APROXIMACIONES AL ORIGEN DEL VILLAR DE 

 

PLASENCIA (I)

 

 

 



 

 

Hablar de la Historia del Villar de Plasen­cia, municipio integrado en la comarca natural del Valle del Ambroz, aunque sin pertenecer a esa Mancomunidad), es enfrentarnos de techo con la memoria de un lugar marcado por una realidad que no se puede desvincular ni de la comunica­ción ni de la trashumancia. La Vía romana (que marcaba el eje occidental de la Península entre Astorga y Mérida) y la Cañada Real de la Vizana (que conectaba los lagos asturianos con las tierras pacenses mediante la llamada marcha a extremos) son dos componentes que permiten a los historia­dores recomponer un mapa fragmentado y dar un sentido lógico a una de las zonas más conflictivas y contusas que existen en nuestro territorio. Estos dos factores, con todas sus repercusiones y sus relaciones de poder, han sido a lo largo de los siglos los que han estructurado y han transformado la sociedad del Ambroz y, por ende, la del Villar de Plasencia

En  estas dos entradas convendría enjui­ciar globalmente lo que ha sido el discurso histó­rico de Villar de Plasencia, dejando para otras ocasiones los pormenores de determinados perío­dos mejor conocidos. Así, en esta aproximación en dos capítulos  analizamos lo que ha sido el transcurso social, político y económico del municipio villariego, esbozándose los hechos más significativos que abarcan desde los inicios hasta la señorialización de la tierra de Plasencia. 

 

Pocas son las noticias que, a la luz de los datos objetivos que requiere la historiografía, se tienen a cerca de sus orígenes. No existen dudas de que el Villar fue un lugar de tránsito dentro del corredor occidental entre     el norte y el sur. La falla de Plasencia (por la que discurre el Ambroz) es un paso natural, una zona de contacto entre la Mese­ta, el río Tajo y las penillanuras cacereñas;  todo un ámbito que ejerció un papel fundamental en la creación de un espacio eminentemente histórico de la Edad del Bronce, cuando se abrió la primera ruta conocida del estaño y en la que estuvieron muy interesados los fenicios al trasnportar desde los yacimientos de este metal  desde la Bretaña francesa y Cornwall Galicia, cruzar lo que luego fue la Via de la Plata hasta el mar Mediterráneo.

 

Sin embargo, con anterioridad, se conocen testimonios dispersos e inconexos (estudiados  por José Luis Mosquera Müller) sobre las industrias líticas en la comarca. Son testimonios que revelan cómo hubo un escaso poblamiento en el Ambroz que vivió en cuevas (parecidas a la de Boquique en Plasencia) o en abrigos temporales al aire libre. Nb será hasta finales del III milenio y principios del II cuando estos poblados nómadas aparezcan con una mínima infraestructura que permiten hablar de cierto sedentarismo en el terri­torio próximo al Villar; unos asentamientos más duraderos que vienen determinados por la primera frontera cultural que en época calcolítica se esta­ble en el Tajo. A partir de este momento, la ganadería y la agricultura marcaron la pauta en la Edad del Hierro con la aparición de pequeñas fortificaciones vetonas (framontanos), que en el caso del Villar pudo estar ubicada en los aledaños de la Iglesia Parroquial para controlar el paso del valle y los movimientos que se dieron ladera arriba (hacia Cabezabellosa y el Valle del Jerte).

 

Hay ciertos indicios de la construcción de este framontano de control y defensa que desapareció entre la II Guerra Púnica (cuando Aníbal atravesó el Ambroz camino de Salamanca) y las numerosas escaramuzas que se libraron entre celtíberos, lusi­tanos y romanos. Ello sin duda alteró sustancialmente todo el primer entramado social y económico de los pueblos diseminados a lo largo de lo que posteriormente se conoció como la Trasierra. La romanización definitiva del oeste peninsular introdujo los primeros núcleos urba­nos, jerarquizándose el mapa del Ambroz en torno a la Vía de la Plata y los ramales que conectaban los asentamientos más antiguos de Galisteo y el paso situado en el Puerto de Béjar.

 

 

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