2. PLASENCIA, UNA CIUDAD EN TRÁNSITO (IV)
3. 3.La fundación de Plasencia y la configuración de una ciudad medieval.
Antes de finalizar el proceso de señoriañozación al que se vio sometido la ciudad, hemos de señalar cómo su fundación en junio de 1186, atendiendo a una creación de nueva planta, al concepto de urbs, a una situación jurídica aparejada a la concesión de un obispado, responde, al margen de cualquier resquicio pío como el de crear un lugar que agrade a Dios y a los hombres, a una organización del espacio. Un perímetro en torno a una cerca que dio unidad espacial y a una trama radiocéntrica –agrupada, estrecha y presidida por la plaza Mayor- que ha ido regulando las diferentes etapas que se han sucedido para franquear sus propios límites y ejercer de hecho ese intercambio deseado con el que todas las ciudades nacen[1]. La interacción estuvo presente desde los inicios de Plasencia, incluso ya en sus primeros momentos cuando se fijó La Mota y el arrabal de la Magdalena como primer núcleo de raíz netamente musulmana. Teoría y práctica, pues, se han yuxtapuesto desde los orígenes de un emplazamiento y hoy debemos analizarlo desde una configuración no solo temporal o espacial, sino también desde la capacidad perceptiva que ello conlleva.
Ciertamente, la Trasierra cobró protagonismo a partir del siglo XI, con el inicio de la definitiva reconquista y repoblación de la zona. Pero ello no desecha el que se constate un poblamiento antiguo en la sierra. No debe olvidarse la propia condición del Sistema Central al servir de frontera entre las dos mesetas. La situación de valle del Ambroz (el paso de la Meseta a los Llanos) es una situación heredada y condicionada por el papel de control que siempre ha ejercido la zona. Por consiguiente, el río Jerte -que busca su alineamiento con el Tajo- define perfectamente la organización regia y, por ende, la articulación social que se dio partir del siglo XIII y cuyo eje vertebral discurre por la antigua calzada romana, con sus derivaciones en los caminos y en la cañada, y termina en Plasencia. Desde aquí se ejerció el control administrativo capaz de jerarquizar un valle de repoblación concejil asumiendo los precedentes bereberes de los que se tienen noticias desde el reinado de Alfonso VI[2].
Es en este momento cuando la Trasierra constituyó el punto de partida de la defensa musulmana y el avance cristiano. Sirvió de barrera defensiva, sobre todo después de 1085 con la conquista de Toledo, y aseguró las tierras comprendidas entre el Duero y el propio Sistema Central. Tres años después se fundaron los núcleos de Segovia, Ávila y Salamanca; tres claros precedentes de lo que luego fue la ciudad de Plasencia. Pero hasta el reinado de Alfonso VIII no se consolidó la conquista cristiana y la repoblación. Fue él quien se interesó por la franja entre Toledo y Cáceres con el objetivo de frenar a los leoneses y a los portugueses que fijaron sus miras en las tierras entre Ciudad Rodrigo y Coria. Tras la conquista de Cuenca, en 1177, los núcleos urbanos comenzaron a estabilizarse. Plasencia se convirtió así en un punto estratégico para repoblar la sierra de Béjar, fundándose Oliva y Segura de Toro tras la paz de Tordehumos en 1194 entre Castilla y León.
La Mota, nombrada como Ambroz, en el camino entre Cáceres y Salamanca, fue el lugar elegido por el rey para levantar una primera empalizada de madera que diera forma al Concejo; una ciudad que vino a ocupar con su Privilegio fundacional la torre existente, datada en el siglo VIII, la iglesia y un modesto caserío que se extendía alrededor. La población debió de ser musulmana y mozárabe al igual que ocurría en otros lugares de la sierra. Su función consistió en asentar a la población antes de la conquista definitiva, de ahí que se hable de una primera fase en 1186 donde se establecieron los límites del alfoz a costa del de Ávila, extendiéndose sus dominios hasta atravesar el río Tajo y llegar al Almonte, a excepción de los castillos de Albalá y Monfragüe (y por el norte y el este hasta Tormes y Piedrahita). Además se creó el obispado con una amplia jurisdicción, se le concedió el fuero, el escudo y el título de Muy Noble. No obstante, existen algunas dudas sobre la pérdida de la ciudad que pasó a manos almohades, y por ello se convirtió en un territorio hostil hasta 1200, año en el que se tienen noticias de las reparaciones que se hicieron en los recintos amurallados de Béjar, Mirabel y la propia Plasencia[3] por orden de Alfonso VIII:
Plasencia contaba con un amplio alfoz que el rey Alfonso VIII le concedió en su Privilegio de fundación de 1189, y que Fernando III completó con Belvís, Monfragüe y Albalá, que abarcaba desde la Sierra de Béjar (al norte) hasta cruzar el Tajo con las cuencas del Ibor y del Almonte (al Sur), limitando por el este con los alfoces de Ávila y Toledo, y por el oeste con el de Coria. La tierra estaba dividida en sexmerías: 1) La del Valle y Trasierra; 2) La de la Vera, y 3) La del Campo de Arañuelo. La primera comprendía el Valle del río Jerte —río que rodea a Plasencia— y el norte del Valle; la segunda, la zona bañada por el Tiétar, y la tercera, la zona comprendida entre el Tiétar y el Tajo y las comarcas geográficas de Mirabel, Ibor y Almonte.[4]
De esta forma, la ciudad se convirtió en un concejo de frontera con el ánimo de repoblar una zona deshabitada, las tierras del Tajo, y de atajar el proceso de señorialización y de usurpaciones a las que estaba sometido todo el territorio conquistado. El cabildo, por su parte, se lanzó a la toma definitiva de la marca del Tajo y de cuantos bienes hubiese tras su paso[5].
La ubicación de Plasencia, a la salida de un valle y entre pasos montañosos, cerca del vado del río Jerte, camino obligado tanto para los animales salvajes como para ganados y pastores, presentó desde un principio un lugar propicio para los primitivos cazadores y, más tarde, para las estancias o paradas de ganados trashumantes. El río Jerte y sus aguas, pues, fueron propicios para desarrollar un urbanismo adaptado a esa orografía; un urbanismo que se intuye en las habitaciones excavadas en la roca con un hábitat semi-rupestre que dispuso un tímido inicio de desarrollo urbano, de este a oeste, en el lugar conocido como La Mota, arrasado por el fuego como se desprende la memoria de excavación : una estructura que copa la plataforma natural en la que hoy se asienta el convento de San Vicente Ferrer y el palacio de Mirabel y cuya disposición es de traza circular sin lógica alguna y cuyas cavidades están agrupadas de tres en tres con alguna estructura rectangular a modo de depósito o aljibe. Unos restos que certifican el asentamiento sobre este promontorio que domina el río, incluyéndose la presencia leonesa, y donde posteriormente germinó la ciudad; un núcleo prealfonsí al que se dotó de una primitiva fortificación embutida en la base de la muralla que levantó el rey Alfonso VIII.
Este emplazamiento en el que confluyeron tres comarcas privilegiadas, el Ambroz, el Valle del Jerte y la Vera permitió desarrollar un enclave repoblador castellano dentro de las rutas que cruzan el Sistema Central a través de los Puertos de Tornavacas y Béjar. Fue la consecuencia que culminó con la nueva marca del Tajo, la refundación de Plasencia y el afianzamiento de diferentes enclaves[6]. Como se ha apuntado más arriba, con toda probabilidad la fundación no fue ex novo. Los restos materiales existentes tanto en la propia ciudad como en su entorno más próximo así lo constatan. Pero de lo que no cabe duda es de que Alfonso VIII dotó con presteza a esta comarca musulmana de un corpus jurídico y religioso para garantizar su estabilidad funcional para traspasar la frontera del río Tajo: la diócesis y el Fuero explican la amplitud de su alfoz, y tras arrebatar a los musulmanes por segunda vez la ciudad en 1197 se fortificó con una muralla y la construcción de un alcázar. A partir de este momento, la ciudad se creó como tal alcanzando su periodo de esplendor entre los siglo XV y XVI, coincidiendo con la señorialización del territorio; un anhelo que se remonta al reinado de Alfonso X, quien ya entregó a individuos destacados de la Corte amplios terrenos en el Campo Arañuelo.
…la necesidad de los monarcas de retribuir a sus colaboradores más cercanos llevó a aquéllos a realizar una política de enajenación de tierras del concejo a favor de dichos personajes que en el caso que nos ocupa eran bien funcionarios de la corte o bien miembros de la oligarquía de Plasencia. De esta forma no sólo premiaban ciertos servicios que aquéllos les prestaban, tanto en la villa como en el reino, sino que además daban un fuerte impulso a la repoblación en la que tan interesados estaban los monarcas… A mediados del siglo XIII la tierra placentina fue objeto de una serie de recortes territoriales: en mayo de 1265 Alfonso X concedió a Don Durán 10 yugadas de tierra en Almaraz… Alfonso X siguió concediendo tierras del alfoz de Plasencia a otros hombres de su confianza como Gonzalo Godínez…[7]
Como consecuencia de esta fundación, las necesidades defensivas fueron, inicialmente, las que primaron a la hora de erigir una ciudad amurallada de trazado irregular, adaptándose a la topografía originada por el río Jerte, accidente geográfico elemental como defensa natural, y a los desniveles del cerro sobre el que se asienta, siguiendo el modelo alfonsí establecido ya en otras fundaciones. Este determinante orográfico dio cabida a los tres puentes que salvan el río y a la vez defienden esa ciudad-fortaleza alfonsí: hacia el oeste, el de San Lázaro, el más antiguo, levantado en el siglo XV y reparado en los primeros años del XVI; hacia el este se encuentra el Puente Nuevo, que comunica con las comarcas de la Vera y el Valle del Jerte, construido por Rodrigo Alemán entre 1500 y 1512, y que sustituyó a otro más antiguo de madera, destruido en 1498 a causa de un desbordamiento del curso fluvial; también del siglo XVI es el puente más moderno, denominado como Puente de Trujillo, aunque probablemente se tratase de un antiguo puente de origen romano bastante transformado s lo largo de su historia.
Asimismo, parte la muralla alfonsí, construida entre finales del siglo XII y principios del XIII y cimentada con sillarejo granítico, se dispuso con un doble sistema defensivo de altas cortinas de gran grosor, reforzadas con una serie de torreones salientes de planta rectangular con remates en semicírculo. Exteriormente, uniendo estas torres, se asentó otra cerca de menor altura fuera de la línea principal de defensa con la finalidad de trazar una barbacana conectada por un camino fortificado. Entre ambas cortinas se obró un foso para proteger mejor la ciudad. A juzgar por los restos conservados, las murallas remataban con unos merlones cuadrangulares terminados con forma piramidal. El número de las torres de la fortificación alcanzaba el número de setenta en todo su perímetro:
Dexó Ambroz en Plecentia
Torre, castaños e pinos
Don Alonso en consequentia
Tras las Navas dio en herencia
Veinte leguas con vecinos
Dexola muy torreada
Libre, rica, generosa
Sobre todo liberada
Que es la más preciosa cosa
Que puede ser deseada[8]
Dentro de este recinto, en la parte alta de la ciudad, en el extremo noreste, se ubicó el alcázar, desaparecido en su totalidad. Conocemos una sumaria referencia del año 1573 realizada por Luis de Toro y destacando la torre del Homenaje[9]. Otras descripciones como las de Francisco Iznardo[10] hablan «una fortaleza de tipo medieval castellano, según tipología reiterada en numerosos ejemplos, siendo reproducida fielmente la planta de este castillo placentino en la cartografía de los siglos XVIII y XIX, subrayando siempre su regularidad, como se ve en un plano de 1750, conservado en la Cartoteca Histórica del Ministerio del Ejército, en el realizado por Iznardo en 1839». O las referencias de Francisco Coello en 1853 y de José Ramón Mélida en el siglo XX, quienes nos describen esta fortaleza como una construcción de planta cuadrada, con una torre cilíndrica en cada ángulo y otra torre en la zona media de cada lienzo, con patio central y aljibe:
La «Fortaleza» se situaba en la parte más alta de la ciudad, en el ángulo nordeste de la muralla, ajustándose a la idea helenística de acrópolis. A pesar de asentarse en la periferia el edificio estaba muy bien protegido al presentar tres muros extramuros, aunque aislada de la ciudad, ya que tenía que defenderse del exterior y del peligro interno.[11]
José Ramón Mélida le describía de la siguiente manera:
Hoy su interior es... un recinto cuadrado de unos 28 metros por lado; pero por las seriales y restos del piso y de los muros se aprecia fue un patio central, que debió estar rodeado de columnatas y arcadas, con cuatro galerías abiertas que le claustrearan, en dos pisos, y entre éstas y los muros cuatro crujías, conservándose en la del sur una bóveda de ladrillo de cañón seguido. Por el lado oriental, sitio que corresponde al cuerpo saliente rectangular, hay restos de un aljibe, que tenía arcos modernamente destruidos y que debió ser obra de mudéjares. Toda la fábrica del Alcázar, como la de sus defensas exteriores y las murallas, es de mampostería y en algunas partes sillería con mortero de cal; y debe datar como la fortificación de la ciudad del siglo XIII, habiendo sufrido después reparaciones y modificaciones[12].
En la muralla se abrían ocho puertas de las que solo se conservan cinco. En el lado noroeste se situaban tres habiéndose perdido la tercera, denominada como Postigo de El Salvador por abrirse a la colación e iglesia que lleva su nombre. De las conservadas, una es la Puerta Berrozana, trazada con sencillo arco de medio punto y el escudo de los Reyes Católicos, sin la granada, sujeto por el águila de San Juan y flanqueado por el yugo y las flechas. La tercera es la Puerta de Coria, que se abre hacia el lazareto y su ermita. En la zona suroeste se sitúa la Puerta de Trujillo, ceñida entre cubos y transformada en una ermita sobre su arco, cuyo origen se remonta a la Edad Media, pero reformada entre 1721 y 1728 ya con una traza clasicista, y sufragada por el pueblo. Conserva el escudo de los Reyes Católicos, semejante al de la puerta de Berrozana y una inscripción de importante interés histórico que conmemora la recuperación de la ciudad para la autoridad de los Reyes Católicos y su definitiva desvinculación señorial tras las guerras civiles castellanas del siglo XV. A la leyenda se le añadió un pequeño escudo de los Carvajal, familia de la nobleza placentina que apoyó a los monarcas. Estos hechos posibilitaron la concesión el segundo título, el de Muy Noble.
La denominada Puerta del Sol fue transformada hacia el año 1600, pero se conservó en ella el escudo de los Reyes Católicos, así como la inscripción original con la fecha de 1488, la misma que la de la Puerta Trujillo. Durante el siglo XVI se abrió una puerta junto al ábside de la Catedral Nueva y junto a la torre románica, denominada Postigo de Santa María, como consta ya en el plano de Luis de Toro de 1573.
Las dos últimas puertas de la muralla, hoy desaparecidas, son la Puerta o Postigo de San Antón o de la Fortaleza, que debía su nombre a una cercana ermita extramuros colindante con el alcázar, ubicada en el extremo noreste de la ciudad y de la que solo queda uno de los arranques en el muro de apoyo de la Torre de la Reina. La puerta fue transforma en un gran lienzo en 1789 y en 1845 se le colocó un arco, según Domingo Sánchez Loro[13]. Y, finalmente, la Puerta de Talavera, derribada a principios del siglo XVIII con la visita de Felipe V, y de la que se conserva una inscripción en el Ayuntamiento, que parece realizada con motivo de la toma de Granada y el escudo de los Carvajal:
LIBERTAS VRBIS COELORVM GLORIAM PANDIT.
INFERNIS MISEROS CIVESQVE OBTRVDIT INIQVOS,
LIBERTATEM VRBI PACEMQVE IMPONERE, ET MORES
IVSTICIA ALTISSIMI DECREVERVNT REGES HISPANIAE.
DIVVSQVE HERNANDVS DIVA HELISABET SANCTA CONIVX,
DVM REGNVM ET VRBIS GRANATE SVBEGERINT ARMIS
ISMAELIS TERROR HAERESVM FORTISIMI VLTORES
QVOS PATER OMNIPOTENS FELICES SEMPER CONSERVET.
VICTORESQVE VALEANT TOTVM REGNARE PER ORBEM.
LAVDIBVS ANGELICIS COELESTIA REGNA SEQVANTUR .[14]
Junto a estas entradas, también cabe señalar la existencia de la Puerta del Clavero, el Postigo de Santiago y la Puerta del Carro.
Por otra parte, el centro de la ciudad se ubicó en la plaza Mayor, lugar de comercio y en la que destaca la fábrica del Ayuntamiento. Desde ella se trazaron las calles hacia las principales puertas configurando una trama urbana radial, entre la que el resto del tejido se complica en función de los monumentos principales, de las siete colaciones o el cerco de murallas:
En su trama urbana, Plasencia presenta bastante regularidad y organización… parece claro que se siguió un programa preestablecido, cuya prioridad fue asegurar una rápida y fácil conexión entre las diferentes puertas y su plaza mayor… De esta forma hacía de la ciudad un sistema orgánico…[15]
La plaza, entendida como una dicotomía entre forma y función ha ido determinando una tipología y una jerarquización de su espacio[16]; un espacio concebido así desde su origen por voluntad real, y proyectado intramuros como eje que vertebra todo el entramado viario y la ramificación de su callejero. Su traza medieval fue homogénea viéndose alterada con las reformas de finales del siglo XIX al crear algunas rinconadas. Dentro de este recito cabe destacar la Casa Consistorial como inmueble singular superando los nueve pasos en cuadra por entrada y salida, así como el tapial y la madera a los que se ajustaron el resto de los edificios. El Ayuntamiento, como tal, fue construido entre los años 1517 y 1523 por el aparejador de obras de la Catedral, Francisco González, siguiendo las trazas de Juan de Álava, sobre la Casa de las Gradas[17]. Continúa el modelo implantado en los edificios castellanos, con fachada de dos cuerpos de arquerías configurado con soportales en la planta baja y corredor en la parte alta. También debió albergar una torre para el reloj con la figura del popular «Maestro Mayorga», tallada en madera, de la que se tiene conocimiento de la sustitución por una nueva figura en 1743 y de su destrucción por los franceses, en 1811. El personaje actual data de 1973 y fue diseñado por Manuel Calderón Polo y fabricado por Organería Española. Con esta obra civil se cuadró el espacio, dejando la parte de la parroquia de San Esteban, conocida como Corral de los Alcaldes, al poder eclesiástico al no compartirlo con el Consejo que se reunía todos los viernes según se ordena en el Fuero:
En el dia del uier-/ nes en corral de los alcaldes non deuen y tractar otra cosa fueras iuyzios dar, et firmas reçebir, e plazos dar, a aquellos que firmas a rreçebir ouieren al uiernes o iuradores.[18]
Contiguo al Palacio municipal, haciendo esquina con la plaza Mayor, se encuentra la antigua cárcel, con el escudo de Felipe IV en la calle del Rey y la inscripción de 1627 que fecha el momento constructivo, de la cual solo queda la fachada de sillería y está incorporada al actual Ayuntamiento. Y en torno a esta espacio amplio se distribuyeron otras plazas tomando como referencia la Catedral, las distintas parroquias o colaciones y las casas singulares; palacios estos que fueron materializando una arquitectura civil dentro de los estilos gótico, plateresco y plenamente renacentista. Y a ello hay que sumar otros edificios religiosos como iglesias, conventos y ermitas extramuros junto a los hospitales asociados a ellos y obras de ingeniería, cuyo mejor ejemplo es el acueducto construido por Juan de Flandes en el siglo XVI para traer el agua desde la Sierra de Cabezabellosa y El Torno hasta el alcázar.
Esta nueva arquitectura no fue más que el fruto de un nuevo tiempo, donde aparece una Plasencia simbólica con otro proyecto de ciudad a manos de una nobleza urbana que se hizo con parte de los bienes comunales, y a lo que hay que agregar las propiedades no seculares puesto que la Iglesia aumentó su fuerza ideológica, política y económica comportándose como un señor temporal más; un poder que se basó en su papel de transmisor de la doctrina y en la creación de una red parroquial con claras intenciones económicas. Ello desencadenó un proceso de señorialización en las tierras placentinas, apoyado en la entrega que hizo otrora Alfonso X a destacados miembros de la Corte. Con esta vuelta atrás se pretendió controlar y organizar la tierra, sus núcleos y sus villas, así como apostar por el desarrollo de un comercio sin precedentes.
[1] BONNIN, Ph., «Dispositifs et rituels du senil: une topologie social», Comunications 70, mayo, 2000.
[2] BARRIOS, A., Estructuras agrarias y de poder de Castilla. El ejemplo de Ávila, Universidad de Salamanca-Institución Gran Duque de Alba, Salamanca, 1983, pp. 87-88.
[3] PAREDES GUILLÉN, V., «Hervás. Estudio histórico», en Revista de Extremadura, núm. IX, 1907.
[4] SANTOS CANALEJO, E. C., «La vida económica de Plasencia en el siglo XV», en En la España medieval, núm. 3, 1982, p. 553.
[5] Véase GÓNZALEZ, J., Reinado y Diplomas de Fernando III, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1986.
[6] Por ejemplo, los testimonios toponímicos y arqueológicos que nos indican la presencia de vetones.
[7] LORA SERRANO, G., «EL proceso de señorialización de la tierra de Plasencia (1252-1312)», en Miscelánea Medieval Murciana. Vol. XXIII-XXIV. Años 1999-2000.
[8] Luis de Toro, en verso, en su libro, (1573), Folio I. TORO, L. de, Descripción de la ciudad y Obispado de Plasencia, La Victoria, Plasencia, 1961, p. 22.
[9] Ibidem, pp. 29 y ss.
[10] El 19 de diciembre de 1836 fue destinado a Extremadura donde trabajó al mando del capitán general Santiago Méndez Vigo, proyectó la construcción de varias obras defensivas para reforzar la defensa de las ciudades de Trujillo y Plasencia y realizó varias mejoras en el Monasterio de Guadalupe, aunque desconocemos en qué consistieron dichas obras puesto que no aparecen mencionadas, labor por la que obtuvo el grado de segundo comandante (29 de diciembre de 1842). Permaneció en Extremadura hasta el 25 de abril de 1850 cuando fue nombrado coronel de Ultramar con destino a Puerto Rico… HINAREJOS MARTÍN, N., «De Extremadura a Puerto Rico: ingenieros militares a ambos lados del Atlántico», en Anales de Historia del Arte, núm. 30, Universidad Complutense, Madrid, 2020.
[11] BARRAGÁN RAMOS, R. F., «Recuperación de la memoria arqueológica de Plasencia. Noticias del Alcázar medieval desaparecido», Revista de estudios extremeños, Vol. 63, núm. 1, 2007, pp. 37-71
[12] MELIDA ALINARI, J. R.: Catálogo Monumental de España. Provincia de Cáceres, Ministerio de Instrucción pública y Bellas Artes, Tomo I, Madrid, 1924, pp. 268-269.
[13] SÁNCHEZ LORO, D., Historias placentinas inéditas, v. 1, Institución Cultural El Brocense, Diputación de Cáceres, Cáceres 1985, p. 102.
[14] MATIAS GIL, A., opus cit., pp. 162-163. La libertad es para la ciudad una manifestación de la gloria de los cielos. La libertad lanzó a los avernos a los desdichados ciudadanos que la contrariaban. Los reyes de España, el esclarecido Fernando y la egregia Isabel su santa cónyuge, representantes de la justicia del Altísimo, decretaron dar a Plasencia libertad, paz y leyes, en tanto que entraban por la fuerza de las armas en el reino y la ciudad de Granada. Terror de los agarenos, y fuertes vengadores de las herejías, el Dios omnipotente los conserve siempre felices. Que reinen victoriosos en el orbe, y las alabanzas angélicas les sigan a las celestes mansiones.
[15] DOMÍNGUEZ CARRERO, M. M., La Plaza Mayor de Plasencia, Institución Cultural «El Brocense», Diputación de Cáceres, Salamanca, 1992, pp. 22-25.
[16] CARTER, H., El estudio de la Geografía Urbana,»«««Ω Instituto de Estudios de Administración Local, Madrid, 1983, pp. 347 y ss.
[17] ANDRÉS ORDAX. S. «Arte y urbanismo de Plasencia en la Edad Media», Norba, núm. VII, Cáceres, 1987: «…un edificio que en el siglo XV se denominaba «Casa de las Gradas» para la administración concejil, la cual alcanzaba aspectos de policía, administración, justicia, economía, etc. Consta que era de escasas dimensiones, pues en 1494 ya se inician gestiones para su ampliación ante los Reyes Católicos: «Sepades me fue fecha relación que la casa de concejos muy pequeña, no tiene aposentamiento para la justicia, ni cárcel y la ciudad ha acordado ensancharla...» [como señala Domingo Sánchez Loro, Historias placentinas inéditas 1ª parte V. C, Valladolid, 1985, p. 360]. Respondían estas inquietudes a las disposiciones de los monarcas en el sentido de dotar a las ciudades de un edificio importante para sede del Concejo, como se llevará a cabo en gran parte de España y se refleja en otras poblaciones de la zona, como Cáceres, Trujillo o Béjar... »
[18] RAMÍREZ VAQUERO, E., El Fuero de Plasencia: estudio histórico y edición crítica del texto, Rúbr. 277, E.R.E. Sevilla, 1987, p. 100.
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