APROXIMACIONES AL ORIGEN DEL VILLAR DE
PLASENCIA (II)
Cáparra, ciudad estipendaria de la Lusitania (según Plinio) que surgió en la etapa republicana del dominio romano, condicionó el concepto de territorialidad que hasta la fecha había imperado en toda la franja de contacto entre la Meseta y Extremadura. La ciudad de Cáparra, con un perímetro amurallado en el siglo III de más de 16 hectáreas, generó un sinfín de nuevos recursos a la par que reclamó de su entorno una serie de actividades que tuvieron que asimilar las villae que se extendieron entre las mansio de Rusticiana (en el camino de Galisteo a Carcaboso) y la de Caecilus Vicus (pasado el alto de Baños de Montemayor).
Al mencionar las villae, es necesario puntualizar, siguiendo las hipótesis barajadas por E. Tejero y C. de Santos Canalejo, que el núcleo fundacional de lo que con el tiempo llegó a ser el Villar se basa en esta toponimia. De esta forma, la villae que se levantó en las proximidades de la estación del ferrocarril dio nombre al lugar y sirvió de referencia a la ciudad de Cáparra para controlar el agua
que discurría a través de un acueducto - del que a finales del siglo XVIII aún se tenía noticias –que provenía del Ninfeo de la Jarilla (Piedras Labradas) y, a la vez, para atender los baños salutíferos del Salugral.
Con el Bajo Imperio, la crisis del mundo romano
agudizó el proceso de ruralización y se quebró aún más el sistema urbano que se
centraba en torno a Cáparra. Nos adentramos en un período escasamente
documentado y sin apenas referencias que aludan a la presencia visigoda en el
Villar (sólo se han encontrado vestigios del siglo V en Casas del Monte y en la
necrópolis del Alagón). La Edad Media y la presencia musulmana en la Península
marcaron nuevos derroteros históricos. La falla de Plasencia se vio invadida
por bereberes nómadas que mantuvieron la infraestructura viaria que adecuaron'
a los nuevos usos pastoriles, y levantaron algunos puntos de vigilancia a lo
largo de este tramo, como Galisteo, Granadilla y Abadía.
La Vía de de Plata, denominada a partir de este momento de Balata y después de Quinea (y conocida en la zona como Lindón1), perdió su rango de calzada imperial, desapareciendo con ello la villae del Villar. La desaparición de funciones de este enclave que organizaba todo el territorio de lo que hoy es su término municipal, desde el punto de vista histórico supuso un vacío documental que solo se puede defender desde la pura hipótesis: las tierras del valle y de las laderas se dedicaron al pastoreo y fueron atendidas, mediante asentamientos temporales por tribus bereberes que no han dejado infraestructura alguna.
En el Sistema Central, en cuyas estribaciones se sitúa la Trasierra extremeña, con la repoblación. cristiana se comenzaron a bosquejar las primeras delimitaciones históricas, y geográficas del norte de la región. Entre el Puerto de Béjar y el río Jerte (a su paso por la antigua Ambracia, luego Plasencia) los reinos de Castilla y de León volvieron a poner en pie la caminería debido, según Gonzalo Menéndez Pidal en Los caminos en la Historia de España, a intereses militares ya la escasez de transportes rodados, reforzándose posteriormente. con las cañadas de la Mesta y alcanzando e! Villar una gran densidad poblacional, corno lo demuestra el Repertorio de Villuga, publicado en 1546.
Estos caminos terminaron de ordenarse con la fundación de Plasencia, convirtiéndose el Villar en una franja muy disputada por los dos reinos repobladores. De esta forma, en el siglo XI, Alfonso VI fue consciente del papel estratégico del paso del Villar dentro de las coordenadas que enlazaban al-Andalus y las dos Mesetas. El Camino de la Quinea volvió a tomarse como referencia para el transporte a través de la caballería y como línea divisoria en el municipio del Villar entre Castilla y León. En el año de 1085 se inició la conquista del lugar, adscribiéndole Alfonso VIII, unos años más tarde, al sexmo de Plasencia, a su política concejil y a los privilegios de realengo. Ello se vio completado con la nueva ordenación eclesiástica que se propugnó desde el obispado en tiempos de Don Bricio.
Con estos precedentes se crearon con gran celeridad collaciones o parroquias en todo el eje de la Trasierra, teniéndose las primeras noticias de una iglesia en el Villar en 1254, según hace constar Sánchez Loro en Historias placentinas inéditas. Una iglesia realizada anteriormente a esa fecha, y sobre la que después de construyó Nuestra Señora de la Asunción. Esta vinculación concejil y eclesiástica se mantuvo hasta que los Estúñigas extendieron su poder sobre Béjar y Plasencia, como se hace constar en el inventario de mayorazgo y ventas de 1554. De esta época data, precisamente, la casa-fuerte (que durante el siglo XVIII fue mesón) de los Duques de Béjar, quienes la mandaron construir a las afueras del pueblo (hoy en la calle Río Tajo) y donde pasaron temporadas largas. El motivo de la elección del sitio, quizá, estuvo determinada por la significación que tomó el Camino Real a su paso por el Villar. No ha de olvidarse que a la altura de San Antonio se abría el ramal de la Cañada hacia el Valle del Jerte y que los beneficios de la Mesta eran cuantiosos para las arcas del Honorable Concejo. A partir de este momento el núcleo urbano se fue extendiendo entrando en una fase de expansión propiciada por la dedicación a la ganadería.
(1)El Lindón dividía los reinos de Castilla y León y, posteriormente, las diócesis de Coria y Plasencia. De hecho hasta hace muy poco Aldenueva del Camino y Baños de Miontemayor tenían dos parroquias al pasar la Vía de la Plata por mitad de los dos pueblos; una parroquia pertenecía a Coria y la otra a Plasencia. Hoy Aldenueva ha pasado a Coria y Baños a Plasencia.
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