RETABLO DE LA ASUNCIÓN O DEL TRÁNSITO
CATEDRAL DE PLASENCIA.
(Aquello que no se ve en Las Edades del Hombre)
El retablo de la Virgen de la Asunción, llamado también del Tránsito, está situado en el testero en la nave lateral de la Epístola de la catedral nueva de Plasencia. Está dedicado a la dormición de la Virgen, patrona de la sede catedralicia, y en un sepulcro funerario de estructura rectangular está la virgen sobre un lecho. Se trata de una imagen del siglo XVI procedente de Salamanca dentro una urna ejecutada en 1700.
Para albergar la urna y la talla se ideó un gran retablo barroco, único documentado en Extremadura, encargado a los hermanos Churriguera, a José, a Joaquín y a Alberto, finalizándose la obra en 1726, aunque el Cabildo lo encargó en 1724. En 1741 se terminó de dorar.
La tipología retablística sigue el patrón de un retablo-sepulcro donde el banco hace receptáculo de la urna, tapada un tablero que se sube o se baja través de un mecanismo de poleas. Se concibe como un gran túmulo, como un mausoleo que sigue los patrones de la escultura funeraria hispana del siglo XVI y la costumbre medieval de guardas las piezas mayor relevancia a los ojos de los fieles al colocarle una tramoya con un sistema de elementos rotatorios a modo de escenografía teatral. Originalmente el retablo era de mayor porte con un cuerpo más. Perdió el cuerpo central en mayo de 1795, cuando se desplomó. Esta es la razón por que la que hoy, si lo relacionamos con los bienes muebles de la catedral, parece desproporcionado y desencajado del muro que lo alberga en la capilla. También se aprecia este desequilibrio si lo medimos con las tallas de San Joaquín y Santa Ana ubicadas en el único cuerpo que queda, donde también se situó la urna.
El único cuerpo está flanqueado por dos columnas externas que se adelantan un tanto a las dos centrales. Las cuatro columnas son de fuste liso y una decoración prolija adherida. Este cuerpo se culmina con un entablamento quebrado mixtilíneo. En el intercolumnio se sitúan las imágenes de Santa Ana y san Joaquín y en centro una hornacina de planta curva y bóveda de horno con dosel a modo de cortinaje y de sección cónica, tal como primó en el gusto del siglo XVIII. Este pabellón estuvo destinado en un principio a albergar las reliquias de un retablo anterior, pero el Deán acordó en 1732 un nuevo diseño que contempló un pequeño nicho con movilidad giratoria. En el segundo cuerpo iba inserta una representación de la Santísima Trinidad y un ático de cascarón. El coronamiento se desplomó en 1795 debido al mal asentamiento del armazón y nunca se reconstruyó, incluso cuando lo hemos restaurado se ha preferido dejar el testigo histórico de su amputacióm. De esta manera, el copete del ático funcionó y funciona como coronamiento. En esta parte del retablo se sitúa numerosos ángeles con los atributos marianos (la torre de marfil, el espejo, el pozo, la fuente…). Culmina la obra el escudo del Obispo Manuel Dávila y Cárdenas, obra del trujillano Bartolomé Jerez.
La iconografía se centra en una representación poco usual en tradición cristiana por no estar ratificada por los textos oficiales de la Iglesia y formar parte de los pasajes apócrifos asuncionistas y, con posterioridad por La Leyenda Dorada, aunque existió esta tradición ya desde el siglo XI. Se muestra a la virgen amortajada con un singular vestido de terciopelo rosa, regalo de la reina Isabel II. De esta forma, la escena capta el llamado Misterio de la Dormición. Está guardada en un arca barroca de madera con incrustaciones de carey, oro y plata, con la parte superior también cubierta de plata repujada.
Esta no es la única particularidad de esta imagen ya que apenas se tiene información de su procedencia. La Diócesis de Plasencia sabe que proviene de Navacarros, en Salamanca, y que fue realizada en el siglo XV, varios siglos antes que el retablo que ahora la contiene, cuestiones que rodean de misterio la naturaleza de esta obra.
La imagen se encuentra en una capilla situada a la izquierda del retablo mayor de los Churriguera en la Catedral Nueva, por la que durante esos nueve días pasan decenas de devotos y curiosos, que quieren ver la Virgen yacente en su urna de cristal. Su vestido bordado en oro, perteneció a la reina Isabel II, y junto a los enormes anillos que luce en sus dedos.
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