Paisajes del agua. Luis Canelo escultor.
Si algo caracteriza la obra de Luis Canelo (Moraleja, 19442), artista concienzudo y con una formación filosófica significativa, puede decirse que es esa voluntad investigadora constante; un empeño que siempre parte de un hallazgo y termina en un punto concreto. Su obra hemos de interpretarla como una fuga hacia los límites pictóricos, como una reflexión perseverante que pretende proyectarse en algo real. Así, esos límites de la pintura se desbordan al transformarse en esculturas. Las piezas realizadas se hayan repletas de relaciones entre la realidad y el pensamiento. Son obras en las que el movimiento, la transformación y la transición de un estado a otro están presentes: son figuras que deben descubrirse poco a poco y solo tiene significado cuando establecemos los nexos que poseen.
Todas estas esculturas nos remiten a su pensamiento, a esa forma de ver el mundo donde prevalecen las estructuras geométricas que nos conducen irremediablemente a sumergirnos en un diálogo entre la Naturaleza y la Razón. Una Naturaleza acuosa que se relaciona con elementos ideados por el hombre para crear energía. Así entre puntos, líneas, círculos o cuadrados que conforman la materia, que da paso a instantes y se esparce en partículas, Luis Canelo va tejiendo escenarios que nos remiten a mundos concretos; mundos tan reales como es la introducción en las obras de aisladores de alta tensión, de portezuelas que cierran válvulas, de blondines, de poliuretano, de palastros e, incluso, de cantos rodados[1].
Objetos todo ellos encontrados, y dentro del pensamiento innovador que aportaron las vanguardias, que parten de una experiencia estética, la del propio Luis Canelo, y deriva en nuestro recuerdo, en nuestra memoria, al transportarnos a un paisaje de secano que necesita el agua de sus presas para cambiar la fisonomía de un territorio; un paisaje que, de repente, se vuelve azulado o verdoso, pasando de la dureza a la fluidez. Estos objetos ensamblados en sus esculturas vienen de un tiempo pasado que pertenece a nuestro aprendizaje y nunca a esa medición objetiva que marca un reloj. Son objetos reencontrados y rescatados de la memoria para ser de nuevo interpretados. Toda una metáfora de esa doble visión de la que la habla Celestino Moreno Santos, psicólogo y un buen amigo suyo.
[1] La mayor parte de los objetos proceden de los embalses del Tajo que, con sus correspondientes fichas técnicas, han sido facilitados por D. Jesús Santero.
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