LOS LUGARES DE NUESTRA MEMORIA
Si miro a mi ciudad y me reconozco en parte de su historia, es lo mismo que encontrarse consigo. Necesitamos, a veces, echar mano de la memoria para poder comprender lo que hoy somos. Plasencia ha sido el escenario donde los protagonistas, muchos de nosotros, representan una obra sobre las vivencias por las que se ha transitado. El guion lo escriben los años y los decorados se van sucediendo a tenor de la edad. Muchos de una generación concreta han ido forjando una trama urbana hecha a nuestra medida y ha sido testigo de pequeñas historias que no forman parte de la Historia con mayúscula.
Hoy todo ello conforma un testimonio mudo al que hay que poner imágenes que nos devuelvan aquellos espacios, aquellos lugares que eran (y aún son) poliédricos porque cada uno de nosotros los verá de manera muy dispar; diferente porque los hemos vivido desde una percepción personal. Esos sí, hay que acercarse a estas historias sin melancolía, como algo que se deconstruye y se construye al compás, cerrando y abriendo etapas que se suceden hasta hoy. Y, eso sí, sin perder el impulso que tuvimos y a sabiendas que ni los escenarios ni los personajes jamás volverán y, sin embargo, todas las dimensiones de la vida las hemos sobrevolado adaptándonos a todos los cambios, incluso las más dolorosas cuando falta ya alguien.
Pero, quién no recuerda los domingos por la mañana en la iglesia de El Salvador; las caricias casi furtivas que las parejas se hicieron en la pérgola del Parque; la bajada desde la avenida a la parada de Félix Sánchez para salir al mundo y conquistarlo; las Josefinas o San José como dos polos o lugares donde se encontraban las muchachas más guapas del universo; la Isla con sus barcas y su hierba para retozar en la ribera de nuestro Jerte; Las Cuevas, esa universidad que nos enseñó a estar en el mundo aprehendiendo filosofía pura de aquellos que ya estaban en Salamanca y eran nuestros doctores, y el Gallinero donde bajo las luces tenues donde se pasa de la adolescencia a la juventud o donde el Monopoli era interminable; o las noches de Reyes donde el disfraz nos servía para ser más nosotros e inundar la vida de colores; las pesqueras camino del Kilómetro 4 donde nos sentíamos más libres; los días de romería por aquel Camino Viejo del Puerto; los veranos en aquella recién estrenada piscina olímpica como nunca habíamos visto; la plaza y sus bancos con respaldo para contemplar los veladores del Goya, El Danubio, El Español o la calle Vidriera con El Rialto, justamente donde acabaríamos yendo todos; la catedral con sus cadenas en la entrada que nos servían de balancín; Valcorchero o Boquique con sus leyendas e historias como lugar de peregrinación y como rito iniciático antes de ser adolescentes; los Patos para pasear hasta los depósitos del agua, cuyo rumor tantas horas nos acompañó; las escapadas, en el ferrobús, en un Citroën Dyane 6 o en un Seat 1500, daba igual, a Hervás, a Galisteo, al pantano de Gabriel y Galán, a Baños de Montemayor con sus famosas curvas que ya nos advertían cómo puede ser la vida de complicada; o al Avión y el sueño de volar y volar y volar; los festivales de la Media Luna Menguante de Fuenteguinaldo, aquel festival que por una noche ese pueblo salmantino se convirtió en la capital del universo, donde la música y nosotros fuimos los reyes del mundo; los días de cina -mejor las tardes y las noches- en el Avenida, Las Vegas, el Alkázar y el Coliseum para verano, para invierno, para la noche, para la tarde; el Miramelindo con nombre propios, Teresa y Pilar; o El Tizón y las tríadas o el pub de San Juan (que no recuerdo el nombre) …
Paisajes que sólo quedan en la memoria y han ido tejiendo todo un imaginario, el nuestro, el de toda una generación que hoy quiero rememorar. Después, los años nos fueron cambiando y con ellos la ciudad se convirtió en ese lugar donde siempre debemos regresar para encontrarnos con Maese Villerejo y su Rosalinda, la bruja Ciriaca y Gorgorito,quienes nos ayudarán no caer en las trampas que cada día nos tienden.
Festival de la Media Luna Menguante de Fuenteguinaldo
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