LA VÍA DE LA PLATA: GÉNESIS DE LA EVOLUCIÓN DE LOS PAISAJES EN LAS RIBERAS DEL TAJO Y EL GUADIANA (II)



Enclaves romanos de Extremdura. Grafico de Roberto Fernández


Este camino, haciendo honor a su nombre, no es sino un itinerario cuya dimensión es tan amplia como se quiera. Las lecturas que ofrece a quien lo atraviesa son tan variadas que sería prolijo enumerarlas. Sin embargo, esta ruta describe el esfuerzo que los hombres que han vivido – y de los que viven en sus márgenes – y se han esforzado en entablar un diálogo permanente con la Historia y con la Naturaleza. En este sentido, con una perspectiva del siglo XXI, nos sentimos en la obligación de hacer una lectura diacrónica de la Vía y de su patrimonio. Saber cómo el pasado nos permite afrontar todas y cada una de las transformaciones que se van sucediendo en un corredor histórico de tal magnitud. Conocer e intervenir son dos verbos que han de tenerse muy presente cuando se habla o se escribe sobre la relación del pasado y el presente. Generalizar o buscar explicaciones legendarias no sirve en este caso. Y no sirve cuando tenemos uno de los caminos históricos más relevantes de Europa bien señalizado, con infraestructura de apoyo, premiado por la las labores de conservación, rehabilitación y gestión, con buenas perspectivas turísticas, promocionado y redescubierto como eje que articula una gran parte del territorio español; un proyecto con los mejores visos posible al poder atraer nuevas intervenciones que redundarán en la protección y la salvaguarda de todo el patrimonio que acoge y despliega no sólo en nuestra región.  Ha habido un esfuerzo, en los últimos veinte años, en ejecutar uno de esos proyectos ambiciosos que existen en el panorama patrimonial europeo. En 1995 se consideró ya a la Vía de la Plata, adelantándose a los postulados teóricos y prácticos que se esgrimen sobre la inclusión de los paisajes culturales en el corpus normativo que se está generando en toda España a raíz del Plan Nacional de Paisaje Cultural, como un camino histórico de primer rango; un camino que además tuvo en sus orígenes la particularidad de vertebrar todo el oeste peninsular. No cabe duda, y así lo demuestran los reconocimientos que se han ido recibiendo, de que el camino emprendido era el correcto para ordenar las formas este territorio.

Una idea, pragmática en sí misma, que ha tenido una proyección real e inmediata sobre el patrimonio. Pero más allá de lo estrictamente histórico o artístico, el proyecto ha hecho posible recuperar el valor del entorno tal como fue concebido y olvidado con el paso de los siglos. Ordenar, pues, no ha sido una palabra hueca puesta detrás de la Vía de la Plata, ha sido el poder relacionar conceptos dentro de estos paisajes de gran calidad. Sobre todo, si tenemos presente que la ordenación territorial en nuestro país aún estar por desarrollarse de una manera completa. Y, además, esta ordenación no puede encauzarse en los estrechos límites del pasado. Los paisajes evolucionan y cambian al ritmo que la sociedad impone: no puede congelarse la Historia ni petrificarse el patrimonio puesto que es algo vivo y sometido al vaivén en el que hombre contemporáneo vive diariamente. 

Estas dos cuestiones, la vertebración y la evolución paisajística, no están al margen del patrimonio extremeño y, en consecuencia, de su corredor principal. Sabemos que Extremadura configura por sí sola un paisaje con un sinfín de matizaciones, donde se han llevado a cabo malas y buenas prácticas; somos conscientes de que paisaje y ordenación se interrelacionan mutuamente; y somos conocedores, en cuestiones patrimoniales, que la Vía de la Plata es una seña de identidad que establece cientos de conexiones con otros espacios y otras realidades de las que no puede desprenderse. Hoy sigue siendo un espacio vivido y en plena actividad. Es demasiado simplista reducir el problema a una ecuación donde se entrecruzan los intereses particulares, los económicos y la cultura, buscando como resultado final el «sacralizar» el medio donde el hombre trabaja. Debe legislarse el paisaje desde Extremadura y deben regularse todas las políticas que inciden en él, las generales y las particulares. El planteamiento ha de ser riguroso y ha de analizar en profundidad la noción de «estabilidad patrimonial», lejos de la palabra fácil y de la demagogia, sobre todo si el contexto, como es el caso, tiene unas dimensiones considerables con sistemas culturales y geográficos muy dispares, desde Las estribaciones de Gredos, pasando por los llanos, hasta los pasos de Sierra Morena.

 

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