Los
paisajes olvidados en la cuenca del Tajo (I)
El paisaje lleva aparejados elementos culturales que le dan unidad. La ordenación del territorio, la prevención y realce del paisaje cultural que se ha generado y gestado en torno al eje del Tajo están determinados por todos sus elementos, ligados estrechamente a un recorrido histórico, plasmándose en lo físico y en lo cronológico, desde la Prehistoria y la Antigüedad hasta el mundo contemporáneo. Así la Ruta del Estaño, que establecía los contactos comerciales entre las Islas británicas y Galicia y la zona tartesa sucedió a los pobladores que surcaron las zonas ribereñas del Tajo donde dejaron sus huellas en el conjunto de grabados hurdanos, en las pinturas rupestres de Monfragüe, la dispersas por la Villuercas o la Cueva de Maltravieso en Cáceres (Hipólito Collado Giraldo 2001: 39-49)[1]. Pero es la Vía de la Plata la que ordena por primera vez el territorio del oeste peninsular, y la ciudad de Cáparra, Augostobriga y las mansio, como Castris Caecilis (Cáceres), Turmulus ( Garrovillas de Alconétar), Rusticiana (Galisteo), Capara (Oliva de Plasencia) y Caelionicco (Baños de Montemayor, fueron las encargadas de vertebrar el eje transversal que forma el Tajo. Un camino que estuvo transitable durante toda la Edad Media y que valió para la conquista musulmana de la Península. Aunque entre los ríos Duero y Tajo se creó un terreno apenas habitado y apto para las conquistas. De hecho, durante el mandato de califa Abderramán III se decide proteger la orilla izquierda del río Tajo en el vado de Romangordo. Se erige una ciudadela fortificada, Makjada Al-Balat o Medina Al-Balat, que hace mención a aludiría a la antigua vía romana que unía Augusta Emerita con Toletum, con el fin de comunicarse con la Cora de Mérida. Junto a este trazado urbano aparecieron torres de vigía, como la de Monfragüe o las fortificaciones de Miravete, Jaraicejo, Montánchez o Santa Cruz:
«La frontera con los musulmanes no es un línea rígida. Las acciones militares recogidas en las fuentes, marcan el continuo desplzamiento de las fronteras norte-sur con el eje en el río Tajo. Es a partir de la segunda mitad del siglo XII cuando los acontecimientos militares adquieren mayor importancia… de esta forma, y sin grandes esfuerzos, se establecía la línea de frontera en el río inamovible hasta 1212» (Juan Luis de la Montaña Conchiña 1991-1992)[2].
La Trasierra cobró protagonismo a partir del siglo XI, con el inicio de la definitiva reconquista y repoblación de la zona. Pero ello no desecha el que se constate un poblamiento antiguo en la Sierra. No debe olvidarse la propia condición del Sistema Central, el servir de frontera entre las dos mesetas. Así se fueron diseminando puestos de vigilancia y sitios estratégicos en el río Tajo y en lo que hoy conocemos como Monfragüe, pertenecientes a la tierra Placentina, en el camino de Trujillo y Salamanca; un corredor que se hizo una realidad con la Vía de la Plata y vino a consolidar un medio geofísico dedicado a las actividades ganaderas y explotados por bereberes, de los que se tienen noticias durante el reinado de Alfonso VI (Ángel Barrios García 1983: 87-88)[3]. Es en este momento cuando la Trasierra constituyó el punto de partida de la defensa musulmana y el avance cristiano. En 1082 el Rey ocupó la cuenca del Tormes organizándose la repoblación, pero el Sistema Central siguió sirviendo de barrera defensiva. Cinco años después se fundaron los núcleos de Segovia, Ávila y Salamanca; tres claros precedentes de lo que luego fue la ciudad de Plasencia.
Con toda probabilidad la fundación de Plasencia no fue ex novo. Los restos materiales existentes en la propia ciudad como en su entorno más próximo así lo constatan. Pero lo que cabe duda es que rey dotó a este enclave musulmán con presteza de un corpus jurídico y religioso para garantizar una estabilidad funcional que le permitiera traspasar la frontera del río Tajo: la Diócesis y el Fuero explican la amplitud de su alfoz en detrimento del de Ávila, que tras arrebatar a los musulmanes por segunda vez la ciudad en 1197 se fortificó con una muralla y la construcción de un alcázar (derribado en 1937). A partir de este momento, la ciudad se creó como tal alcanzando su periodo de esplendor entre los siglos XV y XVI debido a la presencia nobiliar y señorial; ésta dejó su huella en una importante cerca que reforzó las defensas naturales del río, obras de ingeniería en puentes y acueductos, arquitectura civil. Plasencia fue la encargada de reorganizar todo el territorio hasta el río Tajo. De esta forma, la ciudad se convirtió en un concejo de frontera con el ánimo de repoblar una zona deshabitada, las tierras de Tajo, y de atajar el proceso de señorialización y de usurpaciones concejiles a las que estaba sometido todo el territorio. Es esta la época, 1188, en la que el cabildo se lanzó a la conquista definitiva de la marca del Tajo y de cuantos bienes hubiese tras su paso (Julio González 1986)[4].
[1] COLLADO GIRALDO, H., « La cueva de Maltravieso Recuperación de un yacimiento paleolítico», en Historia 16, núm. 299, 2001, pp. 36-49.
[2] MONTAÑA CONCHIÑA, J. L. de la, «La Extremadura cristiana1142-1230, el poblamiento», en Norba. Revista de historia, núm. 11-12, 1991-1992 , pp. 223-232.
[3] BARRIOS, A., Estructuras agrarias y de poder de Castilla. El ejemplo de Ávila, Universidad de Salamanca-Institución Gran Duque de Alba, Salamanca, 1983, pp. 87-88.
[4] Véase GÓNZALEZ, J., Reinado y Diplomas de Fernando III, Publicaciones del Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Córdoba, 1986.
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