Agustín Ceán Bermúdez aportó en 1832 …Sacro/…s. Pater[1], pero para Victoria Rodrigo López y Salvadora Haba Quirós más bien estamos ante un lugar vinculado a la salud por la fórmula encontrada en un ara votiva:  

...v (otum) i (ibens). Sea como fuere en 1.967 el profesor José María Blázquez llevó a cabo unas catas arqueológicas en este yacimiento, y para él se trataba de la aedicula de Plasencia,  confirmando la existencia de un pequeño templo romano,  que dató en el siglo I. 

 

 

Sumario  de las Antigüedades Romanas de Juan Agustín Ceán Bermuidez, 1832


 

                Descripción de la ermita por José Ramón Mélida publicada en 1924, Madrid, Ministerio de                                                                 Instrucción Pública y Bellas Artes.

Con la caída del Imperio Romano, el proceso de cristianización de la Península determinó nuevas advocaciones, y en el caso de Fuentidueñas la nueva cultura mantuvo la consideración del agua como un elemento sacralizado dado su valor sanatorio. Una apreciación que viene del culto lusitano a Trebaruna, concentrado en el sur salmantino y el norte cacereño, cuya etimología celta es TREB- como lugar y -ARUNA como corriente de agua, una divinidad femenina relacionada con el culto acuático[2], aunque en el caso que nos ocupa se desconoce el nombre de la divinidad. Sin embargo, ello llevó a concebir este recinto como un lugar de devoción mariana cuyas oraciones u ofrendas iban dedicadas a la Virgen de Fuentidueñas. Se dio, de este modo, continuidad histórica al culto pagano al trasladar su veneración a los rituales cristianos. Según Valentín Soria Sánchez, el ninfeo «se convirtió en ermita cristiana con la denominación de Fuentidueñas, o Nuestra Señora de la Fuente. Puede darse aquí un dato sobre el mito del agua, en zona que siempre ha necesitado y estimado el valor agrícola del agua». No hay que olvidar que los edículos o ninfeos además de poseer un sentido sacro, no dejaron de ser edificaciones que simbolizan un poder y un prestigio. De ahí su supervivencia a lo largo de la historia. Y, además, hay que tener presente que el lugar se ubica en una zona de confluencias de caminos, sobre todo, una vez que la antigua Vía de la Plata se va abandonando y, aún más a partir del siglo XII cuando el camino se desvía de Galisteo a la ciudad fundada por Alfonso VIII, Plasencia.


 

 

Diferentes perspectivas de la ermita en distintas épocas, desde principios del siglo XX a la actualidad

Este cúmulo de circunstancias hizo que el edificio se viera envuelto en una reconstrucción que amplió la fábrica; reformas que determinaron otra fisonomía puesto que las evidencias de reparaciones son palpables en la estructura, en los muros y la cubierta que se sustituyó por tablones de madera: «un temple d’époque romaine à en juger par les éléments architecturaux réutilisés dans l’actuelle construction», tal como indica el historiador Christophe Bonnaud. Se sometió al ninfeo a un proceso sistemático de desmontaje que vino determinado por la reutilización de los sillares y por la obsesión de cristianizar los cultos paganos y heréticos. La forma original debió ser parecida a una oikomorfas, o casa con cubierta a dos aguas con planta rectangular y tejado a dos vertientes y una   puerta de acceso semicircular en la fachada principal. Y esta estructura debía ser camuflada para un nuevo fin. Así en los sucesivos concilios de Toledo, el empeño estuvo centrado en cómo controlar estos cultos, así como los edificios que los albergan. Y las fuentes fueron objeto de esta cristianización al reconvertirlas en advocaciones marianas, en recintos dedicados a la Virgen: el culto al agua y sus santuarios paganos se asociaron con gran rapidez a una sacralización cristiana, y en este caso a la Virgen de Fuentidueñas. De lo contrario, el no asumir una decisión conciliar (y regia también) la pena de excomunión recaía automáticamente por invocar al mismo diablo ya que los visigodos se erigieron en un reino cristiano unitario en el que el rey de Toledo está legitimado por la Iglesia y ésta forma parte del Estado. 


         San Martín de Braga, miniatura de la Crónica albeldense, c. 976, Biblioteca del Monasterio de                                                             San Lorenzo de El Escorial

Basta con echar un vistazo a la guía pastoral o sermón catequístico del obispo y teólogo Martín de Braga, De Correctione Rusticorum, del año 574, para entender esta nueva situación cuando explica que el culto a las aguas es un error cometido antes de la llegada al mundo de Cristo al identificarse con el mismo demonio:

Porque encender velas junto a las piedras y a los árboles y a las fuentes y en las encrucijadas, ¿qué otra cosa es sino culto al diablo? Observar la adivinación y los agüeros, así como los días de los ídolos, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo? Observar las vulcanales y las calendas, adornar las mesas, poner coronas de laurel, observar el pie, derramar en el fogón sobre la leña alimentos y vino, echar pan en la fuente, ¿qué otra cosa es sino culto del diablo? El que las mujeres nombren a Minerva al urdir sus telas, observar en las nupcias el día de Venus, y atender en qué día se hace el viaje, ¿qué otra cosa es sino el culto del diablo?[3]

O cómo San Gregorio Magno aconsejaba a San Agustín de Canterbury de cómo debían adaptarse los templos y las costumbres paganas a la realidad cristiana.

De hecho, amparados en esta unión de Iglesia-Estado se configura toda una topografía cristiana que, tras el periodo andalusí y con la conquista y repoblación, se estableció definitivamente el modelo social de corte netamente europeo. El culto a las aguas no pudo desarraigarse y la jerarquía eclesiástica a partir del siglo VII fue más tolerante ante esta veneración popular y puso a las fuentes y manantiales[4], como táctica política, bajo la devoción de Jesucristo, la Virgen y los Santos. El ninfeo no fue una excepción y se puso bajo la advocación de la Nuestra Señora de Funetidueñas con las consiguientes reformas en su estructura. Así hacia 1300 el recinto se vio transformado en un pequeño convento de la mano del maestro cantero Pedro Enrique, como consta en la inscripción del arco de entrada. 


                                                 Estado actual de la antigua ermita

Este episodio hay que enmarcarlo en el pontificado de Don Domingo II; un obispo placentino que gobernó, desde 1290 hasta 1326, su diócesis como un auténtico señor feudal cuando este sistema estaba a punto de desaparecer en favor del surgimiento de las distintas nacionalidades. Dentro de este largo periodo se dio el llamado proceso de los templarios, en 1310, en el concilio de Salamanca, donde Domingo II dejó patente la vinculación de Fuentidueñas a la Orden del Temple. En esta asamblea salmantina se juzgó a los caballeros de esta Orden, siguiendo las instrucciones del Papa Clemente V.

Y, ya en el siglo XIV se registra la presencia del Císter en Fuentidueñas al trasladar a las monjas desde el convento de San Marcos, fundado en 1233 como convento de San Leonardo por Diego González de Carvajal, miembro del Císter y caballero del rey Fernando III. El traslado vino dado por los conflictos y tentaciones generados con la comunidad de frailes al estar su edificio al lado del convento actual de San Francisco. Hoy el inmueble de San Marcos no existe al ser absorbido por los franciscanos.

En el siglo XV las monjas dejaron este convento que se quedó bajo los auspicios de frailes cistercienses llegados del Monasterio de Valparaíso. Curiosamente, estos monjes provenían de un lugar llamado Bellofonte, en Zamora, en cuyo paraje nació el rey Fernando III y quien ordenó el traslado de este convento a Valparaíso. La estancia de esta segunda ocupación cisterciense duró pocos años y el lugar pasó a ser una simple ermita a las afueras de Plasencia. No obstante, en este período cabe destacar el que las huestes de los Reyes  Católicos se reagrupasen en este lugar para organizar la entrada a la ciudad y arrebatar el poder a los Zúñigas y dar por finalizada la señorialización y establecer de nuevo el carácter de realengo que tenía la ciudad. Así, el 20 de octubre de 1488 Fernando el Católico, ayudado por algunos linajes entró en Plasencia e hizo jurar a los llamados caballeros-patricios en la catedral que nunca la ciudad volvería a manos de ningún señorío.


                                                        
 
 
   Virgen de Fuentidueñas, Parroquia de San Nicolás

Como ermita estuvo bajo la advocación de Nuestra Señora de Fuentidueñas y estuvo abierta al culto hasta 1791, contando para ello con la figura del ermitaño y revalidando el culto merced a la devoción, por un lado, de los placentinos que fundaron su cofradía  (una de las más antiguas con sede en San Esteban  como se menciona en 1627 al hablar de los Lunes de Albillo, cuando la imagen se trasladaba a su ermita -ocho días después de la Pascua-) y, por otro lado, la  de los habitantes de Malpartida de Plasencia ejercida dicha advocación en una romería anual en honor de Santa Escolástica (imagen venerada en esta ermita con grandes rogativas para los periodos de sequía). Y, además, hay que sumar el empeño del corregidor Francisco Antonio de Salcedo y Aguirre y del Marqués de San Andrés. Sin embargo, hubo numerosas quejas, ya a finales del siglo XVIII, que denunciaron la ermita por ser el refugio de contrabandistas, ladrones y amancebados. El Visitador de la Audiencia de Extremadura redactaba el siguiente informe en ese mismo año de 1791: «Estoy mal con los Hermitaños cuias casas son de refugio. La Hermita de Fuentis Dueñas y casa unida a ella es mas perjudicial, estas no son las debociones que inspira la verdadera religión. Los contrabandistas, los ladrones, los amancebados se interesan mucho en que aya estas casas fuera de la población. En Plasencia lo que se necesita es la Hermita de Nuestra Señora del Puerto, en que hai establecido un Cura y en que se exercita la debocion verdadera».

 


 Referencia de Fray Alonso Fernández en su Historia y anales de la ciudad de                                             Plasencia 1627.


        Retablo de San Crispín y San Crispiniano, ermita de San Lázaro. La Virgen de Fuebntidueñas                                                         estuvo allí situada entre 1629 y 1969.

De esto se deduce que el lugar estaba ya abandonado, siendo destruido en gran parte por los franceses en 1811. En este sentido, la imagen de la Virgen ya no estaba allí al haber sido trasladada a la ermita de San Lázaro en 1629 donde permaneció hasta 1969 en el altar cerámico de San Crispín y San Crispiniano; desde esta fecha se puede ver en San Nicolás la imagen de finales del siglo XIII, un icono Odighitrio (Ὁδηγήτρια) o el que hace referencia a la que muestra el camino, a la que guía. Aunque guardas rasgos de Eleúsa o eleoúsa (Ἐλεούσα, ternura) En cuanto a la talla de Santa Escolástica se sabe que su confradía tuvo su nueva sede en la propia catedral, pero su rastro está perdido.

Hoy aparece como una ruina en mitad de la nada que pasa desapercibida y de escaso valor por su apariencia dentro de una explotación agraria, como establo y granero. Pero, a pesar de ello, fue un edificio cargado de historia que en algún momento deberá excavarse para desentrañar aquello que representó. Sobre todo, por estar protegida integralmente por el Plan General Municipal de Plasencia. Y ello a pesar de haberse sucedido varias remodelaciones de este entorno, como la ampliación del polígono industrial, un complejo hotelero, nuevo cementerio o estación del AVE. De momento, el lugar guarda para sí su valor arqueológico.

 


                                                        Estado actual


                                         Imagen del Vuelo Americano entre 1956 y 1957

                                                                        Años 90


                                                                    Imagen actual




[1]  Fuera de Plasencia, y á media legua de distancia al occidente, hay una ermita en un despoblado, titulada nuestra Señora de Fuentes-Dueñas, á la que está incorporado un monumento romano que merece el examen de los sabios anticuarios. Tiene 33 pies romanos de longitud, 3o escasos de latitud, 22 de alto, y uno ¡y medio de grueso las paredes. Es de piedra almohadillada por de fuera, con su zócalo, dividido por una moldura. Le falta el techo, y parece que no tenia otra luz que la que le entraba por unas pequeñas lumbreras en la espalda. Se ven por de fuera, sobre estas lumbreras, dos rebajos ó huecos en que pudo haber lápidas cort inscripciones. En las gradas del altar de la ermita hay un fragmento de lápida con estas letras: ………………SACRO. . . . . .


            ………………S,PATER………..
Todos los que le han visto y saben ver, convienen en que era un sarcófago ó sepulcro vacío, como los catafalcos, que solo servia para recordar la memoria del difunto á quien se erigía: la construcción es romana.

[2] LAMBRINO, S., «Les cultes indigènes en Espagne sous Trajan et Hadrien», en. PIGANIOL, A., H. TERRASSE, H., (eds.), Colloque sur les Empereurs romains d’Espagne, Madrid, 1964, y Centre National de la Recherche Scientifique, París, 1965, pp. 223-242 : Cela veut dire que pour un culte enraciné dans la région depuis un temps immémorial et qui a duré assez tard après le triomphe du christianisme, la population locale a adopté dans la grande majorité des cas le simple nom latin pour désigner la force divine des sources guérisseuses».

[3] Martín de Braga lo explica de la siguinete maneras : «multí daemones ex i!lis qui de caelo expu/si sunt ... infontibus ... quos similiter homines ignorantes deum quasí deos co/unt et sacrmcant illis!». Y culpa ala ignorancia del mundo rural ese culto falso a las fuentes: «Nam ad petras el ad arbores el ad fontes et per trivia cere%s incendere. quid est aliud nisi cultura diaboli?., el panem in fonlem miltere. quid esl aliud nisi cultura diaboli?».

[4]  Véase a Eloy de Noyon, Cesáreo de Arlés, Concilios de Arlés, Auxerre, de Tours, de Northumbria, 12 y 16 de Toledo, Gallaecia 2 (Concilio de Braga y De correctione rusticorum 6, 8, Y 16, de Martín de
Braga).

 





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