SECOND SCREEN: REALIDAD DE REALIDAES

 

Las artes plásticas han ido transformándose a lo largo del tiempo. Se han acoplado a los nuevos contextos que se han aparecido en la sociedad. Ello ha determinado otra manera contar una historia, y el relato que los artistas han construido, en muchos casos, asocia sus narrativas con las nuevas tecnologías. El resultado no ha sido más que el surgimiento de diferentes escenografías que no pierden de vista su carácter creativo ni tampoco restan emoción a sus obras

Esta evolución - y esta forma de afrontar el trabajo- ha llevado a Alejandro Calderón a establecer ficciones que buscan sorprender al espectador a través de esos giros inesperados que planea en cada obra. Busca, desde ya hace algunos años, implicarnos en sus escenas, en otorgarnos un papel relevante, como si fuésemos los propios autores. Nos remite a posturas dadaístas, a pensar en la imagen fuera de cualquier acto que la haga posible, concebirla al margen de sus circunstancias. Se aleja así de la fotografía cuando disocia las figuras de la escena y posibilita infinidad de interpretaciones, cuando recurre a una segunda pantalla en la misma superficie.

Este planteamiento lo materializa cuando apela a la metáfora, cuando articula todos sus argumentos más allá de la propia realidad que nos envuelve, creando imágenes inquietantes y seductoras que nos hace reflexionar. Las sombras, las formas geométricas, su presencia y su ausencia van generando un verdadero simulacro al contraponer ilustraciones y establecer relaciones ambiguas entre la iconografía y su significado. Estas permutas lingüísticas son las que nos permiten entrar de lleno en su obra. Al tergiversar los modelos dados se deja seducir por una fantasía que podemos tachar, en la mayoría de las ocasiones, de irónica cuando separa lo que vemos de su otro propósito, el  de exponer otra enunciación de esa realidad que nos está mostrando.

 

La imagen le sirve, en muchos casos, de pretexto para explicar con elementos inconexos una realidad que ha de admitirse. La doble lectura, la ironía y la materialización de conflictos planteados son de hecho argumentos que sirven para que no nos despistemos demasiado de los referentes sociales imperantes en estas primeras décadas del siglo XXI. Entre ellos pueden citarse ese afán consumista que nos atenaza constantemente, esa soledad a la que se ve abocado el hombre contemporáneo o al cinismo entendido como una falsa conciencia ilustrada.

 

Cabe preguntarse cuando miramos sus cuadros si estamos preparados para estos cambios que generan juegos ilógicos que no pretenden remplazar la oposición entre lo real y lo irreal, entre la imagen y su desdoblamiento, entre la figura y su representación, sino todo lo contario, superar la contradicción dentro de un nuevo espacio a través de ritmos diferentes. Podría decirse que su afán es construir una fábula y una contrafábula de manera permanente; una pugna en la que se parte de un hecho, se imita y con ironía y humor ambas se convierten en algo totalmente opuesto, pero con un nexo imperceptible que las une.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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