LA VÍA DE LA PLATA: GÉNESIS DE LA EVOLUCIÓN DE LOS PAISAJES EN LAS RIBERAS DEL TAJO Y EL GUADIANA (I)
La historia de España es la de sus propios caminos. Afirmación nada gratuita porque la construcción u olvido de algunas vías de comunicación ha conllevado la eclosión o la muerte de las ciudades, comarcas enteras e, incluso, regiones. La mejor prueba de ello es la fijación de Madrid como capital de un reino centralista que prescindía de un viejo entramado de caminos periféricos. Esta decisión de la Corona supuso el ocaso definitivo de la Vía de la Plata. Su abandono conllevó el hundimiento de las regiones por ella enlazadas y, además, se inició el proceso de alejamiento con respecto a Portugal.
Desde la Prehistoria, Extremadura fue un espacio propiciatorio de intercambios, y sus ríos hicieron de vasos comunicantes entre un mosaico de pueblos separados por sierras que segmentan la región de Este a Oeste: turdetanos, túrdulos, célticos, vacceos, vettones, lusitanos... Sólo Roma, interesada en establecer y mantener conexiones entre los puertos béticos y las llanuras meseteñas o las cuencas auríferas galaico-leonesas, construyó una vía hacia el Norte, aprovechando los pasos naturales y los vados ribereños usados con anterioridad, de manera estacional y casi instintiva, por hombres y animales. En uno de esos vados sobre el río Guadiana y el arroyo Albarregas se erigió, siendo Octavio Augusto emperador, la Colonia Romana de Augusta. En la dotación de grandes obras construidas durante la fundación de la capital lusitana destacan, y aún perviven, los puentes. De ellos partieron dos calzadas esenciales en la red viaria de la Hispania romana: la Vía XXIII, que discurre desde la desembocadura del Guadiana a través de Itálica; y la Vía XXIV, larga calzada que concluía en Caesaraugusta (Zaragoza) y, cuyo primer tramo, el tradicionalmente conocido como Vía de la Plata, unía la colonia emeritense con el establecimiento militar de Asturica Augusta. Unidos los dos polos, Roma consolidaba su presencia en la parte más occidental del Imperio.
Olvidada su función y conservando el esqueleto de lo que fue su cuerpo de ciudades, mansiones, torres de control, puentes, calzadas secundarias o miliarios, estas calzadas aportan hoy, en el siglo XXI, la posibilidad de ver paisajes ligados a tiempos y espacios muy diferentes. En este largo trayecto, más de doscientos kilómetros de calzada en Extremadura, se encuentran las pautas de Occidente, con sus variados testimonios arqueológicos, históricos, artísticos o etnológicos bajo el telón de fondo de múltiples escenarios urbanos y paisajísticos.
El proceso colonizador de Roma fue muy intenso y decisivo a la hora de configurar el territorio, sobre todo en las regiones del sur y del este. Ello determinó la creación de vías que comunicaran distintos ámbitos ya romanizado. Y la Vía de la Plata fue un camino de gran relevancia para tal fin. En este sentido, Extremadura sufrirá una serie de transformaciones a lo largo de la Historia, cuyo eje central ha de situarse en este camino. Sin embargo, debemos partir a la hora de ver los cambios paisajísticos de la Ruta del Estaño que sirvió para poner en contacto los yacimientos de estaño de Galicia, la Bretaña francesa y Cornwall con el mar Mediterráneo, modelando un paisaje comercial. Como consecuencia de este tránsito tres grandes grupos culturales, tomando la lengua como criterio de parentesco, tartessos, íberos y celtas determinaron un nuevo planteamiento territorial sin una unidad concreta: Los tartessos fueron, quizá, los primeros hispánicos que se relacionaron con los pueblos históricos civilizados del Mediterráneo oriental, llegados al litoral peninsular con propósitos de tráfico mercantil. Los ejemplos del Santuario de Cancho Roano y del Turuñuelo de Guareña nos hablan de ese comercio, centrado en la cerámica y el trabajo de metal. Estrabón en su Geografía nos da ciertas pistas para rastrear esta concepción territorial en el año 29 a. C. A esta ruta le sucedió una profunda transformación que Roma hizo en este entorno, después se sucedieron el caos, la llegada de los musulmanes, la señorialización de las tierras, las desamortizaciones… hasta el desarrollismo franquista o el nuevo trazado del tren de alta velocidad (sin alta velocidad). Cada época ha configurado un paisaje adaptado a sus necesidades, haciendo de la Vía de la Plata un nexo fundamental en continua transformación.
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