Los paisajes olvidados en la cuenca del Tajo (y III)

Los avatares bélicos con los que se inicia el siglo XIX, como la Guerra de la Independencia y Guerras Carlistas, con sus devastadoras consecuencias territoriales, en las infraestructuras, sociales, demográficas y económicas, que se prolongan hasta mediados de siglo, supondrán un freno al proceso de regeneración ilustrada, iniciado en 1752, y un retroceso en las conquistas logradas durante la segunda mitad del XVIII. Así, por ejemplo, la revolución de los transportes, propiciada por el ferrocarril, llegaría tarde a la Alta Extremadura, en el último cuarto del siglo XIX y por ello la superación del aislamiento secular y la exportación de los recursos agropecuarios se dilataron en el tiempo, según consta en el Formulario de 2011 para la candidatura a patrimonio mundial de «Plasencia-Monfragüe-Trujillo: paisaje mediterráneo»  [1]. .

Con la llagada del tren a Extremadura como una línea transversal a la frontera portuguesa para enlazar el norte y el sur de  la Península Ibérica –siguiendo la antigua Vía de la Plata-    y como una necesidad de unir Madrid con Lisboa, el paisaje se ve de nuevo alterado. Tras varios proyectos, como los de George Pithington, Jorge Williams, Emile Vissocq o Joaquín Núñez de Prado, en 1854 empieza a tomar peso la alternativa de Francisco Coello para llegar a Badajoz por el valle del Guadiana, y no por la provincia de Cáceres. En 1868 los cacereños se vieron fuera de los planes ferroviarios, proyectándose otra línea paralela al río Tajo, optándose por la salida de Valencia de Alcántara a Portugal, aunque la ciudad de Cáceres tuvo que conformarse con el ramal de un ramal de Arroyo-Cáceres. Este hecho fue determinante para el paisaje . Las dehesas y el propio río Tajo se vieron surcados por raíles, túneles y puentes que modificaron el paisaje con el fin de rentabilizar los recursos de la región; una cuestión que no se logró hasta entrado el siglo XX. No obstante, la huella que dejaron las compañías en el territorio fue considerable, siendo el poblado de Palzuelo-Empalme, hoy Estación de Monfragüe, una de esas improntas que modernizaron el paisaje extremeño que aportaron mejoras en las dos ciudades. 


La guerra civil conllevó todo largo periodo de aletargamiento con grandes pérdidas y el franquismo condujo a la despoblación del paisaje con emigración, el cambio en la mirada con la política hidráulica y el desarrollo del campo; unas políticas que en la transición han  desembocado  en desarrollo sostenible del entorno con las denominaciones de origen,  los planes de infraestructuras o el futuro tren de alta velocidad … Nuevas formas que generan nuevo paisajes, los siglo XXI; un paisaje constituido como un sistema conformado por los siguientes subsistemas: El primero, los polos urbanos de Plasencia y Trujillo que contienen dos conjuntos históricos de reconocido prestigio, como patrimonios culturales de Extremadura y de recocida proyección internacional; el segundo, el epicentro del sistema, conformado por el Parque Nacional de Monfragüe y la Reserva de Biosfera, con afección en su área de influencia sobre 14 municipios rurales y, el tercero, la Cañada Real Trujillana, y otras vías pecuarias corredor de trashumancia con más de siete siglos de existencia y permanente funcionalidad . Y ello hemos de sumar otros patrimonios también asociados al agua, como son los sistemas complejos que redundan en la supervivencia y el bienestar: Manantiales y fuentes, acequias, norias, ceñas, hormas, molinos, puentes, galerías, abrevaderos, lavaderos, acueductos, balnearios, jardines… Y el patrimonio subacuático que abarca todos los periodoshistórico, desde la prehi
storia hasta el mundo contemporánea, materializado en los megalitos de la presa de Alcántara, Augustóbriga, los puentes de Don Francisco, la Torre de Floripes, los molinos ilustrados de Monfragüe, los puentes ferroviarios de Alconétar o la infraestructura existente ferroviaria.  Y aún cabe sumar aquellos paisajes que ya desaparecieron, como los Jardines de Abadía o el recinto amurallado de Granadilla.


Quizá, quepa destacar, dentro de estos patrimonios olvidados, a los poblados de las presas (María del Mar Lozano Bartolozzi 2019) , el dolmen de Guadalperales y el Convento de Alarza por los menos estudiados. El empeño en atar las aguas se materializa en mil quinientas treinta y una presas, según  el Inventario de Presas y Embalses de 2015, muchas de ellas levantadas a raíz de las dos sequías  que hubo entre 1939 y 1950, siendo su apogeo entre 1953 y 1970 (José Ignacio Rodríguez 1993: 82-93) .  En este sentido, el 24 de junio de 1955
el Consejo de Ministros franquista decretó la expropiación de gran parte de estas tierras para construir el embalse de Gabriel y Galán o el Salto de Alcántara conllevó la construcción del centro cívico y viviendas en 1961. Ello determinó la irrupción de la denominada arquitectura del ingeniero, una expresión que acuña Carlos Fernández Casado, a través de la cual  determina una identidad

diferenciada para la obra del ingeniero, sin que por ello quede excluida del paraguas de la arquitectura. Por otra parte, el Dolmen descubierto en Guadalparles por Hugo Obermaier, capellán de la casa de Alba que, entre 1925 y 1927, lo excavó e investigó en varias campañas hasta llegar a los cimientos del túmulo, cambiándolo de ubicación el propio Obermaier. Tras fallecer encargó su legado a Georg y Vera Leisner de la Universidad de Friburgo.  Y, por último, el Convento de Alarza. Los monjes bernardos procedentes del Monasterio de Nuestra Señora de Valdeiglesias fundaron una granja, llamada de Santa Cruz. Tras la desamortización en el siglo XIX y su venta a particulares provocó su ruina hasta que en la década de los años sesenta lo cubrieron por  las aguas de Valdecañas.
 

Quizá, quepa destacar, dentro de estos patrimonios olvidados, a los poblados de las presas (María del Mar Lozano Bartolozzi 2019)[4], el dolmen de Guadalperales y el Convento de Alarza por los menos estudiados. El empeño en atar las aguas se materializa en mil quinientas treinta y una presas, según  el Inventario de Presas y Embalses de 2015, muchas de ellas levantadas a raíz de las dos sequías  que hubo entre 1939 y 1950, siendo su apogeo entre 1953 y 1970 (José Ignacio Rodríguez 1993: 82-93)[5].  En este sentido, el 24 de junio de 1955 el Consejo de Ministros franquista decretó la expropiación de gran parte de estas tierras para construir el embalse de Gabriel y Galán o el Salto de Alcántara
conllevó la construcción del centro cívico y viviendas en 1961. Ello determinó la irrupción de la denominada arquitectura del ingeniero, una expresión que acuña Carlos Fernández Casado, a través de la cual  determina una identidad diferenciada para la obra del ingeniero, sin que por ello quede excluida del paraguas de la arquitectura. Por otra parte, el Dolmen descubierto en Guadalparles por Hugo Obermaier, capellán de la casa de Alba que, entre 1925 y 1927, lo excavó e investigó en varias campañas hasta llegar a los cimientos del túmulo, cambiándolo de ubicación el propio Obermaier. Tras fallecer encargó su legado a Georg y Vera Leisner de la Universidad de Friburgo.  Y, por último, el Convento de Alarza. Los monjes bernardos procedentes del Monasterio de Nuestra Señora de Valdeiglesias fundaron una granja, llamada de Santa Cruz. Tras la desamortización en el siglo XIX y su venta a particulares provocó su ruina hasta que en la década de los años sesenta lo cubrieron por  las aguas de Valdecañas.




*La foto de los puente esta hecha en lo alto de la torre de Floripes con los puentes sobre el rio Tajo al fondo.</em> Foto de Uvi.

 

[1] Formulario de la candidatura a patrimonio mundial de «Plasencia-Monfragüe-Trujillo: paisaje mediterráneo», DGPC, 2011.

[2]  No hemos de olvidar el trazado del ferrocarril entre Talavera de la Reina y Villanueva de la Serena: 17 túneles, 7 espectaculares viaductos y 8 estaciones.

[3] Formulario de la candidatura a patrimonio mundial de «Plasencia-Monfragüe-Trujillo: paisaje mediterráneo», DGPC, 2011.

[4] LOZANO BARTOLOZZI, M. M., Patrimonio perdido, paisajes sin memoria, Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes, Cáceres, 2019.

[5]  RODRÍGUEZ, I. J., «Las mil y una presas», en El agua en España, Revista de Ministerio de Obras Públicas y Transporte, núm. 411, julio-agosto, 1993.

 

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